lunes, 1 de diciembre de 2025

El Oráculo de los Cuatro Vientos: una joya de la Tumba Francesa


En mi empeño por rastrear y divulgar los diversos cultos mágicos afrocubanos de raíz bantú —las llamadas reglas muerteras o de Palo Monte—, con el fin de preservar sus huellas y evitar que se diluyan o confundan con el paso del tiempo, hoy les presento un antiguo sistema de interpretación del oráculo de los Chamalongos -cuatro conchas que se arrojan sobre una cruz de tiza, conocida como Cuatro Vientos- que forma parte de la liturgia palera desarrollada en la campiña oriental de Cuba. Esta tradición se conoce como Tumba Francesa, debido a la fuerte influencia en ella del vudú haitiano, resultado de las sucesivas migraciones desde la vecina isla que arribaron a las costas orientales cubanas a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del XX.

La principal diferencia entre este sistema y otros métodos de interpretación del oráculo de los chamalongos —como los que se desarrollaron en La Habana, Matanzas y otras localidades del occidente cubano tras la abolición de la esclavitud— radica en que todas las patipembas o firmas mágicas derivadas de sus consultas son variaciones de un único símbolo: el célebre Simandó o Cuatro Vientos. Este consiste en un círculo inscrito dentro de una cruz formada por flechas, lo que lo hace destacar por la sencillez de su aprendizaje y aplicación.

Otra diferencia significativa entre la Tumba Francesa —también llamada Kimbisa Oriental o Kimbisa Haitiana— y las principales reglas paleras del occidente cubano —Mayombe, Briyumba y Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje— es su origen y contexto social. La Tumba Francesa fue cultivada de forma silvestre y libre durante siglos por cimarrones: esclavos africanos que escapaban de las plantaciones e ingenios azucareros, donde eran tratados como bestias de carga, para refugiarse en los llamados palenkes o poblados rebeldes que florecieron ocultos de las autoridades coloniales en las montañas del Nipe y la Sierra Maestra desde el siglo XVI. En cambio, las reglas occidentales son mucho más recientes y “civilizadas”, fundadas entre finales del siglo XIX y principios del XX en las barriadas de negros y mestizos que crecieron por esa época a extramuros de las ciudades. Estas fueron creadas por antiguos esclavos bantúes —gangas, mayombes, lingalas, bakongos, entre otros— y sus descendientes, quienes conservaron sus tradiciones de forma algo tímida y parcial, “jugando” sus ritos en los cabildos coloniales: espacios culturales “seguros” donde los esclavos podían recrear sus costumbres y glorias pasadas para sacudirse la nostalgia y desahogarse de sus penas presentes, bajo la estricta vigilancia de sus amos blancos. Estos prohibían y castigaban los sacrificios de sangre, el uso de armas blancas —de ahí el empleo de cuchillos de madera en ciertos rituales afrocubanos—, la pólvora y cualquier forma de violencia o lascivia en las ceremonias, razón por la cual se les llamaba irónicamente “juegos”.

Incluso hoy en día se sigue llamando “juegos” a los plantes de nganguleros y ñáñigos celebrados en casas y cuarterías de La Habana, Matanzas y otras ciudades de la isla. Y es que el Palo Monte que se realiza discretamente entre cuatro paredes, sobre piso de losa o cemento, iluminado por velas y bombillas y sin sonar tambores —para no molestar a los vecinos ni alertar a la policía— es como un juego de salón comparado con el Palo Monte que se practica sin miedo en los campos de Cuba, fuera de la vista de cualquier autoridad, en medio de la naturaleza, bajo la luz de Ngonda —la Luna— y las estrellas, al abrigo de un gran fuego y del canto de los tambores armónicamente sincronizado con el rumor de fondo de un arroyo o de una playa y de un coro infinito de grillos, lechuzas y otras criaturas de la noche.

Hago esta aclaración porque siempre se habla del sincretismo entre lo bantú y lo yoruba en la conformación de los cultos mágicos afrocubanos, pero rara vez se menciona otro factor determinante en la configuración final de las reglas muerteras: el choque o encuentro entre el Palo Monte jíbaro del campo y el Palo Monte fino de la ciudad.

Los nganguleros de los palenkes fueron cimarrones: hombres y mujeres bravos y libres por derecho propio, y sus hijos nacidos en libertad; a menudo fruto del amor o trato con personas de razas y culturas diferentes, pero de gemelas e insumisas almas, como aborígenes cubanos —taínos, siboneyes, guanajatabeyes y caribes—, emigrantes canarios y cimarrones de otras zonas de África, como lukumíes —nombre genérico que se daba a los esclavos de origen yoruba—, mandingas —africanos musulmanes de la zona del Alto Níger y los valles de Gambia y el Senegal, que introdujeron en Cuba el culto a Obbá-Allah u Obbatalá— y ararás —negros procedentes del reino de Dahomey, de los misteriosos pueblos Fon y Ewé, de los que desciende la sociedad secreta Abakuá, que tanta influencia tuvo en la concepción de la dimamanga o conjunto de firmas paleras y de la idiosincrasia cubana en general—. Muchos de ellos se unieron voluntariamente al ejército mambí durante las guerras independentistas, como el célebre general y brujo de piel negra Quintín Bandera.

Durante cientos de años, estos brujos jíbaros vivieron “alzados” —eufemismo popular cubano para referirse por igual a forajidos, herejes, contrabandistas y revolucionarios que se “alzaban” en las montañas de Cuba—, al margen de la ley y de los curas; estableciendo una relación espiritual directa con la isla, descubriendo y reverenciando por su cuenta las maravillas y misterios de su cálida y dulce naturaleza, e integrando a ella los secretos de sus tradiciones ancestrales con la fe y delicadeza de quien trasplanta el último bulbo de la última flor de su planeta al suelo de un nuevo mundo. Daban gracias a ntoto —la tierra— a cada paso, y procuraban saludar por su nombre a cada nkunia, nfita y musanga de kunanfinda, el Monte, para ganar su favor. Pudiendo elegir a su aire los mejores ingredientes de cada universo para cocer la retoña cosmogonía afrocaribeña en que se acunó el Palo Monte.

