martes, 12 de enero de 2021

A Propósito De Abakuá

En la anterior publicación hablamos del “llanto palero”, y mencionamos también al “llanto Abakuá” y a sus nkomos o tambores funerarios; por lo que hoy quiero ahondar en ésta; la más hermética e intimidante cultura religiosa afrocubana; llamada en ocasiones la masonería de los negros por las similitudes entre ambas fraternidades y su coincidencia en la historia cubana; como veremos más adelante.

 

La Abakuá es una sociedad secreta exclusiva para varones, de naturaleza religiosa y de ayuda mutua, que tiene sus orígenes en los cabildos carabalí en Cuba. Carabalí era el nombre dado en Cuba a los efik y los ekpe o ejagham (ekoi en Cuba) del sur de Camerún y Nigeria (Calabar), quienes en su tierra de origen se organizaban en sociedades secretas masculinas llamadas ngbe o ekpe (leopardo; fiera fundamental también en el Palo Monte).

 

El primer juego o potencia de la sociedad abakuá surgió en Cuba en la aldea de Regla en el año de 1836, y se difundió luego por La Habana, Matanzas y Cárdenas. Sus miembros llegaron a ser conocidos bajo el nombre de ñáñigos, un vocablo usado para designar los bailarines callejeros de la sociedad, también denominados diablitos o iremes, populares entre la gente del pueblo en Cuba, a raíz de su participación en el carnaval del Día de los Tres Reyes (6 de enero), cuando bailaban por las calles luciendo su atuendo ceremonial: un traje multicolor a cuadros, con un gorro cónico adornado con borlas.


Inicialmente, los abakuás sólo admitían negros como socios; sin embargo, a fines del siglo XIX las políticas de admisión de algunos juegos o potencias se liberalizaron permitiendo el ingreso de mulatos y blancos ( gracias al mítico brujo afrocubano Andres Petit; que también era un destacado masón; quién fundó la primera potencia Abakuá que aceptó a criollos blancos y mestizos en su “juego” ) . El objetivo de estas confraternidades era, y sigue siendo, la protección espiritual de sus afiliados y la ayuda económica; fruto de una cuota mensual destinada a auspiciar las actividades de la sociedad; pero también auxiliar o vengar a los hermanos que caen presos o son agredidos u ofendidos por miembros de otras potencias o por cualquier otro individuo o grupo enemigo.

 

El ejemplo más conocido de la beligerancia y valentía de los ñañigos a la hora de defender a sus hermanos, y que también ilustra la relación con las logias masónicas; auténticos hervideros de conspiraciones independentistas en las que abundaban los estudiantes e intelectuales contrarios a la corona; fue el intento de liberar a los 8 estudiantes de medicina fusilados el 27 de noviembre de 1871 por las autoridades coloniales, acusados de profanar la tumba de Gonzalo de Castañón; un periodista defensor del colonialismo español; en el que murieron heroicamente 5 hermanos Abakuá de uno de los estudiantes condenados; quien también era masón.

 

La sociedad posee una compleja organización jerarquizada, donde cada miembro u obonekue tiene funciones laicas y rituales específicas y detalladas. Los miembros se tratan unos a otros como hermanos y están vinculados por un juramento que los obliga a mantener en absoluto secreto lo relacionado con la sociedad y sus rituales herméticos. Cada juego tiene de 13 a 25 dignatarios o plazas, que gobiernan la sociedad y celebran los ritos, y un número ilimitado de iniciados. Las cuatro principales plazas son ocupadas por miembros que reciben los nombres de Iyamba, Mokongo, Isué y Isunekue. Estos nombres provienen del complejo mito de origen de la sociedad, un mito que juega un papel omnipresente en los rituales y en la organización jerárquica de los abakuás.

 

Anaforuana, las firmas Abakuá. Noten el
parecido con las Patipembas de Palo Monte.

