domingo, 30 de julio de 2023

Cómo Amarrar a un Hombre


¿Cómo se hace un amarre?, me preguntan una y otra vez. Les digo que lo más seguro es contratar los servicios de un brujo, pero insisten: ¿No hay nada que yo pueda hacer por mi cuenta y que funcione? Y la verdad es que si, por lo que hoy intentaré aclarar esa cuestión.

Si bien es cierto que para amarrar a alguien no basta con reproducir al pie de la letra la receta o fórmula de un hechizo de dominación y es conveniente estar iniciado y versado en alguna disciplina nigromántica para obtener resultados prácticos, debemos admitir que también es cierto que existen personas -sobre todo mujeres y algunos hombres enloquecidos de amor- que, en un momento dado y a menudo sin darse cuenta, son capaces de enfocar tal cantidad de energía emocional -odio, amor, celos, envidia, deseo, venganza, etc;- sobre otra persona que consiguen atraerla, dominarla o desgraciarla de forma natural, sin saber nada de brujería. 

 

Partiendo de ese hecho, a continuación les explicaré un nkangue o amarre de Palo Monte que resulta bastante sencillo -que no es lo mismo que fácil- de ejecutar y que puede surtir efecto, aunque no se esté capacitado para realizarlo, si durante el ritual se concentra y proyecta vehementemente sobre el ser amado la pasión que se le profesa. Si el sentimiento es intenso y verdadero -y no un simple capricho pasajero- y en el transcurso del rito se le deja salir y expresarse espontáneamente -cómo si tuviera vida propia-, es posible que esa formidable energía se transmute en flecha mágica por la fuerza del deseo y salga disparada por el plano astral hasta alcanzar de lleno el corazón del otro en el mundo real.

 

Para demostrar a los espíritus la pureza y gravedad del sentimiento que se desea satisfacer mediante este nkangue y, de ese modo, ganarse su favor para que se cumpla exitosamente, se recomienda -esta es la parte difícil- ayunar y abstenerse sexualmente al menos 24 horas antes de empezar el trabajo; que debe hacerse de viernes para sábado -el viernes es la noche de Venus, planeta correspondiente a la diosa del amor-, entre la una y las tres de la madrugada, con luna nueva o creciente. También es conveniente practicar cierto recogimiento y sosiego previamente; lejos del bullicio mundano; para vigilar que el fuego de la pasión no se apague con el viento de las distracciones cotidianas.

 

Si puede, retírese al campo o al mar para enfocarse mejor en su objetivo; de lo contrario, enciérrese en su casa y concéntrese en los preparativos del nkangue y en recordar a la persona amada y visualizar sin descanso y con lujo de detalles cómo se materializa en un futuro próximo el sueño de conquistarla y poseerla; hasta que caiga en un estado de trance o ensueño del que luego -de puro agotamiento- pasará a un sueño normal, hasta la hora del ritual.

 

Un par de copas de algún licor fuerte como el ron le ayudarán a desinhibirse y a exaltar sus emociones para propiciar el trance, pero evite emborracharse o lo echará todo a perder. También puede fumar tabaco -si le gusta y lo aguanta en ayunas-, pero no consumir drogas ni psicofármacos de ningún tipo un mínimo de 24 horas antes de iniciar la obra.

 

Los preparativos del nkangue son laboriosos adrede, para facilitar la concentración mental y consisten, aparte de reunir los ingredientes, en confeccionar un muñeco de tela que simbolice y ayude a visualizar al ser amado; “cargarlo” o rellenarlo con su rastro -los rastros pueden ser físicos, como cabellos, uñas, ropa con sudor, sangre u otros fluidos, etc; o simbólicos, como el nombre y apellidos, la fecha de nacimiento, foto, dibujo, etc;-, pelo púbico de la persona ejecutante y una piedra imán hembra -que se puede adquirir en una ferretería-; sellarlo cociendo sus bordes con numerosas y apretadas puntadas de hilo rojo -que nunca deben sumar un número par y que deben darse en sentido contrario a las manecillas del reloj; empezando y terminando por la cabeza, como se muestra en la imagen- y después envolverlo de arriba abajo atándole finas tiras de tela - recortadas previamente de una prenda de ropa interior propia bien sucia- hasta que parezca una momia.