Mientras tanto, los nganguleros que fundaron en La Habana las potencias Mayombe, Briyumba y Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje eran fundamentalmente antiguos esclavos y su descendencia concebida en cautiverio. Conocían mejor los rezos católicos y los modales urbanos que la selva tropical, pero a cambio sabían leer, y lo hacían, nutriéndose de cuanta novedad ocultista llegaba del viejo mundo, como el espiritismo y la masonería.

Por citar un caso, el célebre Andrés Petit, fundador de la regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje y de la primera potencia Abakuá que admitió a criollos en sus filas, fue lo que en Cuba llamamos un mulato catedrático: hijo bastardo de una esclava doméstica y de un amo blanco, criado junto a sus hermanos blancos en la casa señorial y educado por los dominicos, orden religiosa de la que llegó a ser terciario. La magia africana corría con fuerza por sus venas, pero su mente razonaba como la de un europeo, lo que le permitió moverse con habilidad en ambas aguas y tener éxito tanto entre los mestizos pobres como entre los criollos ricos.

La fusión de ambas liturgias paleras —la del campo y la urbana— alcanzó su punto de ebullición tras el fin de la guerra de independencia y el establecimiento de la República de Cuba en 1902, cuando mucha gente del campo —más de un brujo palero entre ellos— tuvo que emigrar a las ciudades, huyendo de las hambrunas y la desolación. Dejaron atrás todas sus pertenencias, llevándose únicamente su cultura, sus expresiones, su música, su cocina, su botánica, sus ritos mágicos.

Los contrastes de esta mezcla pueden apreciarse mejor si se estudian las diferencias entre la sencilla liturgia adivinatoria rural de la Tumba Francesa o palo monte oriental, y los sistemas de interpretación de los chamalongos aplicados en las ciudades, de mayor complejidad y fuerte influencia española y yoruba.

En la Tumba Francesa solo existen cuatro mpungus: Nsasi, el elemento Fuego; Kalunga, el elemento Agua; Ntoto, el elemento Tierra; y Simandó, el elemento Aire; de los cuales derivan los nkisis o prendas del Palo Monte.

Del mpungu Sabranu Nsasi —dueño del rayo y las centellas, como el Zeus olímpico— nacen las famosas prendas o ngangas Siete Rayos, Tiembla Tierra, Brazo Fuerte, y también Mariwanga, Centella Ndoki y Francisca Siete Sayas, versiones femeninas de Siete Rayos. En el caso de Tiembla Tierra, cabe destacar que, inicialmente, fue una prenda iracunda y violenta, fundamentada en el poder de los terremotos, tan frecuentes en las zonas más orientales de la isla, como la Sierra Maestra, Guantánamo y Santiago de Cuba. Sin embargo, al trasladarse a las ciudades, se sincretizó con el orisha yoruba Obbatalá y con la Virgen católica de las Mercedes, y su carácter belicoso fue sustituido por la templanza característica de esas divinidades, llamándosele a menudo Mamá Kengue.

Del mpungu Kalunga —que rige todas las aguas y simboliza la oscuridad y la muerte— nacen prendas acuáticas y femeninas como las célebres Madre de Agua, Mamá Chola y Ngonda Nkisi. Originalmente, Madre de Agua representaba el poder mágico del majá gigante que habita en las grandes cuevas de Cuba, y que ya era adorado por los indígenas mucho antes de la conquista española. No fue sino hasta el siglo XX, cuando llegó a La Habana y se sincretizó con la Virgen de Regla y la orisha Yemayá, que este nkisi adquirió un carácter oceánico. Algo parecido ocurrió con Chola Wengue, que nació como prenda guerrera de los simbis nkita —espíritus de ríos y lagunas—, pero se volvió más fina y coqueta en las ciudades, bajo la influencia de Oshún, orisha de la belleza y la sensualidad.

De Ntoto, la fuerza espiritual o mpungu de toda la Tierra, germinó el nkisi Ngurufinda: la fuerza mágica del Monte, de las plantas y aves que lo habitan, que rige la caza y la medicina natural. Más adelante, con la integración del Palo Monte a las ciudades, de Ngurufinda y de la combinación de sus virtudes con las de otros nkisis como Lucero y Tiembla Tierra, surgieron nuevas prendas de marcada influencia urbana y yoruba, como Cabo Ronda y Mundo Nuevo —prendas especializadas en asuntos policiales y en la cárcel, respectivamente—, y el popular Sarabanda, entidad 100 % cubana que se obtiene de la aleación del nkisi Siete Rayos con los Guerreros de la Ocha: Oggún, Eléggua y Ochosi. Esta fue diseñada específicamente por los briyumberos de La Habana para competir y vencer a la poderosa nganga Siete Rayos de los brujos orientales que se asentaron en la capital, conocidos popularmente como mayomberos, aunque en realidad procedían o descendían de diversos pueblos bantúes, no solo de Mayombe.

Y del mpungu Simandó, Impenso Siantoko Pamboansila —el misterio de los cuatro vientos en la encrucijada—, emergieron los nkisis Lucero, Kobayende y Kitembo o Remolino Viramundo, los inquietos y a veces terribles espíritus africanos del Aire que siguieron evolucionando y transformándose durante más de cuatrocientos años en los campos y ciudades de la isla de Cuba, revolviéndose a fuego lento con otras divinidades bantúes —como Nkuyo, Bakuandé y Mariwanga—; yorubas —como Los Guerreros, Oyá y Babalú Ayé—; y occidentales —como el Santo Niño de Atocha, San Lázaro, Santa Bárbara, la Virgen de la Candelaria y el mismísimo Lucifer.

Sabiendo todo eso de antemano, nos resultará más fácil interpretar este viejo sistema de consulta con chamalongos de la Tumba Francesa.

