sábado, 21 de noviembre de 2020

¿Qué Es La Magia Negra?



Muchas personas que me escriben solicitando información sobre amarres de amor, pactos karires y otros trabajos de Palo Monte, me preguntan si el Palo Monte es magia negra; dando por sentado que la magia negra es la cosa más abominable del mundo y temerosos de sufrir daños colaterales o de condenar su alma eternamente por acudir a ella. Así de profundo es el miedo que todavía hoy inspira en la gente esa confusa expresión -magia negra- fabricada por occidente para denigrar las religiones y costumbres de los pueblos de Africa, Medio Oriente y America que colonizaron y esclavizaron durante siglos.

El peyorativo y racista término magia negra fue estrenado en el medioevo por la Santa Inquisición como pretexto para perseguir, torturar, quemar en la hoguera e incautar los bienes y propiedades de aquellas personas que se alejaran de sus doctrinas; como los chamanes, curanderos, alquimistas y espiritistas; o que directamente se opusieran a ellas; como protestantes, judíos y francmasones, entre otros. Cualquier persona que criticara o pusiera en duda al santo Papa o que se negara a pagar los impuestos de la Iglesia Católica podía ser acusado de practicar la magia negra y acabar en las llamas; independientemente de que existieran pruebas o no de su culpabilidad, ya que las supuestas confesiones de hechicería y rituales satánicos eran conseguidas siempre por medio de horribles torturas. Sin embargo, mil años antes; cuando el cristianismo no poseía iglesia ni templos y sus seguidores eran perseguidos y crucificados por los romanos y tenían que ocultarse y predicar secretamente en cuevas y catacumbas; su doctrina aceptaba con total naturalidad -además del amor y la piedad- los sacrificios de sangre, la adivinación, las profecías, las maldiciones, las resurrecciones y los milagros como todas las demás culturas del orbe. No fue hasta varios siglos más tarde; mucho después de que el Imperio Romano adoptara al cristianismo como religión oficial y lograra que el obispo de Roma se convirtiera en máximo pontífice de toda la cristiandad; que la Iglesia Católica negó y prohibió las prácticas mágicas; a las que tachó de bárbaras y diabólicas y persiguió por todo el mundo.

¿A qué se debió ese cambio tan drástico en los fundamentos de la doctrina cristiana? ¿Porqué, si tanto los hebreos como los griegos y romanos que cimentaron la Iglesia Católica creían en la magia y en todo lo que ésta implica -oráculos, augurios, hechizos, maldiciones, sacrificios de sangre, espíritus, milagros, etc-, los Papas posteriores se empeñaron en negarla, demonizarla y perseguirla por todas partes a donde llegaron sus misioneros?  No fue ciertamente por razones religiosas o espirituales, sino políticas y económicas. La expansión europea por gran parte de Africa, el Medio Oriente y el nuevo continente de América precisaba una ideología “superior”, fuerte y estricta, que justificara el sometimiento violento de sus pueblos.

Cuando los europeos colonizaron América y parte de Africa y esclavizaron a sus nativos, lo hicieron en nombre de Dios, bajo el pretexto de civilizar a los supuestos salvajes y salvar sus almas del paganismo y de la magia negra. Para ellos, Jesus podía transmutar el agua en vino, devolver la vista a los ciegos y resucitar a los muertos y estaba bien, pero si lo hacía un nativo americano o un africano, enseguida lo calificaban de hechicero, brujo, practicante de la magia negra, adorador del Diablo, etc, y le perseguían y mataban sin miramientos. En todos los territorios coloniales se eliminaron sistemáticamente los cultos religiosos locales, sustituyéndolos por el bautizo cristiano y su conveniente doctrina de sumisión a los designios divinos; o lo que es lo mismo: el acatamiento servil de la esclavitud.

Colonizando, esclavizando y adoctrinando a la fuerza durante siglos a los pueblos menos desarrollados, el cristianismo se había convertido en la religión más rica y poderosa del mundo y, para garantizar que siguiera siendo así financiaron universidades, centros de investigación médica, clínicas mentales e innumerables publicaciones de ideología cristiana que trataban de explicar científicamente la inferioridad de las razas de color y su tendencia al alcoholismo, la lujuria, la vagancia, la magia negra y la criminalidad; demonizando sus costumbres y ritos y satanizando a sus sacerdotes o chamanes con el objeto de eliminar cualquier competencia a su monopolio espiritual y evitar las revueltas de esclavos y criollos en los territorios conquistados.