 



Después se amarra de nuevo, pero esta vez con cordel rojo, cuyo ovillo nos metemos en la boca para ir sacando de ella el hilo húmedo de nuestra saliva y atando a la “momia” con 7 nudos triples por delante y 7 nudos triples por detrás, sin cortar el hilo hasta el final. Empezamos por delante con un nudo en el cuello y continuamos haciendo nudos a la altura del pecho, en la zona abdominal, en la cintura, en la entrepierna y en los pies. Después le damos la vuelta al muñeco y -sin cortar el hilo- continuamos haciendo nudos por la parte de atrás, repitiendo los 7 nudos a las mismas alturas, pero empezando por los pies y terminando en el cuello, como se muestra en la imagen, mientras decimos este mambo o rezo:

 

Siete Sayas es Mariwanga

Y en cada saya un poder

Y aunque es fea como rayo

Siete hombres la cortejan

Cuál si fuera Mamá Chola

La gran diosa del amor.

 

¡Ay yayita María Nganga 

Préstame una de tus sayas

Para ponérmela yo

Que te juro darte un gallo

Si me traes su corazón

Y aquí te dejo mi menga

De fe como prenda es!

 

Siete veces yo te amarro

Fulano de tal y tal(aquí se dice el nombre y apellidos del objetivo del nkangue)

De la cabeza a los pies

Por delante y por detrás

Como hacía Siete Sayas

Remolino Vira Mundo

La que hacía y deshacía

Con sus esclavos de amor

 

Un nudo rojo en el cuello

Para que te ahogues sin mí

En el corazón otro lazo

Para que baile por mí

El tercero, cuarto y quinto

En las tripas y en el pito 

Para que no goces sin mí

Y el seis y siete en las patas

Para que te traigan a mí

 

Y por si aún te resistes

Y la vuelta te quieres dar

Siete nudos en la espalda

Para impedirte escapar

Como hacía Mariwanga 

La que vuela en siete sayas

Mbobando siete hombres

Con sus faldas por placer.

 

¡Ay yayita María Nganga 

Préstame una de tus sayas

Para ponérmela yo

Que te juro darte un gallo

Si me traes su corazón

Y aquí te dejo mi menga

De fe como prenda es!




 

Cómo explicaba antes, hay que ponerle pasión a este rezo, sentir cada palabra y no repetirlas como un papagayo. Se aconseja practicar previamente para hacerlo bien en el ritual, sin errores, dudas o tartamudeos. El mambo debe cantarse una y otra vez mientras cargamos, cosemos, atamos y anudamos al muñeco; empezando a media voz, como una letanía, y subiendo el tono in crescendo hasta casi gritar al final de la obra; por lo que se recomienda memorizar cada estrofa para no estropear la energía mágica que fluye del ritmo ascendente con interrupciones del trabajo para leer el texto.

 

Otra de las ventajas de rezar de memoria el mambo mientras realizamos cada paso del nkangue es que hacer dos cosas distintas a la vez -en este caso, rezar y al mismo tiempo trabajar con las manos- surte el efecto de acallar en nuestra mente la voz del Ego o pensamiento racional, facilitando así el estado de trance que precisamos alcanzar para liberar de nuestro ser un poco de energía espiritual que atraiga la atención de las entidades invocadas -como Mariwanga- sobre el trabajo que estamos haciendo, para que le insuflen su poder y transporten la obra a buen puerto por el Astral. 

 

Y es que todas las personas, aunque no estén versadas en las artes ocultas ni hayan nacido con dones mágicos o extrasensoriales poseen un alma -que abandona el cuerpo tras su muerte y se convierte en espíritu-, cuya sustancia inmaterial o plasma es la misma de la que están hechos los nfumbes y nkisis; así como el llamado “cordón de plata” que nos conecta a ellos y a la dimensión astral o más allá donde habitan; que podemos emplear con fines mágicos si aprendemos a liberarla del control del Ego. 