La primera tirada se realiza sobre una simple cruz trazada en el suelo o sobre una tabla, junto a la prenda. De la forma en que caigan —boca arriba o boca abajo— y de la posición que adopten las cuatro conchas o piezas sobre el dibujo del Cuatro Vientos, se extrae el signo del registro, el cual indica el estado espiritual —positivo o negativo— del consultante y de las circunstancias que lo rodean en el presente, en relación con su pasado reciente y su futuro próximo.

Esta primera tirada corresponde a uno de los 16 signos posibles y se anota en el centro del Simandó, como se muestra en la imagen. Cada signo es una combinación de cuatro pequeños círculos (o) y/o cruces (+), que puede relacionarse con determinados mpungus y distintas tesituras:


En la segunda tirada, se arrojan los chamalongos sobre la cruz del Cuatro Vientos para continuar la composición de la patipemba y determinar el nsila o camino a seguir para equilibrar las energías que rodean al consultante, así como las obras indicadas por los nfumbes para resolver su problema o deseo. Cada una de las 16 caídas posibles posee su propia forma de orientar las puntas —positivas (+)— y/o las plumas —negativas (o)— que perfilan las flechas sobre los extremos del Simandó, indicando el tipo de trabajo a realizar para alcanzar nuestro objetivo, como se muestra en la ilustración:


Si con la segunda tirada no se logra compensar o redistribuir las energías reveladas en la primera, de forma que permita resolver el conflicto o la petición del consultante, es necesario continuar indagando y negociando con los espíritus mediante nuevas preguntas y tiradas, hasta que las cuentas salgan correctamente. Generalmente, un brujo sabio no necesita repetir la segunda tirada, pues siempre sabe encontrar el mejor camino en cualquier signo que caiga, pero es normal que los nganguleros más inexpertos precisen varias tiradas para descifrar y adaptar los signos a sus consultas, pues muchas de las situaciones que describen no las han vivido o presenciado nunca. 

Sin embargo, si al repetir la segunda tirada todas las conchas caen bocabajo, el signo se interpreta como mal augurio: Hablan Kalunga, la Muerte, y los Karires o demonios que la pueblan; por lo que se suspende de inmediato la sesión, se lavan los chamalongos y la consulta se pospone para otra fecha.

Por el contrario, si al repetir la segunda tirada se obtiene un signo propicio, ya solo resta completar la patipemba trazando su último elemento: la ñoca, o flecha -recta o serpenteante-, sobre la cual se hará estallar fula —pólvora mezclada con mpolos, o polvos de ciertos palos y huesos— para arrear a los nfumbes en dirección a su misión y dar por finalizada la obra.

En otras palabras, la patipemba de cada obra se obtiene anotando el signo de la primera tirada en el centro del Cuatro Vientos, dibujando a continuación el signo de la segunda tirada en forma de puntas y/o plumas de flechas en los extremos de la cruz, y trazando por último la ñoca de fula, que siempre debe pasar por su centro o envolverlo en un círculo. Al combinar los 16 signos posibles de la primera mano —conformados por cruces (+) y círculos (o)— con las 16 rutas viables del segundo lanzamiento —delineadas por puntas y plumas de flechas— es factible extraer hasta 256 caminos distintos y sus respectivas firmas, como podemos apreciar en las siguientes 16 imágenes:


















Las flechas azules que aparecen en los gráficos anteriores ilustran distintas maneras de dirigir la ñoca, o flecha final, sobre el 4 Vientos. Por lo tanto, no es obligatorio reproducirlas de forma exacta, ya que cada tata desarrolla su propio estilo. Cabe destacar que, en este sistema, no es necesario realizar una tercera tirada para confirmar si todo ha salido bien, pues la trayectoria de la fula quemada —ya sea completa o incompleta, firme o vacilante— lo indica por sí sola. Solo cuando el brujo anda escaso de pólvora recurre a una tercera tirada de chamalongos para sustituir el arreo de fula y validar los resultados.

Les dejo enlaces a los vídeos en que muestro, en la práctica y al pie de mi nganga, el funcionamiento de este peculiar sistema de consulta con chamalongos, sus firmas, obras y el arreo de los nfumbes:

https://vm.tiktok.com/ZNRdspjm7/

https://vm.tiktok.com/ZNRdsEcrC/

https://vm.tiktok.com/ZNRdsQnNq/

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martes, 21 de octubre de 2025

Fundamento y Nganga: La alquimia del tiempo


La diferencia entre un fundamento y una nganga es, esencialmente, el tiempo. Las prendas paleras nacen con lo fundamental —de ahí su nombre: fundamentos— y crecen con los años de práctica, al mismo ritmo que evolucionan sus dueños. Con el tiempo, ambos —fundamento y ngueyo— se transforman en ngangas. En realidad, el concepto de nganga se refiere tanto a la prenda como a quien la posee.

 

Una nganga es una obra mágica realizada por dos personas: el tata, que la inicia como un pequeño fundamento, y su aprendiz, que la culmina como una gran nganga. Como toda gran obra, trasciende a sus creadores mucho después de su muerte, perdurando en las prendas y ramificaciones de sus descendientes, que brotan como gajos de su tronco espiritual.

 

Cuando un ngueyo recibe una prenda —como un nkuyo de Lucero, una mpaka de Siete Rayos o Sarabanda, una güira de Mariwanga, una calabaza de Chola Wengue o una cazuela de Madre de Agua, por citar algunos ejemplos— esta nace como un gajo de la nganga de su padrino. Este la carga para su ahijado con rastros de su propio nkisi y con los ngandos fundamentales del tipo de prenda correspondiente, según el mpungu de cabecera. Sin embargo, es tarea del ngueyo —y no del tata— conseguir los ngandos complementarios para finalizar la obra. Esta búsqueda lo obliga a completar por sí mismo su aprendizaje y formación como brujo.