Aparte de sus actividades como sociedad de ayuda mutua, los abakuás desempeñaban complejos rituales y ceremonias (plantes), bastante teatrales y dramáticos, en especial aquellos en que aludían a sus mitos de origen. Las ceremonias, tales como iniciaciones y ritos fúnebres, rituales para nombrar dignatarios, ceremonias para crear nuevos grupos, o la ceremonia anual para rendir homenaje a Ekué, bastante dramáticas, eran secretas y se llevaban a cabo en el cuarto sagrado del templo, conocido como el fambá, irongo o fambayín. Este cuarto era preparado para el ritual con signos místicos denominados anaforuana o firmas ( soy de la opinión de que las patipembas o firmas del palo monte se deben en parte al aporte, en los orígenes de la regla conga, de paleros que también eran Abakuá, y en parte a la influencia masónica, muy prolífica en su simbología ), dibujadas en el espacio ritual y en los objetos. Este sistema de escritura pictográfica también es usado por los abakuás para transmitir información.




Similitudes entre firmas Abakuá y símbolos masónicos.

 Como en otras reglas afrocubanas, la música es fundamental en las actividades rituales de los abakuás, quienes tienen dos tipos de conjuntos de tambores. Un conjunto sirve para las celebraciones públicas y el otro, un conjunto de tambores rituales simbólicos, se usa en las ceremonias esotéricas.

 

El primer tipo de conjunto está compuesto por cuatro tambores abiertos, ligeramente troncónicos, cada uno fabricado de un solo tronco de madera. Este conjunto se completa con otros instrumentos de percusión: dos sonajas llamadas erikundí, y una campana (ekón) hecha con dos triángulos de hierro a los que se les agrega una agarradera. Los tambores más grandes del conjunto a veces se elaboran de listones o duelas de barril o tonel. La piel (cabra) se monta a un aro que se mantiene en su lugar con una serie de cuerdas y cuñas (cuatro por lo regular) llamadas itón o bekumá. Estos tambores carecen de adornos o de pinturas decorativas. Como tambores sagrados son sometidos a una serie de ceremonias para consagrarlos y requieren un cuidado ritual especial. Son “alimentados” con sangre de los sacrificios y su piel debe ser marcada con los ideogramas abakuá (anaforuana).


Tambor Ekué a la izquierda, y a la derecha tambor Bonkó.

El tambor más grande de este conjunto (altura: 1m.; diámetro: 23 cm aprox.) es llamado el bonkó enchemiyá. Se coloca ligeramente inclinado en el piso sobre una piedra u objeto similar. Un tamborero (monibonkó) se sienta encima del cuerpo del tambor y lo toca con sus manos mientra otro (monitón) se acuclilla cerca a la parte baja del tambor y le golpea el cuerpo con dos palillos llamados itón. A veces el tambor se coloca derecho en el suelo y el tamborero toca de pie. Los otros tres tambores se conocen con el nombre genérico de enkomó o nkomos. Sus tamaños oscilan entre 9 y 10 pulgadas de altura y de 8 a 10 pulgadas de diámetro. A pesar de que no difieren considerablemente en tamaño se afinan para producir tres tipos de sonidos: el tambor más alto es el binkomé, el del medio es el kuchí yeremá, y el más bajo es llamado el obiapá o salidor. Se tocan sosteniendo el tambor debajo de un brazo, golpeándolo con el otro. La técnica de interpretación es similar a la que se usa para tocar el bongo, que involucra toques con los dedos, en vez de toques con toda la mano. Tradicionalmente la liturgia funeral ( llanto Abakuá ) se toca usando estos tres tambores, aunque algunos juegos usan el conjunto completo.

 

El conjunto de tambores “simbólicos” también comprende cuatro: el enkríkamo, el ekueñón, el empegó, y el eribó o seseribó, que a excepción del eribó son similares en morfología a los tambores descritos arriba. Además de estos existe otro tambor “simbólico”, el ekué, un tambor secreto que se mantiene oculto detrás de una cortina en el cuarto sagrado conocido como la famba. Los primeros cuatro tambores simbólicos difieren de aquellos del otro conjunto en la forma como están decorados: un penacho o plumero (varilla o caña vestida con muchas plumas), similar a los plumeros usados por los dignatarios a cargo de cada uno de estos tambores, se coloca al borde de los tambores, donde va la piel. Cada tambor tiene un plumero, mientras que el eribó tiene cuatro. Además de este adorno, los tambores simbólicos a veces se decoran con una “camisa” puesta cerca de la piel, hecha de jirones de una fibra llamada beléme o beléfe.