El tremendo choque de culturas que se dio en el Nuevo Mundo desde el siglo XVI provocó un crisol de nuevos cultos mágico-religiosos por toda América que conjugaban elementos africanos, amerindios y europeos en sus liturgias -destacando por el número de sus seguidores y su gran influencia entre las clases más pobres y marginadas, el Candomblé y la Kimbanda en Brasil, el Vudú en Haití y en New Orleans, y la Santería y el Palo Monte en Cuba-; que le robaban los fieles a los curas cristianos y minaban su credibilidad y, en consecuencia, la de las autoridades coloniales. Una situación muy peligrosa e inadmisible porque, sí los esclavos, libertos y mestizos dejaban de creer en el Dios de los blancos, no tardarían mucho en rebelarse contra ellos y cortarles las cabezas y violar a su mujeres, y saquear y quemar sus propiedades; como efectivamente acabó ocurriendo en Haití y más tarde en Cuba. 

En Cuba, si el esclavo se bautizaba, rezaba a la virgen, aprendía el idioma del amo y aceptaba su trabajo sin quejarse ni intentar fugarse, se le concedía cierta confianza y se le permitía recrear sus ritos dentro de la plantación o ingenio, en los llamados cabildos, para que se divirtiera y relajara las tensiones de su cruel existencia y la nostalgia por su mundo durante un rato los domingos y en carnavales y otras festividades religiosas. Se le permitía tocar el tambor, cantar, bailar, beber aguardiente y vestir sus trajes tradicionales; pero si escapaba y se convertía en cimarrón, automáticamente era clasificado por los blancos como brujo diabólico y hechicero practicante de la magia negra. Si el bembé sonaba en el batey los blancos decían que se trataba de una fiesta de esclavos, pero si el eco de los tambores venía del monte, de un palenke de negros revirados, decían que eran ceremonias de magia negra, ritos satánicos y sacrificios humanos que hacían los negros para burlar a sus perseguidores.

A finales del siglo XIX la corona española abolió la esclavitud y la mayoría de sus colonias se independizaron, pero la guerra sucia para estigmatizar a los nativos, a los negros y a los mestizos continuó durante gran parte del siglo XX y los prejuicios sociales que provocó aún perduran en nuestros tiempos. En Cuba, los ensayos que escribió el etnólogo, antropólogo, arqueólogo y periodista don Fernando Ortiz sobre la relación entre los “negros brujos” y la criminalidad en la isla no ayudaron precisamente a mejorar la imagen que tenían los criollos blancos de los africanos y de sus descendientes, ni de sus culturas y creencias religiosas, y todavía hoy en día mucha gente ve a los paleros como brujos malos y diabólicos, siempre asociados con los bajos fondos, y no como a sacerdotes y herederos de una cultura milenaria -la bantú-, muy anterior al cristianismo y, a día de hoy, prácticamente extinguida en África.

Resumiendo: El Palo Monte no es magia negra o magia blanca, magia mala o magia buena; simplemente es magia. La blancura o negritud, la oscuridad o la luz de las obras de un tata nganga dependen únicamente de la maldad o bondad que abriguen los corazones de las personas que buscan sus servicios y no de la naturaleza intrínseca del Palo Monte. 

No se engañen; los amarres de amor no son blancos o negros, buenos o malos según la disciplina mágica o método esotérico conque se realicen, ya que todos poseen el mismo objetivo de someter a una persona contra su voluntad. No importa si se realizan sacrificando animales vivos o jugando con velas aromáticas, todos los amarres son actos egoístas que violentan la independencia de alguien. Sin embargo, el egoísmo por amor no es un pecado grave, sino más bien el producto de un intenso sufrimiento emocional del ser humano. No por gusto se dice que “en el amor, como en la guerra, todo se vale”. El dolor, la humillación y la desesperación que causan en las personas ser abandonadas por el ser amado justifican la lucha por recuperar su corazón, como si fuera en defensa de la propia vida; ya que luchar para librarse de tal sufrimiento equivale a guerrear contra la muerte misma. En ese sentido, todos los amarres son obras de curación.

Mucha salud para todos y que Nsambi acutare,