 

Cada planta, mineral o animal posee una o varias propiedades mágicas que el aprendiz debe aprehender por mérito propio. La información adquirida sin esfuerzo, sin experimentación directa, carece de poder mágico, independientemente de que sea verdadera o falsa. El padrino tiene el deber de enseñarle —al ayudarle a fundamentar su prenda— los secretos de los ngandos básicos con los que trabaja un ngangulero, y proporcionarle un listado del resto de ingredientes para que los encuentre por su cuenta. Esta tarea puede llevar años y, a menudo, concluye mucho después de la desaparición física del maestro.

 

Elementos Fundamentales de una Prenda

Los ngandos esenciales para montar una nueva prenda incluyen:

 

• Rastros de la nganga del padrino (incluyendo fragmentos o mpolos de uno de sus nfumbes).

• Matari del mpungu de cabecera del ahijado:

  -Piedra de rayo para Sabranu Nsasi o Mariwanga.

 -Piedra del monte para Ngurufinda o Tiembla Tierra.

 -Piedra de encrucijada para Lucero.

 -Piedra de rayo, hierro o de ferrocarril para Sarabanda.

 -Piedras de mar y de río para Kalunga y Chola Wengue, respectivamente.

 

• Al menos siete nkunias o palos representativos del mpungu, que cumplan funciones básicas: adivinación, limpieza, apertura de caminos y guerra.

• Mínimo tres ngandos animales (cornamentas, huesos, garras, colmillos, piel, plumas).

• Un recipiente natural (güira, calabaza, cuerno, saco, arcilla, madera o metal) acorde al mpungu y tipo de prenda.

 

Evolución de la Prenda

 

La forma de los fundamentos depende en gran medida del recipiente en que se montan. Por ejemplo, las prendas de Nkuyo Lucero suelen iniciarse en pequeñas güiras, figuras talladas en madera o vasijas de barro. Con el tiempo, al añadirles más nkunias, ngandos, kongome, menga, etc., se hace necesario trasplantarlas a recipientes más grandes y definitivos, como calderos de hierro o cazuelas de barro.

 

Otras prendas, como las de Siete Rayos, Tiembla Tierra y Sarabanda, pueden comenzar en mpakas o cuernos de toro, buey o cabra, y luego mudarse a cazuelas de mayor tamaño. Las prendas femeninas —Centella Ndoki, Madre de Agua y Mamá Chola— suelen iniciarse en güiras, calabazas o vasijas de arcilla, y posteriormente se trasladan a recipientes más amplios.

 

Entre el nacimiento de un fundamento y su traslado al recipiente definitivo, la prenda no deja de crecer ni de transformarse con cada nuevo ngando o atributo incorporado. Incluso convertida en nganga, sigue evolucionando, siempre que su dueño o heredero la atienda y mantenga activa. Por ello, el ngangulero se ve obligado, al notar que ya no cabe ni un palo, cuerno o hueso más, a realizar reformas frecuentes tanto en la prenda como en el nso nganga —el cuarto, altar o espacio consagrado— para seguir añadiendo elementos sin que pierda equilibrio o reviente.

 

Estas reformas suelen consistir en redistribuir los elementos visibles —los que desbordan del recipiente original, pero aún no justifican un cambio de recipiente—, apuntalándolos con más palos, ataduras, clavos y cadenas para aumentar su estabilidad y soportar el peso de nuevos ngandos. Así, se expande su área útil hacia arriba y hacia los lados. Estos añadidos pueden transformar drásticamente su apariencia de un día para otro, dando lugar a una amalgama de múltiples materias y objetos, ennegrecidos por la menga de los animales sacrificados, que, cual tupida selva, cubren todo el espacio consagrado a las prendas.

 

Cuando, por diversas razones, un ngueyo se aleja del munanso de su padrino durante un tiempo y, un buen día, regresa y cruza nuevamente el umbral del cuarto de los misterios para saludar a la nganga, apenas puede reconocerla por lo mucho que ha cambiado. Es como reencontrarse con un viejo amigo de la infancia que ha echado barba y barriga durante su ausencia.

 

No obstante, pese a los cambios sufridos en su apariencia, siempre es posible distinguir en la nganga algunos de los elementos fundamentales con los que fue creada: ciertos palos, huesos, cuernos, piedras, cadenas, etc., cuyas siluetas y sombras únicas resultan inconfundibles e inolvidables para los paleros que se rayaron y renacieron de rodillas frente a ella.


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miércoles, 24 de septiembre de 2025

Aprendiendo las Firmas de Palo Monte. Tratado Kimbisa de Buey Suelto 4ª parte


Centella Ndoki: Mariwanga o Centella es el mpungu que rige algunos fenómenos climáticos devastadores, como tormentas de centellas, huracanes, tornados y trombas. Esta entidad femenina, celosa, colérica, bruja y guerrera, es la reina del cementerio y está sincretizada con la orisha yoruba Oyá y la Virgen de la Candelaria, y relacionada con la diosa griega Atenea y con los planetas Marte y Júpiter. Le corresponden los colores rojo oscuro o marrón en combinación con negro, aunque también puede aparecer representada con una mezcla multicolor.

Centella es el kimbosio o recipiente mágico del mpungu femenino Mariwanga, y su montaje se parece mucho al de 7 Rayos, la nganga de Sabranu Nsasi. Ambas trabajan muy rápido y sus makumbas son fulminantes, pero Centella es prenda de yaya y rara vez la encontramos en casa de un hombre, a no ser que sea heredada o cruzada. Se le puede cruzar con 7 Rayos, Sarabanda y Lucero. Su camino más conocido es Centella Ndoki, una mítica prenda fundamentada con kriyumba de cimarrona muerta en batalla a machete con rancheadores, cuyo espíritu, enriquecido por las almas de sus brujas o yayas descendientes, constituye el Bakula de todas las hijas de Mariwanga, quienes suelen tener un carácter fuerte y a menudo irascible o machuno, propio de las guerreras.