El empegó es el tambor usado por dignatarios que llevan el mismo nombre en invocaciones rituales especiales y para identificar como miembros de la sociedad a los participantes en un plante. Se conoce también como tambor de orden porque se usa para imponer la disciplina dentro del templo. Es el que abre y cierra todos los rituales. El ekueñón es el que usa el dignatario que “imparte justicia”. A este personaje se le asigna la tarea de los sacrificios rituales que deben ser presenciados por el tambor que lo personifica a él. El enkríkamo es el que se usa para convocar a los iremes o “diablitos”, que representan los espíritus de los fallecidos o entes sobrenaturales. El eribó está hecho de forma un tanto diferente de los otros tres tambores: la piel se pega o se cose a un aro hecho de un material flexible. Las ofertas inmolatorias se colocan sobre el tambor que representa al dignatario conocido como Isué (el “obispo”). Este tambor es sumamente reverenciado por los abakuás.

 

El tambor secreto, ekué, es uno de fricción, de una sola cabeza, de madera, con un sistema de tensión basado en cuñas. En la base tiene tres huecos que forman un pedestal con la forma de tres pequeñas piernas. Se toca al “frotar” un palillo sobre la piel del tambor. Siempre se mantiene escondido en el cuarto sagrado (fambá). El impresionante y casi sobrenatural sonido del ekué simboliza la voz mágica de Tanze, el pez que según el mito del origen de los abakuás, fue encontrado por una mujer llamada Sikán.

 

El mito del origen de los abakuás tiene numerosas versiones, algunas de ellas contradictorias entre sí, que giran alrededor de la forma cómo el dios Abisi envía una fuente de poder en la forma de un pez, Tanze, a dos tribus rivales conocidas en Cuba con los nombres de efor y efik. Es una mujer, Sikán, quien primero encuentra el pez en el río, y las diferentes versiones del mito explican las razones de su sacrificio y la exclusión de las mujeres de la sociedad. Algunos dicen que Sikán, que pertenecía a la tribu de los efor, reveló indiscretamente el secreto a los efik; según otros, ella traicionó su pueblo al casarse con un miembro de la tribu rival. En otras versiones del mito, Sikán, la dueña original del secreto, fue muerta por los varones para arrebatarle el poder, prohibiendo la participación de las mujeres en las ceremonias de tal forma que el poder nunca vuelva a sus manos.


De acuerdo con una de las versiones del mito dos tribus de Calabar, los efor y los efik, hostiles entre sí, vivían separados por un río sagrado, el Oddán, donde, según la tradición, Abisi (Dios) iba a entregar el Secreto a los elegidos (los efor). En este río los pescadores oyeron por primera vez la voz de trueno del sagrado (sonido que imita el ekué), una fuerza sobrenatural que de acuerdo con las profecías había asumido la forma de un pez y prometía honor, riqueza y prosperidad a la tribu que lograse su posesión.

 

Sikán, la hija de Mokuire o Mokongo, un prestigioso anciano de la tribu efor, fue al río a recoger agua, como acostumbraba hacerlo a diario. Poco después de haber puesto la calabaza llena de agua sobre su cabeza, oyó un estruendoso ruido fantasmal, que la llenó de miedo. Mokuire, luego de ser advertido que el pez estaba en manos de un mortal, siguió el camino al río y se encontró a su hija. La exhortó a mantener el secreto de lo que había experimentado, temiendo la reacción de Nasakó, el brujo de la tribu, quien le había dicho que el que descubriera el secreto debía morir.

 

Sin embargo, Mokuire llevó a Sikán a la cueva de Nasakó, quien tomó la calabaza con el pez y la escondió. Los miembros más importantes de la tribu fueron notificados, y gastaron muchos días consultando los oráculos, discutiendo, averiguando, tratando de decidir si Sikán había visto o no el pez sagrado, Tanze. Mientras tanto, Tanze se debilita y finalmente muere. Se fabrica un tambor, el ekué, con madera de palma, cubierto con la piel de Tanze, pero la voz sagrada se niega a hablar. Algo se debe hacer para recuperarla. Nasakó piensa que únicamente la sangre de Sikán, quien descubrió el Secreto, podría devolverle la vida. Sikán es sacrificada, pero el tambor permanece silente. Finalmente, Nasakó lleva a cabo una serie de ceremonias rituales que incluyen el sacrificio de un gallo y una cabra, y el fundamento o poder el tambor se afianza, su voz es recuperada.

