viernes, 7 de julio de 2023

El Palo Monte Mayombe Original


¿Cómo era el verdadero Palo Mayombe que practicaban los brujos congos que llegaron a Cuba como esclavos? Es una pregunta que me hacen mucho los lectores y tiene su lógica pensar que Mayombe era el Palo Monte original, pues siempre se ha dicho que fue la primera regla conga; fundada por negros libres que no admitían a blancos ni a mulatos en sus potencias; de modo que resulta razonable -aunque equivocado- deducir que la liturgia mágica de los primeros mayomberos era bastante fiel a la practicada en el Manikongo o reino del Congo, de donde procedían. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.

 La llamada regla de Mayombe saltó a la palestra poco después de que la corona española aboliera laesclavitud en Cuba en 1880 y los negros empezaran a mudarse a la periferia de los poblados y a organizarse en torno a los antiguos cabildos(asociaciones culturales creadas por los españoles en las villas e ingenios para que los esclavos pudieran reunirse por etnias y celebrar algunos de sus ritos y tradiciones); pero los brujos bakongos habían estado arribando a distintas partes de la mayor de las Antillas y haciendo brujería en sus montes desde el siglo 16; por lo que es difícil creer que en todo ese tiempo solo existió un único modo -mayombe- de hacer hechicería bantú en Cuba, o que su conocimiento se transmitió intacto a sus descendientes en las ciudades. 

 

Lo ciento es que el Palo Monte cubano se fue formando, entre los siglos 16 al 19, casi exclusivamente en los campos de la isla -en los ingenios, bateyes y palenkes- por decenas o, quizás, cientos de chamanes bantúes de distintos dialectos y tribus; cuyos rituales mágicos no habían parado de transformarse en los últimos cuatro siglos, tanto en Africa -debido, especialmente, a la influencia religiosa y cultural europea que habían experimentado involuntariamente sus pueblos bajo la dominación portuguesa- como en Cuba -principalmente por el contacto e intercambio con los nativos indígenas de la isla, como siboneyes, taínos y guanajatabeyes, y con esclavos de otras etnias africanas, como yorubas, ararás, mandingas, gangás y calabaríes-, que fueron arribando a la isla en diferentes épocas a lo largo de casi cuatrocientos años; mientras que la regla de Mayombe fue una organización urbana muy posterior, creada tras la abolición de la esclavitud por descendientes de esclavos y ex esclavos llegados de Africa en el propio siglo 19 -bastante diferentes de los negros congos de siglos anteriores, debido a la creciente influencia musulmana y europea-; cuya liturgia presentaba graves diferencias con el Palo Congo practicado en las regiones rurales.

 

Los brujos congos que llegaron a Cuba en el siglo 16 ó el 17 no conocían el tabaco, ni el maíz, ni el espejo, ni la pólvora, ni trazaban patipembas, ni adivinaban con cuatro conchas, ni portaban machetes de acero; elementos básicos o habituales de todas las posteriores reglas de Palo Monte, incluyendo a la de Mayombe. Hasta que los encadenaron y metieron en galeones rumbo al Caribe, aquellos hombres cazaban con lanzas y flechas, bebían vino de palma de una calabaza seca y no trabajaban con santos o mpungus, sino únicamente con espíritus de la naturaleza local donde vivían y de personas difuntas -generalmente familiares- contenidos en pequeños fetiches antropomórficos -nkuyos y nkisis- tallados en madera, con los cuales se comunicaban directamente al entrar en trance. 

 

Los primeros nkisis que fundamentaron aquellos brujos en Cuba -al menos, los primeros nkisis creados en libertad; en los palenkes de cimarrones a los que lograban unirse; pues en los ingenios y cabildos también se “jugaba” congo, pero como los esclavos estaban bajo la atenta vigilancia de sus amos y de las autoridades coloniales, que prohibían la hechicería y los cultos paganos, no podían usar huesos humanos en sus prendas, ni sacrificar animales a sus deidades; a las que debían disfrazar de santos católicos para poder saludarlas en sus ceremonias; que por fuerza tenían que limitarse a la parte cultural de sus rituales; a la música, los cantos y bailes; como inocuas representaciones o “juegos” en recuerdo de sus tradiciones- también fueron prendas pequeñas y portátiles, adecuadas a la vida nómada y guerrera de los cimarrones y muy distintas a los enormes y pesados calderos de hierro y cazuelas de barro o ngangas empleados siglos más tarde en las ciudades por sus sedentarios descendientes; pero fabricadas con elementos propios de la naturaleza cubana; como ntotos y mataris de sus montes, ríos y costas; nkunias y ngandos de su flora y fauna autóctona -como la siguaraya, la palma real, la palma barrigona, el caguairán o “quiebra hacha”, el jagüey blanco y la ceiba; la jutía(llamada popularmente “conga” por la cantidad de ellas que cazaron los congos en la manigua), el almiquí, el manatí, el manjuarí, el cocodrilo cubano, el majá de santa maría, el caracol polimita, el tocororo, el zunzún, el perico y el guacamayo cubanos, etc- y también elementos de su cultura y realidad: como rastro de sus poblados, iglesias, cárceles, cementerios, caminos, líneas de ferrocarril, etc; y kriyumba de indios nativos de la isla, de inmigrantes chinos -la más apreciada por muchos paleros- y, por supuesto, de hombres blancos; además de incorporar al manejo de las mismas usos mágicos desconocidos en el Congo, como las ofrendas de humo de tabaco o los amarres con hojas de maíz.