Sus signos son (000+) y todas sus variantes (0+00, +000, 00+0); que comparte con Madre de Agua y Kobayende; y se le asocia con los números 9, 11, 14, 16, 27, 32, 44, 60, 65, 68, 69, 75, 83, 92 y 98. Algunas de sus yerbas son: mastuerzo, zapote, granada, caimito, ruda, uva caleta y artemisa. Sus palos pueden ser: vira viento, vence batalla, zapote, palo caballero, enredador, guaco y caña brava.


 Tiembla Tierra: Este nkisi, al igual que Sarabanda y Madre de Agua, es criollo y nació como un nuevo camino de Sabranu Nsasi en los campos y montañas de Santiago de Cuba, la región con mayor actividad sísmica y bélica de la isla, donde los temblores de tierra y las rebeliones eran frecuentes durante la época colonial española. Al finalizar la guerra de independencia y abolirse la esclavitud, su culto se extendió a La Habana, Matanzas y otras poblaciones occidentales con una notable presencia yoruba y católica. Este iracundo espíritu de los terremotos comenzó entonces a sincretizarse con otras entidades relacionadas también con el elemento tierra, pero de carácter más benigno y pacífico, como el orisha Obbatalá, la Virgen de las Mercedes e incluso el propio Jesucristo. Así, se transformó en el nkisi conocido como Tiembla Tierra o Mamá Kengue, encargado de la agricultura, la ganadería y la civilización, la pureza moral y espiritual, la justicia, el intelecto, la memoria y el sistema nervioso.

Se le relaciona con los planetas Saturno y Venus, el color blanco, el signo (++++) y los números 2, 8, 16, 24, 40, 44, 78, 85, 88 y 98. Sus yerbas pueden incluir yagruma, siempre viva, campana blanca, ceiba, ciruela, algodón, artemisa y jagüey. Entre sus palos destacan: rasca barriga, granada, almácigo, cuaba, palo Ramón, chirimoya, caisimón y anón.

Kobayende: Este mpungu, también conocido como Pata Llaga, Tata Pansúa, Tata Nfumbe o Tata Kañengue, entre otros apodos o caminos, se sincretiza con el orisha yoruba Babalú Ayé, quien rige las epidemias, infecciones, enfermedades venéreas y degenerativas, pestes y miserias en general. En la tradición católica, está relacionado con San Lázaro.

Se le asocia con la enfermedad, la vejez, la desgracia, la muerte y los karires, así como con los hospitales, morgues, médicos, enfermeros, etc;. También está vinculado a los planetas Mercurio y Neptuno, al color morado, a los signos (0+00, +000, 00+0, 000+ y 0000), y a los números 17, 26, 80, 83, 84 y 90.

Entre sus palos y yerbas se incluyen: caña brava, salvia, cundeamor, sargazo, sasafrás, alacrancillo, apasote, ateje, piñón botija, bejuco ubí, caisimón, albahaca, zarzaparilla, alejo macho, artemisa, caguairán, cenizo, copaiba, chirimoya, bejuco amarillo, bejuco lombriz, cardosanto, cebolletas, ortiguilla, incienso, millo y pica pica.

Ngurufinda: Este mpungu es la personificación del monte mismo, el mundo mágico al que los brujos se adentran para obtener materiales y poderes con los que obran. Representa la fuerza o misterio que reina sobre los espíritus y tótems de las selvas y bosques del mundo, así como de toda su vegetación. Su prenda se monta en un güiro grande con muchas plumas colgado del techo, que permite orientarse mejor en el mundo terrenal y en el más allá a los nfumbes de las prendas que viven el suelo. Además, es el protector de monteros, guardabosques, yerberos y curanderos.

En Cuba, Ngurufinda está sincretizado con el orisha yoruba Osaín y, en la tradición católica, con San Norberto y San Silvestre. También se le asocia con Tiembla Tierra, con quien comparte el signo (++++) y con Simandó o Cuatro Vientos. Le corresponden los números 19 y 97. Sin embargo, pese a su relevancia en el panteón palero, sus prendas son cada vez más escasas, ya que este nkisi exige a sus seguidores una total entrega a los misterios del monte y la botánica.

 Sus nkunias, nfitas y musangas pueden abarcar todas las plantas de la manigua, pero algunas de sus yerbas y palos más representativos son: guásima, aguacate, abrecamino, mangle rojo, escoba amarga, verbena, apasote, marañón, hierba de la niña, hierba la bruja, higuereta, caimito, canitel, algarrobo, verdolaga, mamey, piñón de botija, jobo, álamo, artemisa, jiquí, palo Ramón, guao, guayacán, rompe hacha, ceiba y jagüey.

Ngonda Nkisi: Ngonda, también conocida como Mamá Canasta o Mamá Cachimba, es el mpungu o fuerza mágica de la Luna, responsable de regir las mareas de nuestro planeta e influir en las cosechas, así como en el temperamento de personas y animales. Por su parte, Ngonda Nkisi es la prenda palera que se fundamenta con su esencia espiritual.

Sus signos y atributos pueden coincidir con los de Madre de Agua y Mamá Chola, dos entidades acuáticas femeninas con las que está estrechamente relacionada. Se le atribuyen los números 17, 36 y 80.

Los Karires: Son las fuerzas mágicas más antiguas del panteón palero, seres de fuego, el elemento primigenio que alumbró el nacimiento del universo y del cual, eones más tarde, surgieron los demás elementos: aire, tierra y agua, que representan los tres estados de la materia que permitieron la formación de las estrellas y los planetas.