 

Los efor, bajo presión de los rivales, los efik, acuerdan compartir el secreto con ellos, y así siete miembros de cada tribu, exceptuando Nasak, firman un acuerdo. De aquí viene la tradición de tener 13 plazas o puestos en la sociedad, los trece miembros que originalmente firmaron el pacto.

 


Desde el principio, la rivalidad entre los diferentes juegos abakuás de La Habana y Matanzas condujo con frecuencia a enfrentamientos violentos que contribuyeron a crear la mala fama que se ganó esta fraternidad secreta. Las conexiones criminales de algunos de sus miembros sumadas al racismo, las crónicas de la prensa sensacionalista y la ignorancia rasa alimentaron los prejuicios e incitaron la represión y la persecución que han acompañado a los ñañigos a través de su historia. 

 

Desde fines del siglo XIX hasta algunos decenios más tarde, ser abakuá era considerado un delito y también un sinónimo de “guapo”, tipo duro; al punto de que había hombres que pagaban mucho dinero para poder entrar en un plante, con el objeto de ser respetados y temidos en la calle. Ya en el siglo XX, muchos políticos, militares, músicos y gente relacionada con los bajos fondos buscaban la protección de alguna potencia Abakuá. 

 

Ejemplos célebres de abakuás de armas tomar fueron los del famoso chulo habanero del barrio de San Isidro Alberto Yarini, que murió acuchillado por asunto de mujeres a manos de un proxeneta francés y cuya leyenda fue llevada al cine más tarde; y el del gran percusionista cubano Chano Pozo, al que mataron a tiros en New York en 1948 por un asunto de drogas.


Yarini a la izquierda y su amigo
José Basterrechea.



 En la Cuba posterior a la Revolución los juegos abakuás continuaron siendo considerados focos potenciales de resistencia popular y su culto la más reprimida y malentendida de las prácticas religiosas afrocubanas. En el decenio de 1960 hubo arrestos indiscriminados de conocidos abakuás y las medidas represivas contra ellos continuaron en los años setenta. Desde entonces, sus valores se han deteriorado mucho a causa de la marginación sufrida durante décadas y a la miseria y la corrupción moral de la sociedad cubana actual. 

 

Antes, la buena conducta era un requisito imprescindible para ser Abakuá, y sólo si el delito cometido era por cuestiones de honor se aceptaba a un ex presidiario; ahora hasta en las cárceles hay plantes y aceptan a cualquier criminal. Para iniciarse como Abakuá hay que tener más de 17 años y ser recomendado por algún padrino, pero las exigencias han disminuido últimamente. Muchos de los nuevos iniciados son adolescentes con pésimo comportamiento social y jóvenes ex convictos. Los juramentan tipos irresponsables que no verifican ni averiguan mucho sobre los antecedentes de los postulantes; solo les interesa cobrar. De modo que la hermandad se está transformando en una versión cubana de las maras y gangas de Centroamérica y Norteamérica; más enfocada en la “guapería” y la delincuencia que en los aspectos religiosos y culturales de Abakuá.


Joven ñañigo exhibiendo su Eribanga o tatuaje Abakuá.


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viernes, 8 de enero de 2021

¿Qué Es El “Llanto Palero”



El “llanto” en el ámbito mágico-religioso afrocubano se refiere a las ceremonias rituales que rodean la muerte de los sacerdotes de Palo Monte; que es, junto a la Santería, el Espiritismo Cruzado ( mezcla de espiritismo kardeciano con elementos de la santería y el palo monte ) y las sectas de Ifá ( babalawos ) y Abakuá ( ñañigos ), uno de los principales cultos que se practican en Cuba.