 

La complejidad y extravagancia de los diversos pasos e ingredientes de muchos hechizos tienen como único fin ensimismar al practicante para provocarle el trance. El alma sale del cuerpo espontáneamente cuando el Ego duerme, pero como estamos dormidos no podemos emplear su energía conscientemente para nuestros fines -en realidad existen técnicas para despertar en los sueños y utilizar nuestra energía espiritual a voluntad, pero son muy avanzadas y peligrosas para principiantes-; por lo que nos vemos obligados a engatusar al Ego durante su vigilia, dándole dos misiones distintas y simultáneas -como rezar y coser o cantar y bailar a la vez, por ejemplo- para que se distraiga durante el tiempo suficiente para que el alma se desprenda de la carne y nos auxilie en nuestras labores nigrománticas. Esas distracciones constituyen trances o ensueños que cualquier persona puede desarrollar para trascender las leyes físicas desde el plano astral y, de esa forma, obtener resultados mágicos en el plano terrenal. 

 

Pero volviendo al nkangue: Antes de empezar a cargar y amarrar al muñeco debemos preparar condiciones; elegir el lugar más adecuado para el ritual y reunir allí todos los materiales, sustancias, herramientas y demás elementos que necesitaremos, para luego no tener que interrumpir el trabajo para buscar nada. Cualquier interrupción o distracción externa; como llamadas de teléfono, bulla de vecinos, ladridos, alarmas de coche, etc; puede cortar el trance o espantar a los espíritus, y echar a perder la obra. 

 

Si conoce dónde vive o se encuentra el ser amado, compruebe en el mapa en qué punto cardinal se haya con respecto a usted y oriente el nkangue en esa dirección; colocándose frente a ella y no de espaldas o de lado, para ejecutar el ritual. También es útil escribir la dirección con grafito en un papel de estraza e incluirlo en la carga del muñeco.




 

Con la mano derecha y tiza amarilla trace en el suelo la siguiente patipemba -que es la firma de este nkangue- y a continuación repítala con la mano izquierda y tiza blanca sobre la otra(el color amarillo simboliza la vida y el blanco a los espíritus cuya ayuda solicitamos para influir en los en los vivos), cuidando que la punta de la flecha central apunte en dirección a la víctima. Después rocíe la patipemba con cuatro buches de malafo(aguardiente de caña, cachaza o ron blanco) en las cuatro direcciones; empezando por el norte y terminando en el oeste; y luego cúbrala con abundantes bocanadas de humo de tabaco en sentido contrario, iniciando por el oeste y concluyendo en el norte.

 

Coloque en el centro de la firma el muñeco entre dos velas rojas encendidas(si precisa más luz para alumbrarse, coloque más velas alrededor -no dentro- de la firma, pero que sean blancas, y bajo ninguna circunstancia utilice luz eléctrica, pues no es del agrado de los espíritus) y proceda a cargarlo, cocerlo y amarrarlo mientras recita el mambo o letra del hechizo, como explicamos antes.




 

A continuación cubrimos el nkangue -el  bulto de tela con el muñeco amarrado- con 4 buches de malafo y cuatro bocanadas de humo de tabaco, sin levantarlo del suelo o moverlo de su sitio en la patipemba. Por último hágase un pequeño corte en la mano o un pinchazo en un dedo y derrame al menos tres gotas de su menga o sangre sobre el nkangue, mientras clamamos en voz alta:

 

¡Ay yayita María Nganga 

Préstame una de tus sayas

Para ponérmela yo

Que te juro darte un gallo

Si me traes su corazón

Y aquí te dejo mi menga

De fe como prenda es!

 

Así termina la primera parte o ritual de esta obra. Dejamos el nkangue sobre la firma, custodiado por las velas rojas; que deben permanecer encendidas hasta la noche siguiente; recogemos el resto y después nos duchamos para quitarnos las malas energías. Si podemos enjuagarnos con agua mezclada con hojas ripiadas de albahaca y hierbabuena o al menos con agua de rosas, mejor; pero también vale frotarse las manos, cara y cuerpo con cenizas de tabaco o de fogón.

