Representación de Yemayá, Baluande, Madre de Agua. |
Es el caso de Kalunga, divinidad bantú que para muchos paleros equivale a Baluande –Mbumba Mamba, Mamá Umbó, Nkita Kuna Mamba, Madre de Agua, etc-, pero que, al igual que ocurre con Olókun para los yoruba, en realidad representa el lado más oscuro y misterioso de las aguas: sus profundidades abisales, donde no llegan ni el Sol ni la Luna, sin forma, rostro o sexualidad conocidos y, desde un punto de vista esotérico más hondo, simbolizan el más allá, el plano espiritual o mundo que habitan los muertos; mientras que Baluande, también de origen bantú, es una entidad eminentemente femenina, que representa el lado más luminoso y positivo del océano: el mar como fuente de la vida y medio hacia otros horizontes; equivalente a la orisha yoruba Yemayá.
Es decir, que Kalunga y Olókun, pese a ser originarios de culturas muy distintas, como son la bantú y la yoruba, respectivamente, son conceptos muy parecidos, asexuales y más relacionados con la muerte y con los espíritus que con las aguas y la vida; a diferencia de Madre de Agua y Yemayá.
Por suerte, el Palo Monte es un culto sincrético y multicultural dónde el origen de las ideas no es tan importante como su naturaleza en sí y, por esa razón, sus practicantes pueden seleccionar las entidades con las que prefieren trabajar, así como interpretarlas libremente, independientemente de que provengan de religiones y disciplinas esotéricas de regiones geográficas tan distantes entre sí como Europa, África y América.
En mi caso, por ejemplo, elijo ver a Kalunga y a Olókun como dos máscaras distintas que ocultan un mismo misterio: la muerte y el más allá; y a Baluande, Yemayá y Madre de Agua como a una sola entidad femenina y acuática que corresponde al elemento Agua, a la vida y a las emociones y sentimientos humanos.
¿Pero si Kalunga es el mundo de los muertos, cómo puede entonces Mariwanga -Centella Ndoki- ser la dueña del cementerio y reina de los nfumbes?
Representación de Mariwanga, Oyá, Centella
Ndoki.
El caso es que, originalmente, Mariwanga no tenía nada que ver con el cementerio ni con los espíritus; únicamente con los tornados, tormentas de centellas y otros fenómenos atmosféricos por el estilo; hasta que llegó a América y mezcló su identidad y atributos con los de la orisha Oyá, reina del cementerio y diosa de los égguns o difuntos para los yorubas. De ese modo -gracias al inhumano negocio de la esclavitud, que desperdigó africanos de múltiples etnias por todo el planeta-, un concepto regional y limitado como era Mariwanga para los bantúes de África se hizo más grande y universal al cruzar el océano atlántico y absorber los poderes de otras divinidades como Oyá, Mamá Cocha y Madre de Agua, entre otras; convirtiéndose en la poderosísima entidad conocida como Centella Ndoki.
Representación de Babalú Ayé, San Lázaro,
Cobayende.
Algo parecido ocurre con Babalú Ayé, divinidad o demonio -según se mire- de las epidemias y miserias de los pueblos Arará y Yoruba, que se enriqueció y fortaleció en el Nuevo Mundo con las características de entidades similares de otras culturas, como Cobayende, de origen bantú, y San Lázaro, el santo católico; abarcando no solo ya las enfermedades contagiosas, como la lepra, la sífilis o la peste bubónica, sino también a la propia muerte.
Y es que todos los dioses, vengan de donde vengan, están hechos de la misma sustancia espiritual, que posee dos caras o polos opuestos: Uno luminoso y positivo, dador de vida, y otro oscuro y negativo, asociado a la muerte.
Saludos a todos y que Nsambi acutare!
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