 

Para los religiosos cubanos la muerte no es una ruptura sino una extensión de la vida. Los “muertos” o “espíritus” pueden materializarse y actuar en la vida cotidiana de las personas, dar consejos o interferir positiva o negativamente en la suerte de la gente, y por eso reciben diversas ofrendas, comidas, atributos y regalos para ganarse sus favores o alejar sus maldiciones. De modo que la muerte no es algo claramente opuesto a la vida, sino una barrera donde, al traspasarla, los recién fallecidos son susceptibles de convertirse en aliados de la vida cotidiana o ritual de otros seres humanos. Sin embargo, en el Palo Monte este paso del estado de vivo a muerto precisa tratamientos rituales complejos y largos que en conjunto reciben el nombre de “llanto”.

 

La muerte de un palero permite entrever no solamente su compromiso con esta religión sino toda su trayectoria ritual a lo largo de su vida terrenal en otras religiones afrocubanas. En efecto, en el momento de los funerales, las distintas entidades religiosas del difunto se ponen en escena y reciben atenciones litúrgicas específicas. En el momento de la muerte se juntan e interactúan así distintas ritos de distintas religiones.

 

El campo religioso afrocubano es múltiple y diverso y ofrece distintas posibilidades de iniciación y combinaciones de prácticas para un adepto. Así, es frecuente encontrar elementos cristianos en la liturgia palera; como los crucifijos que se encuentran en algunas ngangas para potenciar sus propiedades curativas y benéficas, y que se retiran o invierten cuando se van a realizar trabajos maléficos; y la costumbre de bautizarse en el rito católico antes de “rayarse” ( iniciación mediante cortes en distintas partes del cuerpo ) en el Palo Monte. 

 

También el Espiritismo es a menudo integrado en la práctica del Palo Monte. Es corriente que un palero haya empezado su práctica religiosa con la del espiritismo y que incorpore a muertos o espíritus de esta disciplina en sus trabajos de Palo Monte. Estos espíritus guías o auxiliares forman una “comisión” o “cordón espiritual” que acompaña al individuo desde su nacimiento y constituyen parte integrante de la persona, extensiones de su vida que van adquiriendo ciertas características y formando su personalidad.

 

Sin embargo, las relaciones con los muertos del Palo y con los espíritus del espiritismo son de hecho muy distintas. Habitando la nganga, el “muerto” del Palo Monte es considerado menos “desarrollado” que los espíritus de cordón. Estos no se materializan en objetos sino mediante un médium humano del que toman posesión o al que inspiran visiones e intuiciones.

 

Según sus necesidades terapéuticas y religiosas y, a menudo, bajo las orientaciones de los muertos del espiritismo y del Palo Monte, los religiosos cubanos pueden también iniciarse en la Santería o regla de Ocha, cuya práctica gira en torno al culto a los orishas o divinidades de origen yoruba, que se corresponden con ciertos santos y vírgenes del panteón católico y también con los mpungus y nkisis del Palo Monte. Para los hombres, existe también la posibilidad de iniciarse en la sociedad secreta Abakuá o en el sacerdocio de Ifá ( babalawo ), que son sectas estrictamente masculinas.

 

En Cuba es frecuente que un especialista de una tradición, como puede ser un santero o babalawo, “recete” a un consultante una iniciación en otra tradición como el Palo o el espiritismo para resolver sus dificultades. De este modo, muchos iniciados multiplican a lo largo de sus vidas las afiliaciones religiosas sin contradicción alguna entre ellas según las necesidades y las predicciones de sus distintos oráculos; como los caracoles de la santería, el tablero de Orúla, los chamalongos del palo monte, las posesiones o trances mediúmnicos y las tiradas de cartas ( tradicionalmente, naipes españoles heredados de la tradición gitana de los andaluces afincados en Cuba ), entre otros. 

 

No obstante, las múltiples iniciaciones deben seguir cierto orden: palo monte, vodú ( muy influyente en el Oriente de la isla debido a las migraciones de haitianos ocurridas en la década de los años 40 del siglo XX ) Abakuá; santería y por último Ifá ( la práctica del espiritismo y del catolicismo es paralela a las demás ya que no requieren iniciaciones como tal ). En teoría no se puede “retroceder” -por ejemplo, normalmente uno no puede “rayarse” en Palo después de haber “coronado santo” en la regla de Ocha-, en la evolución espiritual; aunque a menudo los practicantes encuentran soluciones rituales creativas para contornar estas leyes, como el rito del jubileo ( supuesta y controvertida jubilación del santo coronado para poder rayarse en Palo ). Pero lo “natural” y más frecuente es que a los futuros paleros se les detecte su “nsila congo” o camino en las reglas congas desde sus primeras consultas adivinatorias, ya sean de palo o de Ocha o de Ifá.