Estas poderosas entidades fueron veneradas como divinidades benefactoras de la humanidad durante cientos de milenios, mucho antes de la aparición de la escritura y de las grandes religiones monoteístas que cambiaron el mundo, como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Desde que empezaron a surgir y expandirse hace unos 3000 años, dichas religiones persiguieron todos los cultos mágicos y chamánicos, artes y mancias ancestrales que hasta entonces habían crecido espontánea y libremente entre los hombres, tachándolos de prácticas diabólicas e inmorales, para erradicar la competencia y hacerse con el control del mundo.

incluso en estos escépticos tiempos modernos en que vivimos actualmente los karires son considerados, de manera errónea y prejuiciada, como malvados demonios, manifestaciones del ángel caído, el renegado, el señor de los infiernos y la esencia de todo mal. Es cierto que el poder de los karires es tan grande que puede resultar peligroso para los pequeños mortales, pero eso no significa que sean nuestros enemigos. Todo lo contrario. No olvidemos que Lucifer significa “el portador de la luz”, haciendo referencia al mito de Prometeo, el dios que se rebeló contra Zeus y robó del Olimpo el secreto del fuego para dárselo a sus amigos humanos, tan despreciados por el resto de los dioses. Fueron las grandes religiones monoteístas quienes, millones de años más tarde, tergiversaron el mito de Prometeo, el amigo de los hombres, convirtiéndolo en Lucifer, el ladrón del fuego, el ángel que traicionó a Dios y sembró la duda sobre su existencia y bondad entre los humanos.

En las reglas paleras, nacidas del sincretismo en el Nuevo Mundo entre divinidades y conceptos teológicos bantúes, yorubas, taínos y europeos, los karires (no confundir con los ndokis, que son las almas en pena, los nfumbes más oscuros y atrasados espiritualmente con los que trabaja el ngangulero) constituyen una fascinante mezcla entre ángeles y demonios. Temidos y admirados al mismo tiempo, son invocados por los brujos con mil precauciones para sobrevivir al encuentro, con el fin de resolver las situaciones más difíciles y los deseos más improbables. Sus nombres o avatares más recurridos son Lugambé, Kadiampembe y Lukankasi. Les gustan las ofrendas de menga humana, sus obras se llaman pactos y se les atribuyen el signo (0000) y los números 8, 33, 60, 64, 68 y 88.

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lunes, 19 de mayo de 2025

Aprendiendo las Firmas de Palo Monte. Tratado Kimbisa de Buey Suelto 3ª parte

Dimamanga Kimbisa

Ahora que ya sabemos cómo combinar las tiradas para lograr signos complejos, anotarlos correctamente y equilibrar o desequilibrar las energías de las firmas, podemos aprender a trabajar con ellas sin tanto riesgo de meter la pata. A estas alturas, debemos ser conscientes de que las firmas que nos entreguen nuestros mayores o que encontremos en libros y documentos se pueden aplicar a nuestra magia con efectividad, siempre y cuando sustituyamos sus signos, surgidos de otras personas y circunstancias, por los nuestros.

Pero los signos no son lo único que debemos tener en cuenta para adaptar patipembas pretéritas a nuestras necesidades actuales. También hay que fijarse en las flechas, pues no todas forman parte del dibujo base, que es la parte de la firma que se reproduce siempre sin sufrir alteraciones, y es preciso descartarlas. Dichas nsakas o flechas secundarias suelen ser diagonales o curvas, respondiendo no al diseño de la mpemba, sino señalando las obras que se hicieron originalmente sobre la firma base. Esto se debe a que con una misma firma se pueden hacer cientos de trabajos con orientaciones e intensidades diferentes.

Algunos paleros tienen el cuidado, al documentar sus firmas, de cubrir el dibujo de las flechas secundarias o desechables con pequeños puntos negros o X, como se muestra en la imagen, para diferenciarlas de las flechas principales que sí conforman el diseño base. Sin embargo, son pocos los que lo hacen y, por esa razón, la mayoría de las patipembas registradas carecen de estas facilidades que permiten al lector distinguir las partes permanentes de la firma de los elementos efímeros y prescindibles. Por ejemplo, las flechas o ñocas de arreo y el número de montoncitos de fula distribuidos sobre ellas, cuya cantidad y orientación dentro del dibujo general varía siempre en cada nueva obra en respuesta a los condicionantes actuales.

Por ello, nunca está de más analizar concienzudamente las patipembas, contrastarlas con otras representaciones similares y ensayar su aplicación hasta detectar todas sus particularidades y sustituirlas por las nuestras, antes de usarlas por primera vez en una obra o ritual de cierta importancia o gravedad. Pues, por mucho que dominemos la dimamanga, siempre se pueden pasar por alto estos pequeños pero decisivos detalles.

Los brujos más experimentados y poderosos que he conocido son como los boxeadores: experimentan y dominan muchas y diversas técnicas y pueden pasar horas hablando de ellas, pero en el ring, a la hora de la verdad, únicamente confían su suerte a una o dos combinaciones de golpes, generalmente simples, pero demoledoras. Los paleros nos pasamos la vida hurgando secretos y coleccionando tratados y firmas. Es algo que no podemos evitar, sobre todo cuando somos jóvenes y estamos sedientos de poder. Sin embargo, en la práctica cotidiana, solo usamos una fracción de nuestro conocimiento, un selecto puñado de símbolos y recetas mágicas de cuya eficacia no tenemos dudas.

Por eso, siempre aconsejo a mis ahijados que no dejen de investigar, pues el espíritu es como un sabueso que languidece si se le priva de seguir nuevos rastros. Pero al mismo tiempo, deben tratar de encontrar sus puntos fuertes y especializarse en ellos. Concretamente, en relación a las firmas, deben aprender bien unas pocas, las que mejor se les den en cada tipo de trabajos o rituales, y dejar el resto para la vitrina.

A continuación, veremos un juego de firmas o compendio de patipembas que es como una navaja suiza, compacto pero útil para muchas y diversas cosas. Las he seleccionado, no por sus ramas de origen, prestigio o popularidad, sino por la simplicidad de su manejo, la flexibilidad para adaptarse a nuevas situaciones o contextos y la contundencia de sus efectos. Características que, en mi opinión, las hacen ideales para los nuevos paleros y bueyes sueltos.

 

Firmas de bandera

Las firmas de bandera nacen de las firmas básicas de los signos de cada mpungu o nkisi y se emplean para representar, invocar y reverenciar sus fuerzas en obras más complejas que los trabajos habituales, como el montaje, consagración y entrega de nuevos fundamentos, así como en otras ceremonias relevantes, tales como rayamientos, celebraciones y funerales.