 

A la noche siguiente envolvemos en papel estraza o kraft el nkangue junto con los restos de las velas rojas y del puro empleado en el ritual, dándole varias vueltas y atándolo en cruz con cordel o cinta de color rojo para que quede un bulto bien apretado, y nos vamos a un monte donde corra un río o arroyo y lo arrojamos a la corriente mientras repetimos en voz alta el mambo de Mariwanga y ofrendamos un vaso de malafo, otro de cerveza, otro de vino seco, medio vaso de miel de abejas y otro tanto de miel de caña y 7 monedas o centavos de cobre en la tierra y en el agua, respectivamente. Al terminar nos damos media vuelta y nos marchamos del lugar sin mirar atrás ni una sola vez.

 

Así concluye la segunda y última parte de esta obra de nkangue, pero no debemos olvidar que al cumplirse el amarre tenemos que pagar la deuda contraída con los espíritus, volviendo al río de noche para repetir las ofrendas de la vez anterior, pero esta vez añadiendo el sacrificio de un gallo que no sea blanco; al cual mataremos sujetándole la cabeza con un pie y tirando del cuerpo hasta separarlo de la cabeza; cuya menga verteremos en la corriente del río.


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viernes, 7 de julio de 2023

El Palo Monte Mayombe Original


¿Cómo era el verdadero Palo Mayombe que practicaban los brujos congos que llegaron a Cuba como esclavos? Es una pregunta que me hacen mucho los lectores y tiene su lógica pensar que Mayombe era el Palo Monte original, pues siempre se ha dicho que fue la primera regla conga; fundada por negros libres que no admitían a blancos ni a mulatos en sus potencias; de modo que resulta razonable -aunque equivocado- deducir que la liturgia mágica de los primeros mayomberos era bastante fiel a la practicada en el Manikongo o reino del Congo, de donde procedían. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.

 La llamada regla de Mayombe saltó a la palestra poco después de que la corona española aboliera laesclavitud en Cuba en 1880 y los negros empezaran a mudarse a la periferia de los poblados y a organizarse en torno a los antiguos cabildos(asociaciones culturales creadas por los españoles en las villas e ingenios para que los esclavos pudieran reunirse por etnias y celebrar algunos de sus ritos y tradiciones); pero los brujos bakongos habían estado arribando a distintas partes de la mayor de las Antillas y haciendo brujería en sus montes desde el siglo 16; por lo que es difícil creer que en todo ese tiempo solo existió un único modo -mayombe- de hacer hechicería bantú en Cuba, o que su conocimiento se transmitió intacto a sus descendientes en las ciudades. 

 

Lo ciento es que el Palo Monte cubano se fue formando, entre los siglos 16 al 19, casi exclusivamente en los campos de la isla -en los ingenios, bateyes y palenkes- por decenas o, quizás, cientos de chamanes bantúes de distintos dialectos y tribus; cuyos rituales mágicos no habían parado de transformarse en los últimos cuatro siglos, tanto en Africa -debido, especialmente, a la influencia religiosa y cultural europea que habían experimentado involuntariamente sus pueblos bajo la dominación portuguesa- como en Cuba -principalmente por el contacto e intercambio con los nativos indígenas de la isla, como siboneyes, taínos y guanajatabeyes, y con esclavos de otras etnias africanas, como yorubas, ararás, mandingas, gangás y calabaríes-, que fueron arribando a la isla en diferentes épocas a lo largo de casi cuatrocientos años; mientras que la regla de Mayombe fue una organización urbana muy posterior, creada tras la abolición de la esclavitud por descendientes de esclavos y ex esclavos llegados de Africa en el propio siglo 19 -bastante diferentes de los negros congos de siglos anteriores, debido a la creciente influencia musulmana y europea-; cuya liturgia presentaba graves diferencias con el Palo Congo practicado en las regiones rurales.