 

Una nueva iniciación no implica apartar los precedentes compromisos religiosos. Es más, no es raro que durante la adivinación o consulta principal que se realiza en la coronación de un santo, el orisha tutelar manifieste que el nuevo iniciado debe seguir “trabajando con el muerto”( en este contexto, la palabra “muerto” se refiere tanto a los espíritus de cordón  como a los nfumbes del palo Monte ). Esa es la razón por la que tantos santeros afirman que “el muerto está arriba de todo” o que “sin muerto no hay santo”.

 

Cualquier sacerdote que fallezca, al dejar la vida terrestre e integrarse en esta categoría puede seguir cumpliendo así una función religiosa: primero como ancestro dentro del parentesco ritual, invocado en las actividades religiosas de sus ahijados, y segundo como muerto del “cuadro espiritual” de un vivo o como nfumbe de palo monte; aunque los miembros de su familia biológica y ritual buscarán impedir esto porque implica que un muerto se quede así atado a lo material, en una situación de “atraso” que no lo deja desarrollarse y progresar como espíritu de luz.

 

Esta transformación del difunto en nfumbe o espíritu guía o auxiliar requiere diversas operaciones rituales. Los religiosos consideran precisamente que la función de las ceremonias fúnebres realizadas antes del entierro radica en garantizar el “buen paso” del estado vivo a muerto, así como en “abrirle los caminos” al recién fallecido hacia otro tipo de existencia.

 

Cuando un iniciado se muere en Cuba, su funeral tiene generalmente lugar en el mismo día o al siguiente de la muerte. Se compone de diferentes fases: interrogaciones a los oráculos, preparación del cuerpo del difunto, velorio ( lo que los paleros llamamos específicamente “llanto” ) y entierro.

 

Cuando un palero fallece, inmediatamente se manda llamar a sus “mayores” -es decir, a su padrino o madrina o, si estos ya han muerto, a otros “hermanos de religión” ( ahijados del mismo padrino o miembros del mismo munanso del fallecido ) más viejos a nivel iniciático dentro del palo monte. Si los padrinos ya han muerto, generalmente es el bakonfula -mayordomo o primer capacitado de un munanso, o ayudante principal de un tata o yaya nkisi- quién se encarga de organiza y dirigir los rituales y ayudar a la familia con los trámites burocráticos pertinentes. Igualmente se llama al padrino o madrina de santo del difunto, ya sea santero o babalawo, o a sus “mayores” en Ocha, en caso de que ya esté muerto, para que se encarguen de los rituales yorubas.

 

Las ceremonias empiezan con un ritual adivinatorio con objeto de establecer la causa de la muerte; ya que, para que el espíritu del difunto pueda desarrollarse en paz es preciso aclarar que su fallecimiento fue por causa natural y no consecuencia de un ataque de brujería o de cualquier otra manipulación religiosa; en cuyo caso serían necesarias otras ceremonias más complejas que las habituales.

 

Una vez establecida la causa de la muerte, se realizan las distintas secuencias rituales de cada culto al que estuviera afiliado el difunto, empezando por los ritos de santería, después los de Abakuá y por último los propios de palo monte. Las prácticas espiritistas y cristianas se llevan a cabo paralelamente o interviniendo en las otras ceremonias, bajo la forma de rezos, imágenes cristianas y bóvedas espirituales, principalmente.

 

En el Itutu se define mediante la adivinación de los oráculos yorubas el destino de las “prendas” u objetos de santería ( Guerreros, soperas, piedras, collares, etc ) que materializaban el compromiso del difunto con sus santos; que pueden ser heredados por sus ahijados, enterrados con el cuerpo o en el monte, despedidos en un río o en el mar, etc; para deshacer o reconfigurar las relaciones del fallecido con sus orishas de cabecera, égguns y demás entidades de la Ocha. Para finalizar se sacrifican un par de gallos o gallinas.