Cuando el tata trabaja a solas o con otros paleros o ayudantes experimentados, no necesita dibujar las firmas de bandera de sus mpungus y nkisis para que estos acudan en su auxilio, pues ya existe una familiaridad o nexo espiritual entre él y dichas entidades. Le basta con golpear el suelo con su kisengue (bastón de muertos) y llamarlas por su nombre en voz alta para que bajen y le asistan.

Cuando el tata trabaja a solas o con otros paleros o ayudantes experimentados, no necesita dibujar las firmas de bandera de sus mpungus y nkisis para invocarlos, ya que existe una familiaridad o conexión espiritual entre él y estas entidades. Le basta con golpear el suelo con su kisengue (bastón de muertos) y llamarlas por su nombre en voz alta para que acudan en su auxilio.

Sin embargo, cuando el brujo enseña a sus aprendices o oficia para un público, como en juramentos, toques de cajón, sanaciones u otros trabajos que reúnen a varias personas interesadas, familiares o amigos, es conveniente destacar las patipembas de bandera de los nkisis que gobiernan el nso nganga, la obra en cuestión o la efeméride religiosa que se celebre. Estas patipembas suelen representarse mediante dibujos claros y detallados en tiza o bordados sobre telas (de ahí el término "bandera") y se colocan en lugares destacados del suelo o de las paredes del nso nganga, para que las personas puedan saludarlas, estudiarlas y recordarlas.

Lucero: Mpungu sincretizado con el orisha yoruba Eleggua, conocido como aquel que abre y cierra los caminos, y con el santo católico Niño de Atocha. También se le asocia con los dioses Hermes (de la mitología griega), descrito por Homero como un ser de multiforme ingenio, astuto, ladrón, cuatrero de bueyes, jefe de los sueños, espía nocturno y guardián de las puertas, y Mercurio (de la mitología romana), el mensajero entre el cielo y los hombres. Además, está vinculado a Prometeo, el titán protector de la civilización humana que robó el fuego de los dioses para entregárselo a los mortales, y a Lucifer, el lucero del alba, hijo de la aurora, estrella de la mañana, portador de la luz y señor de las encrucijadas. Según las tradiciones, Lucifer cayó en desgracia por haber entregado a la humanidad el divino fuego de la sabiduría. Lucero, en este sentido, integra y representa características de todos estos avatares y divinidades relacionadas.

En el Palo Monte, Lucero es el primer mpungu al que se honra después de Nsambi. Es quien gobierna los nsilas (caminos o destinos) de las personas, los cuatro vientos o direcciones, y la adivinación, conocida como vititi. Se le asocian los planetas Venus y Mercurio, el color rojo combinado con negro, que simboliza la vida y la muerte, los símbolos de la estrella o lucero y del triángulo con la punta hacia arriba, y los signos (0++0) y (+00+). Además, le corresponden los números 1, 3, 15, 22, 30, 31, 42, 49, 57, 59, 70, 89 y 96.

Cabe señalar que, de los números correspondientes a cada mpungu que se presentan en este capítulo, los primeros 30 son los básicos o principales que los representan. El resto, del 31 al 99, son cifras secundarias asociadas a la interpretación de sueños y augurios, la charada china y otros juegos de azar, incluidas las loterías.

Los palos asociados a Lucero son: rasca barriga, aroma, guayaba, bejuco verraco, palo Ramón y abrecamino. Sus yerbas y bejucos incluyen: albahaca morada, dormidera, algarrobo, álamo, aguacate, bledo blanco y morado, colonia, canutillo, cardo santo, ceiba, frescura, guásima, granada, jobo, jagüey, lirio blanco, alacrancillo, anís africano, verdolaga, berro, lechuga, meloncillo, maravilla, malva cochinera, platanillo de Cuba, poleo, piñón de botija, ruda, papaya, salvia, hierba fina, hierba hedionda, hierba la niña, yagruma y aroma.


Siete Rayos: Sabranu Nsasi es el mpungu fundamental, junto a Nkuyo Lucero, del Palo Mayombe original y uno de los tres nkisis principales de las reglas Briyumba y Kimbisa. En Cuba, está ampliamente sincretizado con el orisha yoruba Shangó, Santa Bárbara católica, el arcángel Miguel, y el dios griego Zeus o Júpiter en la tradición romana. Es la mano derecha de Nsambi: mitad justicia y pureza (blanco), y mitad fuego y violencia (rojo). Es su general en la tierra, el dueño de los rayos y la electricidad, del tambor, de la virilidad, de las águilas, los tigres, los caballos, los gallos y los toros. Le corresponden los planetas Júpiter y el Sol, los colores rojo en combinación con blanco, los números 6, 11, 13, 18, 28, 39, 45, 53, 66, 70, 77 y 87, el símbolo de la cruz y el triángulo, y los signos (0+0+) y (++00).

Los palos de Nsasi son: vencedor, yaya, abrecaminos, yo puedo más que tú, jiquí, jiba, quiebra hacha, guayacán, jocuma, palo prieto, arrasa con todo, mimbre, azafrán, yagruma, cocuyo, ven a mí, siguaraya, aroma, mangle rojo, caña brava, marañón, espanta muerto, bejuco verraco, bejuco chino, palo ramón y ciprés. Sus yerbas y bejucos incluyen: ceiba, jagüey, caisimón, algarrobo, marañón, álamo, jobo, mamey, canitel, pendejera, hierba fina y siguaraya.





Sarabanda: Este nkisi no existía en el Palo Mayombe original llevado a Cuba por los esclavos procedentes del reino del Manicongo. Es un producto criollo creado por briyumberos y kimbiseros —paleros negros, blancos y mestizos nacidos libres en Cuba— con el propósito de enfrentarse a 7 Rayos, la prenda guerrera más poderosa de los mayomberos.