 

Los brujos congos que llegaron a Cuba en el siglo 16 ó el 17 no conocían el tabaco, ni el maíz, ni el espejo, ni la pólvora, ni trazaban patipembas, ni adivinaban con cuatro conchas, ni portaban machetes de acero; elementos básicos o habituales de todas las posteriores reglas de Palo Monte, incluyendo a la de Mayombe. Hasta que los encadenaron y metieron en galeones rumbo al Caribe, aquellos hombres cazaban con lanzas y flechas, bebían vino de palma de una calabaza seca y no trabajaban con santos o mpungus, sino únicamente con espíritus de la naturaleza local donde vivían y de personas difuntas -generalmente familiares- contenidos en pequeños fetiches antropomórficos -nkuyos y nkisis- tallados en madera, con los cuales se comunicaban directamente al entrar en trance. 

 

Los primeros nkisis que fundamentaron aquellos brujos en Cuba -al menos, los primeros nkisis creados en libertad; en los palenkes de cimarrones a los que lograban unirse; pues en los ingenios y cabildos también se “jugaba” congo, pero como los esclavos estaban bajo la atenta vigilancia de sus amos y de las autoridades coloniales, que prohibían la hechicería y los cultos paganos, no podían usar huesos humanos en sus prendas, ni sacrificar animales a sus deidades; a las que debían disfrazar de santos católicos para poder saludarlas en sus ceremonias; que por fuerza tenían que limitarse a la parte cultural de sus rituales; a la música, los cantos y bailes; como inocuas representaciones o “juegos” en recuerdo de sus tradiciones- también fueron prendas pequeñas y portátiles, adecuadas a la vida nómada y guerrera de los cimarrones y muy distintas a los enormes y pesados calderos de hierro y cazuelas de barro o ngangas empleados siglos más tarde en las ciudades por sus sedentarios descendientes; pero fabricadas con elementos propios de la naturaleza cubana; como ntotos y mataris de sus montes, ríos y costas; nkunias y ngandos de su flora y fauna autóctona -como la siguaraya, la palma real, la palma barrigona, el caguairán o “quiebra hacha”, el jagüey blanco y la ceiba; la jutía(llamada popularmente “conga” por la cantidad de ellas que cazaron los congos en la manigua), el almiquí, el manatí, el manjuarí, el cocodrilo cubano, el majá de santa maría, el caracol polimita, el tocororo, el zunzún, el perico y el guacamayo cubanos, etc- y también elementos de su cultura y realidad: como rastro de sus poblados, iglesias, cárceles, cementerios, caminos, líneas de ferrocarril, etc; y kriyumba de indios nativos de la isla, de inmigrantes chinos -la más apreciada por muchos paleros- y, por supuesto, de hombres blancos; además de incorporar al manejo de las mismas usos mágicos desconocidos en el Congo, como las ofrendas de humo de tabaco o los amarres con hojas de maíz.

 

Por otra parte, como habían sido traicionados y vendidos por su propia gente, los bakongos no se fiaban ni de blancos, ni de criollos, ni de nadie. Para ellos su magia era la única arma y herramienta que poseían en un mundo que les era ajeno y hostil y de ningún modo iban a regalarla a sus enemigos y rivales. Sus chamanes no confiaban todos sus conocimientos ni a sus propios discípulos y tampoco dejaron información escrita, puesto que no poseían lenguaje escrito propio ni dominaban el de los blancos y, por consiguiente, no existen ni existieron nunca libretas y, mucho menos, tratados de los brujos congos originales que inspiraron el Palo Monte cubano, ni forma de saber detalladamente cómo eran sus rituales y artefactos más antiguos; pero al menos tenemos la certeza de que los supuestos descendientes congos que fundaron Mayombe siglos después no pudieron heredar todos sus secretos, ni de lejos, y tuvieron que rellenar sus lagunas con suposiciones y elementos de otras culturas y disciplinas esotéricas. De hecho, no está claro que Mayombe descienda de brujos bakongos, ya que existen publicaciones cubanas de la primera mitad del siglo 20, como los libros de Lydia Cabrera, en las que se mencionan las reglas conga, gangá y mayumbe como tres cultos étnicos diferentes.