 

Después de esta ceremonia se reúnen algunos de los ahijados, hermanos o mayores del difunto; ya sean de santería, palo monte o Abakuá; para lavar el cuerpo en un cuarto de la casa. Par este baño se prepara un omiero -líquido ritual preparado con agua y yerbas troceadas a mano, flores y otras sustancias; también llamado mamba en palo monte; que puede llevar; por ejemplo; algodón, alanto, verdolaga, albahaca, bledo blanco y prodigiosa- y lavan el cadáver mientras cantan los rezos yoruba – “ilé ilé alue iba unsebo banye ayé”; por ejemplo- y los mambos de palo monte de rigor, para ahuyentar a los malos espíritus y que el difunto pueda encontrar sin obstáculos su nuevo camino en el más allá.

 

Las ceremonias fúnebres propias de palo monte se celebran después o durante el lavado del cuerpo, en el nso nganga o “cuarto del secreto” donde se haya la “prenda” ( caldero, güira, saco, cazuela, cuerno o muñeco de madera donde habitan los nkisis y nfumbes del palo monte ) del difunto, exclusivamente por los asistentes que estén “rayados” o iniciados en esta regla. El bakonfula abre el ritual encendiendo una vela frente a la nganga y los demás “firman” o trazan sus patipembas ( firmas o dibujos simbólicos que representan a cada palero ) con yeso en el suelo para dar fe de su presencia. A continuación se trazan otras patipembas llamadas “firmas de despacho”, que en combinación con ciertas yerbas; como caimito y kimbansa; fula ( pólvora mezclada con polvos de 21 palos ) y otras sustancias y mambos o rezos “alumbran el camino del muerto en el más allá”.

 

Después el bakonfula da tres toques con el puño en el suelo frente a la prenda para saludar al nfumbe o nkisi que la habita y continúa pidiendo licencia a Nsambi y a todos los ancestros en un orden preciso: primero a los muertos de la rama palera del difunto -sus ancestros rituales-, después a su padrino de palo, sí ya ha fallecido, y finalmente a los muertos de su familia biológica y a los de su cordón espiritual; a los que informa de la muerte del palero y luego los interroga con los chamalongos ( oráculo de palo monte constituido por cuatro o más conchas marinas o chapas de coco ) para determinar el destino que debe darse a las diferentes prendas o artefactos rituales del difunto. Si así lo manifiesta en los signos o caídas de los chamalongos, la nganga o prenda principal puede ser “liberada” del compromiso con los humanos y ser “deshecha”; lanzándola al mar o a un río, por ejemplo; para que pueda “seguir su propio camino”, o si lo prefiere puede “quedarse” para seguir representando a su dueño dentro de su propia familia religiosa. En este último caso, se prosigue la consulta con preguntas más particulares sobre el lugar donde debería quedarse la prenda y sobre la identidad de su custodio, atenciones especiales que precisa, etc. Al finalizar la consulta se mata un gallo arriba de la nganga para que coma, y después se prepara el ataúd con las firmas y rezos correspondientes, dando inicio al ritual del “llanto”.

 

La ceremonia del “llanto palero”, cómo tal, transcurre durante la preparación y ejecución del velorio. Después de proteger el ataúd se introduce al difunto vestido con el mismo traje con el que coronó santo en su día y se coloca en el centro de la sala donde se le velará. A continuación, el bakonfula saca en brazos la prenda del munanso cubierta con un paño negro, en señal de duelo, y la pone debajo del ataúd, enciende una vela en cada esquina de la caja y a su alrededor traza un círculo con fula. También los ahijados o hermanos espiritistas pueden colocar un vaso de agua con un crucifijo dentro bajo el ataúd y rezar el Ave María y el Padre Nuestro durante el “llanto”.

