martes, 21 de octubre de 2025

Fundamento y Nganga: La alquimia del tiempo


La diferencia entre un fundamento y una nganga es, esencialmente, el tiempo. Las prendas paleras nacen con lo fundamental —de ahí su nombre: fundamentos— y crecen con los años de práctica, al mismo ritmo que evolucionan sus dueños. Con el tiempo, ambos —fundamento y ngueyo— se transforman en ngangas. En realidad, el concepto de nganga se refiere tanto a la prenda como a quien la posee.

 

Una nganga es una obra mágica realizada por dos personas: el tata, que la inicia como un pequeño fundamento, y su aprendiz, que la culmina como una gran nganga. Como toda gran obra, trasciende a sus creadores mucho después de su muerte, perdurando en las prendas y ramificaciones de sus descendientes, que brotan como gajos de su tronco espiritual.

 

Cuando un ngueyo recibe una prenda —como un nkuyo de Lucero, una mpaka de Siete Rayos o Sarabanda, una güira de Mariwanga, una calabaza de Chola Wengue o una cazuela de Madre de Agua, por citar algunos ejemplos— esta nace como un gajo de la nganga de su padrino. Este la carga para su ahijado con rastros de su propio nkisi y con los ngandos fundamentales del tipo de prenda correspondiente, según el mpungu de cabecera. Sin embargo, es tarea del ngueyo —y no del tata— conseguir los ngandos complementarios para finalizar la obra. Esta búsqueda lo obliga a completar por sí mismo su aprendizaje y formación como brujo.

 

Cada planta, mineral o animal posee una o varias propiedades mágicas que el aprendiz debe aprehender por mérito propio. La información adquirida sin esfuerzo, sin experimentación directa, carece de poder mágico, independientemente de que sea verdadera o falsa. El padrino tiene el deber de enseñarle —al ayudarle a fundamentar su prenda— los secretos de los ngandos básicos con los que trabaja un ngangulero, y proporcionarle un listado del resto de ingredientes para que los encuentre por su cuenta. Esta tarea puede llevar años y, a menudo, concluye mucho después de la desaparición física del maestro.

 

Elementos Fundamentales de una Prenda

Los ngandos esenciales para montar una nueva prenda incluyen:

 

• Rastros de la nganga del padrino (incluyendo fragmentos o mpolos de uno de sus nfumbes).

• Matari del mpungu de cabecera del ahijado:

  -Piedra de rayo para Sabranu Nsasi o Mariwanga.

 -Piedra del monte para Ngurufinda o Tiembla Tierra.

 -Piedra de encrucijada para Lucero.

 -Piedra de rayo, hierro o de ferrocarril para Sarabanda.

 -Piedras de mar y de río para Kalunga y Chola Wengue, respectivamente.

 

• Al menos siete nkunias o palos representativos del mpungu, que cumplan funciones básicas: adivinación, limpieza, apertura de caminos y guerra.

• Mínimo tres ngandos animales (cornamentas, huesos, garras, colmillos, piel, plumas).

• Un recipiente natural (güira, calabaza, cuerno, saco, arcilla, madera o metal) acorde al mpungu y tipo de prenda.

 

Evolución de la Prenda

 

La forma de los fundamentos depende en gran medida del recipiente en que se montan. Por ejemplo, las prendas de Nkuyo Lucero suelen iniciarse en pequeñas güiras, figuras talladas en madera o vasijas de barro. Con el tiempo, al añadirles más nkunias, ngandos, kongome, menga, etc., se hace necesario trasplantarlas a recipientes más grandes y definitivos, como calderos de hierro o cazuelas de barro.

 

Otras prendas, como las de Siete Rayos, Tiembla Tierra y Sarabanda, pueden comenzar en mpakas o cuernos de toro, buey o cabra, y luego mudarse a cazuelas de mayor tamaño. Las prendas femeninas —Centella Ndoki, Madre de Agua y Mamá Chola— suelen iniciarse en güiras, calabazas o vasijas de arcilla, y posteriormente se trasladan a recipientes más amplios.

 

Entre el nacimiento de un fundamento y su traslado al recipiente definitivo, la prenda no deja de crecer ni de transformarse con cada nuevo ngando o atributo incorporado. Incluso convertida en nganga, sigue evolucionando, siempre que su dueño o heredero la atienda y mantenga activa. Por ello, el ngangulero se ve obligado, al notar que ya no cabe ni un palo, cuerno o hueso más, a realizar reformas frecuentes tanto en la prenda como en el nso nganga —el cuarto, altar o espacio consagrado— para seguir añadiendo elementos sin que pierda equilibrio o reviente.

 

Estas reformas suelen consistir en redistribuir los elementos visibles —los que desbordan del recipiente original, pero aún no justifican un cambio de recipiente—, apuntalándolos con más palos, ataduras, clavos y cadenas para aumentar su estabilidad y soportar el peso de nuevos ngandos. Así, se expande su área útil hacia arriba y hacia los lados. Estos añadidos pueden transformar drásticamente su apariencia de un día para otro, dando lugar a una amalgama de múltiples materias y objetos, ennegrecidos por la menga de los animales sacrificados, que, cual tupida selva, cubren todo el espacio consagrado a las prendas.

 

Cuando, por diversas razones, un ngueyo se aleja del munanso de su padrino durante un tiempo y, un buen día, regresa y cruza nuevamente el umbral del cuarto de los misterios para saludar a la nganga, apenas puede reconocerla por lo mucho que ha cambiado. Es como reencontrarse con un viejo amigo de la infancia que ha echado barba y barriga durante su ausencia.

 

No obstante, pese a los cambios sufridos en su apariencia, siempre es posible distinguir en la nganga algunos de los elementos fundamentales con los que fue creada: ciertos palos, huesos, cuernos, piedras, cadenas, etc., cuyas siluetas y sombras únicas resultan inconfundibles e inolvidables para los paleros que se rayaron y renacieron de rodillas frente a ella.


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