Sarabanda es la versión palera del orisha Oggún, al igual que el orisha Osaín es la versión santera del mpungu Ngurufinda, lo cual evidencia el profundo entrelazamiento de las culturas bantú y yoruba en la isla. También se le asocia con San Pedro. Es el dueño del hierro y de la forja, así como de las herramientas, el ferrocarril, el trabajo físico duro, las armas y la guerra. Se le considera una entidad de fuego y tierra, estrechamente vinculada con los metales y minerales, así como con los mecánicos, conductores, soldadores, cerrajeros, militares, guerreros, policías, criminales y rebeldes.

A Sarabanda le corresponden el meme o chivo, la ñoca o serpiente, el ngá o leopardo y el mayimbe o aura tiñosa, así como los símbolos de la cruz y del triángulo, el planeta Marte, los números 4, 20, 21, 33, 34, 38, 46, 47, 51, 58, 61, 64, 71, 72, 74, 77, 79, 91, 93, 94, 95 y 99, las combinaciones de colores rojo y verde, y verde y negro, y el signo (+0+0).

Los palos y yerbas asociados a Sarabanda pueden incluir: quiebra hacha, jiquí, malambo, palo hueso, ceiba, yaya, cambia voz, palo Ramón, yo puedo más que tú, abrecaminos, caja, guayacán, vencedor, para mí, cuaba, tengue, guayabo, ateje, llamao, uña de gato, espuela de caballero, mangle negro, ciprés, cambia rumbo, bejuco verraco, moruro y siguaraya.




Cabo Ronda: Watariamba es un camino o avatar de Sarabanda especializado en la Ley, que debido a su trascendencia y popularidad en Cuba, se ha consolidado como un mpungu por derecho propio. Está estrechamente sincretizado con Ochosi, el orisha yoruba de la caza y la justicia, con San Norberto en la tradición católica, y con la diosa olímpica Artemisa (conocida como Diana por los romanos).

Rige sobre policías, jueces, abogados, delincuentes y personas que buscan huir de sus enemigos o liberarse de sus opresores o del peso de la justicia. Su influencia se extiende a comisarías, juzgados y cárceles. Sus atributos incluyen el arco y las flechas, los planetas Saturno y Marte, el color rojo combinado con el azul, el signo (00++), y los números 29, 41, 43, 50, 52, 63, 65, 67 y 73. A Cabo Ronda le corresponden las mismas nkunias, nfitas y musangas que a Sarabanda.


Chola Wengue: Mamá Chola es una de las prendas más poderosas y populares del Palo Monte, ya que se encarga de todo lo relacionado con el amor, la fertilidad, el dinero y los pleitos civiles. Las mujeres que no logran embarazarse acuden a Mamá Chola para que les conceda un hijo. Asimismo, cuando se sufre por un amor no correspondido o en casos de infidelidad conyugal, es ella quien facilita los amarres, endulzamientos, castraciones, alejamientos y otras obras relacionadas con el amor. También es invocada para atraer clientes a un negocio, generar abundancia en el hogar, y en asuntos como divorcios, casamientos, herencias, demandas y trámites legales. Por todo ello, Chola Wengue es uno de los mpungus más solicitados, especialmente por las mujeres, aunque también recibe peticiones de muchos hombres.

Mamá Chola está sincretizada con la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, y con la orisha Oshún, divinidad de los ríos y aguas dulces, el amor, la sensualidad femenina y la fertilidad. Es considerada la versión africana de Afrodita, la diosa griega del amor, y de Venus, su equivalente en la mitología romana. Rige sobre mujeres hermosas y seductoras, embarazadas, madres solteras y prostitutas.

Sus atributos incluyen los colores amarillo, ámbar, naranja, bronce y dorado combinados con el blanco, así como los camarones, cocodrilos, patos, cisnes, gallinas de Guinea, codornices y pavos reales. Se le asocian los planetas Venus y la Luna, y los números 5, 10, 12, 13, 20, 22, 25, 30, 35, 37, 42, 48, 55, 58, 66, 71, 76 y 81, y los signos (++0+) y (+++0).

Entre las yerbas asociadas a Chola Wengue se encuentran la salvadera, la calabaza, el llantén, la maravilla amarilla, el botón de oro, el orosun, el lino de río, el helecho de río y la verdolaga. Sus palos son: canitel, canela, almendra, almácigo y caña brava.


Madre de Agua: Kalunga, Baluande y Madre de Agua son avatares de la misma entidad: el misterio de las profundidades marinas. Actualmente, este mpungu está sincretizado con la orisha yoruba Yemayá-Olókun, diosa de los mares y océanos, quien rige la pesca, los puertos, los barcos, los marineros y las travesías, así como el matrimonio, los hijos y la familia, y con la virgen de Regla, patrona de La Habana.

Sin embargo, originalmente, Kalunga era un concepto mucho más profundo que el fondo marino. No tenía connotaciones femeninas para los antiguos pueblos bantúes y significaba la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Era una especie de energía espiritual fluida o plasma que rodeaba el plano material por todas partes, separándolo del plano espiritual. Para ellos, este plasma espiritual constituía una entidad mágica o divinidad en sí misma; el mpungu o avatar de Nsambi destinado a separar la vida de la muerte. También puede interpretarse como el lugar que habitan los muertos, como la propia Muerte, o como la sustancia de la que están hechos los espíritus: un océano de almas infinito que envuelve a nuestro mundo.

Madre de Agua está relacionada astrológicamente con la Luna y Neptuno, y le corresponden los colores azules combinados con blanco o con negro, los números 7, 18, 21, 23, 38, 45, 54, 56, 62, 82, 86 y 89, así como los signos (+000) y (0+++). También le corresponde toda la fauna marina. Los palos de Kalunga son: jiquí, caimito, ceiba, rompe hacha, mangle negro y aguacate. Sus yerbas son: hojas de aguacate, yantén, sauco blanco, salvadera, caisimón, verdolaga y lechuga criolla.


continuará…

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