 

El velorio puede durar varias horas, durante las cuales se suceden los distintos rituales, rezos, invocaciones y cantos que conforman el “llanto palero”; término propio también de los ñañigos, que llaman a sus funerales “llanto Abakuá”. Estos cantos son piezas fundamentales del “llanto” y se entonan por los asistentes siguiendo el mismo orden de las iniciaciones del difunto: empezando por los cantos yoruba, después los cantos del “llanto Abakua” y por último los mambos de palo monte; aunque hay momentos de clímax en que se entremezclan voces y versos de distintos cultos y dialectos.

 

Contrariamente a los cantos de santería y a los de Abakuá, los mambos de palo monte mezclan versos en dialectos “congos” o de origen bantú con versos en castellano para que su sentido sea parcialmente entendible para todos. De ese modo, sus letras “bilingües”cumplen una función cohesiva, no solo para los paleros, sino para todos los asistentes al “llanto”.

 

Muchos de estos mambos tienen como objetivo explícito celebrar y despedir al difunto, hacerle seguir su camino de forma digna, en adecuación con su estatus de sacerdoteal mismo tiempo que expresan el duelo de los presentes.

 

Vamo’ llorar, caymito

Vamo’ llorar, caymito

 

Mientras se canta este primer mambo, el bakonfula puede ir tomando las medidas de pies a cabeza de todos los participantes; incluso profanos; con una serie de cintas o tiras de tela de distintos colores previamente preparadas.

 

Es normal en los “llantos” que se incluyan percusiones, si la familia del difunto puede permitirse contratar a los músicos iniciados y especializados en los distintos “toques” rituales de origen africano que se emplean en la Santería, el Palo Monte y Abakuá. Los cantos yorubas se acompañan con toques de “batá” ( trío de tambores sagrados de la regla de Ocha ), los del llanto Abakuá con los “nkomos” ( tambores portables, para tocar de pie o andando, de la liturgia Abakuá ), y los mambos de Palo Monte con sus “cajones” ( cajas de percusión de madera que se tocan con las manos como un tambor ):

 

Tengo yo Tengo yo
Como Nzambi te manda tengo yo
De Guinea Congo (coro)
Como Palo yo

 

Otro:

 

Bembembe makotero
Bembebembe [coro] wanawa
Kariakongo [es]tá de lemba
Viramondo [es]tá de lemba
Se va buen amigo se vá
Con su maña
Mambe Dio!

 

Antes de cerrar la caja para “santiguar” o “limpiar” ritualmente a los presentes de las malas energías acumuladas en el lugar y del contacto directo con un recién fallecido -con un mazo de yerbas en la mano pasándolo por el cuerpo de cada persona y soplándole humo de tabaco-, el bakonfula coloca dentro del ataúd, junto al difunto, las cintas que usó para tomar las medidas de los asistentes al funeral.

La última parte del “llanto” transcurre en el entierro en el cementerio y la dominan los mambos de Palo Monte y los “saludos” para recordar a todos los miembros importantes de las distintas “familias religiosas” del finado. Al lado de la tumba, el bakonfula enciende una vela encima del ataúd y dibuja nuevamente una “firma” de palo sobre la caja y entona, con la asistencia, un nuevo mambo dirigido a Nzambi, el dios supremo:

Nzambi narire
Nzanda kunia
Pluma nana pluma nana
Nzambi manda que yo reza
por la señal

Otros mambos:

 

Llegué, llegué caminando
Llegué, llegué saludando
Con mi nganga
Llegué, llegué Mama Wenge [u otro mpungu de cabecera]
saludando el campo santo [es decir el cementerio]
Tchitchiribako
Una nganga [es]tá llegando
Ganga buena [es]tá llegando…

 

Malembe, malembe
Ah, Simbiriku
Ah, si la ngoya malembe…

 

Ngunguru Ngungurua
anafinda ngunguru
Ngunguru Ngungurua
Anafinda ngunguru
Ngunguruá…

 

Ando ando ngurumá
Bamba [nganga?] casó casó
Gurumá só
Bamba casó gurumá…

 

Finalmente, todos cantan este mambo de despedida y los parientes y ahijados comienzan a salir del cementerio:

 

Wiri wiri maué
Wiri wiri maué
Mambo calló
Wiri mambo lloró
Kikiriri…

 

Así concluye el “llanto palero”.

 

Saludos a todos y que Nsambi acutare,




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