miércoles, 24 de septiembre de 2025

Aprendiendo las Firmas de Palo Monte. Tratado Kimbisa de Buey Suelto 4ª parte


Centella Ndoki: Mariwanga o Centella es el mpungu que rige algunos fenómenos climáticos devastadores, como tormentas de centellas, huracanes, tornados y trombas. Esta entidad femenina, celosa, colérica, bruja y guerrera, es la reina del cementerio y está sincretizada con la orisha yoruba Oyá y la Virgen de la Candelaria, y relacionada con la diosa griega Atenea y con los planetas Marte y Júpiter. Le corresponden los colores rojo oscuro o marrón en combinación con negro, aunque también puede aparecer representada con una mezcla multicolor.

Centella es el kimbosio o recipiente mágico del mpungu femenino Mariwanga, y su montaje se parece mucho al de 7 Rayos, la nganga de Sabranu Nsasi. Ambas trabajan muy rápido y sus makumbas son fulminantes, pero Centella es prenda de yaya y rara vez la encontramos en casa de un hombre, a no ser que sea heredada o cruzada. Se le puede cruzar con 7 Rayos, Sarabanda y Lucero. Su camino más conocido es Centella Ndoki, una mítica prenda fundamentada con kriyumba de cimarrona muerta en batalla a machete con rancheadores, cuyo espíritu, enriquecido por las almas de sus brujas o yayas descendientes, constituye el Bakula de todas las hijas de Mariwanga, quienes suelen tener un carácter fuerte y a menudo irascible o machuno, propio de las guerreras.

Sus signos son (000+) y todas sus variantes (0+00, +000, 00+0); que comparte con Madre de Agua y Kobayende; y se le asocia con los números 9, 11, 14, 16, 27, 32, 44, 60, 65, 68, 69, 75, 83, 92 y 98. Algunas de sus yerbas son: mastuerzo, zapote, granada, caimito, ruda, uva caleta y artemisa. Sus palos pueden ser: vira viento, vence batalla, zapote, palo caballero, enredador, guaco y caña brava.


 Tiembla Tierra: Este nkisi, al igual que Sarabanda y Madre de Agua, es criollo y nació como un nuevo camino de Sabranu Nsasi en los campos y montañas de Santiago de Cuba, la región con mayor actividad sísmica y bélica de la isla, donde los temblores de tierra y las rebeliones eran frecuentes durante la época colonial española. Al finalizar la guerra de independencia y abolirse la esclavitud, su culto se extendió a La Habana, Matanzas y otras poblaciones occidentales con una notable presencia yoruba y católica. Este iracundo espíritu de los terremotos comenzó entonces a sincretizarse con otras entidades relacionadas también con el elemento tierra, pero de carácter más benigno y pacífico, como el orisha Obbatalá, la Virgen de las Mercedes e incluso el propio Jesucristo. Así, se transformó en el nkisi conocido como Tiembla Tierra o Mamá Kengue, encargado de la agricultura, la ganadería y la civilización, la pureza moral y espiritual, la justicia, el intelecto, la memoria y el sistema nervioso.

Se le relaciona con los planetas Saturno y Venus, el color blanco, el signo (++++) y los números 2, 8, 16, 24, 40, 44, 78, 85, 88 y 98. Sus yerbas pueden incluir yagruma, siempre viva, campana blanca, ceiba, ciruela, algodón, artemisa y jagüey. Entre sus palos destacan: rasca barriga, granada, almácigo, cuaba, palo Ramón, chirimoya, caisimón y anón.

Kobayende: Este mpungu, también conocido como Pata Llaga, Tata Pansúa, Tata Nfumbe o Tata Kañengue, entre otros apodos o caminos, se sincretiza con el orisha yoruba Babalú Ayé, quien rige las epidemias, infecciones, enfermedades venéreas y degenerativas, pestes y miserias en general. En la tradición católica, está relacionado con San Lázaro.

Se le asocia con la enfermedad, la vejez, la desgracia, la muerte y los karires, así como con los hospitales, morgues, médicos, enfermeros, etc;. También está vinculado a los planetas Mercurio y Neptuno, al color morado, a los signos (0+00, +000, 00+0, 000+ y 0000), y a los números 17, 26, 80, 83, 84 y 90.

Entre sus palos y yerbas se incluyen: caña brava, salvia, cundeamor, sargazo, sasafrás, alacrancillo, apasote, ateje, piñón botija, bejuco ubí, caisimón, albahaca, zarzaparilla, alejo macho, artemisa, caguairán, cenizo, copaiba, chirimoya, bejuco amarillo, bejuco lombriz, cardosanto, cebolletas, ortiguilla, incienso, millo y pica pica.