 

Por otra parte, como habían sido traicionados y vendidos por su propia gente, los bakongos no se fiaban ni de blancos, ni de criollos, ni de nadie. Para ellos su magia era la única arma y herramienta que poseían en un mundo que les era ajeno y hostil y de ningún modo iban a regalarla a sus enemigos y rivales. Sus chamanes no confiaban todos sus conocimientos ni a sus propios discípulos y tampoco dejaron información escrita, puesto que no poseían lenguaje escrito propio ni dominaban el de los blancos y, por consiguiente, no existen ni existieron nunca libretas y, mucho menos, tratados de los brujos congos originales que inspiraron el Palo Monte cubano, ni forma de saber detalladamente cómo eran sus rituales y artefactos más antiguos; pero al menos tenemos la certeza de que los supuestos descendientes congos que fundaron Mayombe siglos después no pudieron heredar todos sus secretos, ni de lejos, y tuvieron que rellenar sus lagunas con suposiciones y elementos de otras culturas y disciplinas esotéricas. De hecho, no está claro que Mayombe descienda de brujos bakongos, ya que existen publicaciones cubanas de la primera mitad del siglo 20, como los libros de Lydia Cabrera, en las que se mencionan las reglas conga, gangá y mayumbe como tres cultos étnicos diferentes.

 

Sabemos que el Palo Monte practicado por los congos en los campos de Cuba sufrió muchos cambios y aportes a lo largo de cuatro siglos, pero siguió siendo un culto básicamente chamánico, intuitivo y anárquico; sin organización, dogmas, ni jerarquías; en el que cada brujo hacía las cosas a su manera y no dejaba de investigar y experimentar sin dar cuentas a nadie; mientras que el desarrollado en las ciudades se volvió más complejo, dogmático y hermético; adoptando un formato de fraternidad secreta parecido al de las potencias Abakuá y algunos de sus elementos rituales característicos, como las contraseñas o saludos secretos y las patipembas de yeso y pólvora; inspirados, a su vez, en la estructura iniciática gradual de las logias masónicas y en las firmas de la magia negra europea, respectivamente, que tanto influyeron en los ñañigos -más adelante publicaré un artículo en el que estoy trabajando en el que ahondo en las similitudes entre las firmas Abakuá, las firmas de Palo Monte y las firmas de la magia negra europea-.

 

A  mediados del siglo 20, el Palo Monte desarrollado en los campos de Cuba había variado mucho de cómo se hacía brujería en el Manikongo en siglos anteriores, y ahora se practicaba con prendas contenidas en sacos de yute colgados del techo de los bohíos; que bajaban solo cuando se iba a jugar; en cazuelas de barro, y en cajones y toscos muñecos de madera -llamados kini kinisnkuyos o chicherekús, que se daban un aire a los antiguos nkisis de sus ancestros, y cuyos secretos de confección se fueron perdiendo en las primeras décadas del siglo 20; sobreviviendo únicamente el famoso Nkuyo Lucero o Lucero Cuatro Vientos; aunque sufriendo también muchos cambios en su aspecto, contenido y funciones; pasando de constituir una amplia gama de espíritus regionales de montes, cuevas, caminos, ríos, ojos de agua, etc; a convertirse en una sola entidad más universal o mpungu, que aúna la fuerza mágica de un espíritu del monte con la energía de un nfumbe y el poder del planeta Venus; también conocido como estrella del alba o lucero del amanecer; más algunas características del orisha yoruba Eleggua, como regir los nsilas, caminos o destinos de la gente.

 

La regla de Mayombe, en cambio, no sobrevivió hasta nuestros días como el Palo Monte del campo y la regla Briyumba; que es actualmente la más practicada en las ciudades de Cuba; sino que fue desapareciendo a lo largo de la primera mitad del siglo 20 -al igual que la regla Kimbisa de Andrés Petit-, superada en número y empuje por los briyumberos; que, a diferencia de los mayomberos, no tenían que ser exclusivamente descendientes de bantúes y aceptaban en sus filas a cualquier negro, mestizo o criollo. De hecho, la regla Briyumba fue creada poco después de Mayombe para que los criollos pudieran defenderse de las prendas congas -como Nkuyo y Nsasi, fundamentalmente- con la creación de Sarabanda; la gran cazuela de hierro sincretizada con los Guerreros de la Ocha; alrededor de la cual gira toda su complicada liturgia; integrada por más de una docena de mpungus y 21 caminos o avatares por cada uno, que suman cientos de prendas y artilugios mágicos diferentes que no existían en la regla cubana de Mayombe y mucho menos en Africa.

 

Así pues, podemos concluir que el Palo Monte empezó a configurarse en las zonas rurales de Cuba cientos de años antes de la fundación en las ciudades de las archiconocidas reglas de Mayombe, Briyumba y Kimbisa, y que el Palo Monte cubano como lo conocemos hoy; enriquecido con elementos de la ocha yoruba, del Abakuá calabarí, del vudú haitiano, del catolicismo, de la masonería y de la hechicería y el espiritismo europeos, es un culto sincrético propio cubano, resultado de la evolución y entrelazamiento de sus dos principales ramas: la rural y la urbana; un ajiaco criollo que no ha parado de ampliar su receta hasta nuestros días; un código abierto en incesante crecimiento donde todo aporte es válido mientras funcione y camine; y que en poco se parece, en forma o en esencia, al chamanismo bantú que se practicaba en el Manikongo en la época colonial.


Saludos a todos y que Nsambi Acutare siempre…


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