 

Sabemos que el Palo Monte practicado por los congos en los campos de Cuba sufrió muchos cambios y aportes a lo largo de cuatro siglos, pero siguió siendo un culto básicamente chamánico, intuitivo y anárquico; sin organización, dogmas, ni jerarquías; en el que cada brujo hacía las cosas a su manera y no dejaba de investigar y experimentar sin dar cuentas a nadie; mientras que el desarrollado en las ciudades se volvió más complejo, dogmático y hermético; adoptando un formato de fraternidad secreta parecido al de las potencias Abakuá y algunos de sus elementos rituales característicos, como las contraseñas o saludos secretos y las patipembas de yeso y pólvora; inspirados, a su vez, en la estructura iniciática gradual de las logias masónicas y en las firmas de la magia negra europea, respectivamente, que tanto influyeron en los ñañigos -más adelante publicaré un artículo en el que estoy trabajando en el que ahondo en las similitudes entre las firmas Abakuá, las firmas de Palo Monte y las firmas de la magia negra europea-.

 

A  mediados del siglo 20, el Palo Monte desarrollado en los campos de Cuba había variado mucho de cómo se hacía brujería en el Manikongo en siglos anteriores, y ahora se practicaba con prendas contenidas en sacos de yute colgados del techo de los bohíos; que bajaban solo cuando se iba a jugar; en cazuelas de barro, y en cajones y toscos muñecos de madera -llamados kini kinisnkuyos o chicherekús, que se daban un aire a los antiguos nkisis de sus ancestros, y cuyos secretos de confección se fueron perdiendo en las primeras décadas del siglo 20; sobreviviendo únicamente el famoso Nkuyo Lucero o Lucero Cuatro Vientos; aunque sufriendo también muchos cambios en su aspecto, contenido y funciones; pasando de constituir una amplia gama de espíritus regionales de montes, cuevas, caminos, ríos, ojos de agua, etc; a convertirse en una sola entidad más universal o mpungu, que aúna la fuerza mágica de un espíritu del monte con la energía de un nfumbe y el poder del planeta Venus; también conocido como estrella del alba o lucero del amanecer; más algunas características del orisha yoruba Eleggua, como regir los nsilas, caminos o destinos de la gente.

 

La regla de Mayombe, en cambio, no sobrevivió hasta nuestros días como el Palo Monte del campo y la regla Briyumba; que es actualmente la más practicada en las ciudades de Cuba; sino que fue desapareciendo a lo largo de la primera mitad del siglo 20 -al igual que la regla Kimbisa de Andrés Petit-, superada en número y empuje por los briyumberos; que, a diferencia de los mayomberos, no tenían que ser exclusivamente descendientes de bantúes y aceptaban en sus filas a cualquier negro, mestizo o criollo. De hecho, la regla Briyumba fue creada poco después de Mayombe para que los criollos pudieran defenderse de las prendas congas -como Nkuyo y Nsasi, fundamentalmente- con la creación de Sarabanda; la gran cazuela de hierro sincretizada con los Guerreros de la Ocha; alrededor de la cual gira toda su complicada liturgia; integrada por más de una docena de mpungus y 21 caminos o avatares por cada uno, que suman cientos de prendas y artilugios mágicos diferentes que no existían en la regla cubana de Mayombe y mucho menos en Africa.

 

Así pues, podemos concluir que el Palo Monte empezó a configurarse en las zonas rurales de Cuba cientos de años antes de la fundación en las ciudades de las archiconocidas reglas de Mayombe, Briyumba y Kimbisa, y que el Palo Monte cubano como lo conocemos hoy; enriquecido con elementos de la ocha yoruba, del Abakuá calabarí, del vudú haitiano, del catolicismo, de la masonería y de la hechicería y el espiritismo europeos, es un culto sincrético propio cubano, resultado de la evolución y entrelazamiento de sus dos principales ramas: la rural y la urbana; un ajiaco criollo que no ha parado de ampliar su receta hasta nuestros días; un código abierto en incesante crecimiento donde todo aporte es válido mientras funcione y camine; y que en poco se parece, en forma o en esencia, al chamanismo bantú que se practicaba en el Manikongo en la época colonial.


Saludos a todos y que Nsambi Acutare siempre…


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