Ngurufinda: Este mpungu es la personificación del monte mismo, el mundo mágico al que los brujos se adentran para obtener materiales y poderes con los que obran. Representa la fuerza o misterio que reina sobre los espíritus y tótems de las selvas y bosques del mundo, así como de toda su vegetación. Su prenda se monta en un güiro grande con muchas plumas colgado del techo, que permite orientarse mejor en el mundo terrenal y en el más allá a los nfumbes de las prendas que viven el suelo. Además, es el protector de monteros, guardabosques, yerberos y curanderos.

En Cuba, Ngurufinda está sincretizado con el orisha yoruba Osaín y, en la tradición católica, con San Norberto y San Silvestre. También se le asocia con Tiembla Tierra, con quien comparte el signo (++++) y con Simandó o Cuatro Vientos. Le corresponden los números 19 y 97. Sin embargo, pese a su relevancia en el panteón palero, sus prendas son cada vez más escasas, ya que este nkisi exige a sus seguidores una total entrega a los misterios del monte y la botánica.

 Sus nkunias, nfitas y musangas pueden abarcar todas las plantas de la manigua, pero algunas de sus yerbas y palos más representativos son: guásima, aguacate, abrecamino, mangle rojo, escoba amarga, verbena, apasote, marañón, hierba de la niña, hierba la bruja, higuereta, caimito, canitel, algarrobo, verdolaga, mamey, piñón de botija, jobo, álamo, artemisa, jiquí, palo Ramón, guao, guayacán, rompe hacha, ceiba y jagüey.

Ngonda Nkisi: Ngonda, también conocida como Mamá Canasta o Mamá Cachimba, es el mpungu o fuerza mágica de la Luna, responsable de regir las mareas de nuestro planeta e influir en las cosechas, así como en el temperamento de personas y animales. Por su parte, Ngonda Nkisi es la prenda palera que se fundamenta con su esencia espiritual.

Sus signos y atributos pueden coincidir con los de Madre de Agua y Mamá Chola, dos entidades acuáticas femeninas con las que está estrechamente relacionada. Se le atribuyen los números 17, 36 y 80.

Los Karires: Son las fuerzas mágicas más antiguas del panteón palero, seres de fuego, el elemento primigenio que alumbró el nacimiento del universo y del cual, eones más tarde, surgieron los demás elementos: aire, tierra y agua, que representan los tres estados de la materia que permitieron la formación de las estrellas y los planetas.

Estas poderosas entidades fueron veneradas como divinidades benefactoras de la humanidad durante cientos de milenios, mucho antes de la aparición de la escritura y de las grandes religiones monoteístas que cambiaron el mundo, como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Desde que empezaron a surgir y expandirse hace unos 3000 años, dichas religiones persiguieron todos los cultos mágicos y chamánicos, artes y mancias ancestrales que hasta entonces habían crecido espontánea y libremente entre los hombres, tachándolos de prácticas diabólicas e inmorales, para erradicar la competencia y hacerse con el control del mundo.

incluso en estos escépticos tiempos modernos en que vivimos actualmente los karires son considerados, de manera errónea y prejuiciada, como malvados demonios, manifestaciones del ángel caído, el renegado, el señor de los infiernos y la esencia de todo mal. Es cierto que el poder de los karires es tan grande que puede resultar peligroso para los pequeños mortales, pero eso no significa que sean nuestros enemigos. Todo lo contrario. No olvidemos que Lucifer significa “el portador de la luz”, haciendo referencia al mito de Prometeo, el dios que se rebeló contra Zeus y robó del Olimpo el secreto del fuego para dárselo a sus amigos humanos, tan despreciados por el resto de los dioses. Fueron las grandes religiones monoteístas quienes, millones de años más tarde, tergiversaron el mito de Prometeo, el amigo de los hombres, convirtiéndolo en Lucifer, el ladrón del fuego, el ángel que traicionó a Dios y sembró la duda sobre su existencia y bondad entre los humanos.

En las reglas paleras, nacidas del sincretismo en el Nuevo Mundo entre divinidades y conceptos teológicos bantúes, yorubas, taínos y europeos, los karires (no confundir con los ndokis, que son las almas en pena, los nfumbes más oscuros y atrasados espiritualmente con los que trabaja el ngangulero) constituyen una fascinante mezcla entre ángeles y demonios. Temidos y admirados al mismo tiempo, son invocados por los brujos con mil precauciones para sobrevivir al encuentro, con el fin de resolver las situaciones más difíciles y los deseos más improbables. Sus nombres o avatares más recurridos son Lugambé, Kadiampembe y Lukankasi. Les gustan las ofrendas de menga humana, sus obras se llaman pactos y se les atribuyen el signo (0000) y los números 8, 33, 60, 64, 68 y 88.

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