sábado, 8 de febrero de 2025

Los Pactos del Palo Monte


En el Palo Monte, un culto mágico-religioso nacido en Cuba y similar al Vudú haitiano y a la Macumba de Brasil, fruto del sincretismo entre diversas religiones y creencias chamánicas africanas y amerindias, así como el catolicismo, el espiritismo y la magia negra europeos, han sobrevivido con bastante fidelidad algunos de los rituales mágicos más antiguos de la humanidad. Estos incluyen los pactos con diversas entidades, como los nfumbes y nkisis (espíritus), y divinidades, como los mpungus y karires (espíritus o fuerzas de la naturaleza), para obtener sus favores a cambio de ciertos sacrificios y ofrendas. Incluso, podemos decir que el tronco principal que estructura la liturgia del Palo Monte, del que crecen sus distintas ramas o reglas, consiste en una serie de pactos con dichas entidades que cada ngueyo o aprendiz debe realizar a lo largo de su evolución como palero.

Pacto Nfumbe

El primer pacto que debe llevar a cabo un palero es el pacto con los muertos, conocido como “rayamiento” o ritual de iniciación. En este ritual, se hacen una serie de cortes en forma de cruz en la piel del neófito, y se introduce en las heridas polvo de los huesos de los nfumbes que habitan en la nganga de su padrino. A continuación, se colocan algodones sobre las cruces para cerrar las heridas; los cuales, una vez secos, se colocan dentro de la nganga para que los nfumbes posean el rastro del ahijado y puedan reconocerlo y localizarlo siempre que sea necesario. De esta forma, mediante el intercambio de restos de huesos y restos de sangre entre difuntos y vivos, queda sellado el pacto con los muertos.

De este pacto se obtiene la protección y el reconocimiento del recién iniciado como nuevo palero por parte de los nfumbes de su padrino. A partir de ahí, el ngueyo tiene derecho a consultarse y a aprender el oficio congo con su Tata, quien también debe entregarle sus primeras prendas básicas correspondientes a su nsila o camino, según su mpungu de cabecera (Nkuyo, Nsasi, Sarabanda, Chola Wengue, Mariwanga, Kalunga, Kobayende, Ngurufinda, etc.). Estas prendas, en este orden, son el makuto, el collar de bandera y el Lucerito o Lucero Guía con su juego de chamalongos.

Pacto Nkisi

Tras culminar su aprendizaje inicial, el cual puede tardar meses o años, dependiendo de la dedicación del ahijado y del celo de su padrino, el ngueyo está listo para pasar al siguiente nivel: convertirse en tata nganga mediante el segundo rayamiento y poder trabajar con una nganga y tener sus propios ahijados. Para esto, recibe de su mentor las siguientes prendas: cuchillo consagrado que le otorga el derecho litúrgico a matar y sacrificar ofrendas vivas, bastón ritual para llamar a los nfumbes y nkisis, y una mpaka gajo de la nganga de su padrino, de la que brotará e irá creciendo su propia nganga.

También es válido recibir una nganga completa con todos los yerros y ngandos, pero es muy costoso y el tiempo que se ahorra en su montaje se pierde en conocimiento, pues se aprende mucho más de mecánica fabricando un motor que comprándolo ya hecho. Por esa razón, hay tantos paleros en el mundo que poseen nganga y trabajan con ella, pero desconocen los rituales de su fabricación, ya que no estuvieron presentes durante la misma, y no saben montar nuevas prendas para sus ahijados.

Pero volviendo al tema de los pactos, para obtener una nganga, ya sea recibiéndola completa o aprendiendo a montarla paso a paso, también es preciso cerrar un trato con una entidad sobrenatural. En este caso, con un nkisi, ser resultante de la fusión entre un nfumbe o difunto y un tótem o espíritu de la naturaleza. Este pacto, al igual que el pacto de muertos, es para toda la vida y más allá, pues establece un vínculo espiritual entre el palero y el nkisi que trasciende la muerte física. El palero jura trabajar en vida para que el nkisi pueda evolucionar espiritualmente y escapar de la oscuridad elevándose hacia la luz divina, y el nkisi, a cambio, se compromete con él a cumplir en la Tierra todas las misiones que le encomiende. Una vez muerto el palero, éste se funde con el nkisi y juntos los tres -tata, nfumbe y mpungu- comparten la misma suerte en el inframundo, con más posibilidades de ascender hacia Dios que por separado.

 Pacto Karire

Por encima de los pactos con nfumbes y nkisis están los pactos Karires, que vienen a ser la versión bantú de los pactos diabólicos de la tradición judeocristiana, pero con la diferencia de que estos misteriosos ritos ya se practicaban en África muchos siglos antes de la aparición en Medio Oriente del dios hebreo Yahveh y del demonio Belial (conocido más tarde como Satanás por los cristianos), negociando con algunas de las entidades espirituales más antiguas y poderosas del universo, como los karires. De hecho, muchos expertos opinan que los dioses actuales, surgidos en la antigüedad, son las mismas divinidades adoradas por los humanos durante milenios de prehistoria, pero con nombres y rasgos distintos que han ido variando a través de los siglos y del devenir de las distintas e incontables civilizaciones y lenguas.

Los pactos con karires pueden hacerse siendo o no palero, por mediación de un Tata Nkisi (palero que ha realizado el tercer rayamiento que da acceso a los tratados secretos que permiten pactar con Karires y fundar su propia rama) experimentado en tratos con estas ancestrales y poderosísimas entidades. Llegado el caso, el ngangulero invocará a los karires en un ritual especial conocido como consulta karire para plantearles la petición del solicitante. Si algún karire se manifiesta durante la consulta y acepta el pacto propuesto, éste debe sellarse rápidamente, antes de dos semanas como mucho, para evitar que el karire se impaciente y dé por roto el pacto, lo cual le daría derecho a cobrarse la deuda con la vida del solicitante o de alguno de sus seres queridos. Por esa razón, es conveniente estar muy seguros de querer hacer el pacto antes de proponérselo a los karires.

Se puede pactar con un karire para casi cualquier cosa, salvo para escapar indefinidamente de la muerte, ya que es posible burlarla durante mucho tiempo, pero tarde o temprano siempre nos alcanza. Se puede pactar con un karire para salvarse de una enfermedad terminal u otra amenaza equivalente; para librarse de la cárcel o de un enemigo; para obtener riquezas, éxito, fama, amor o potencia sexual; y también para conseguir poder terrenal o espiritual, sabiduría, intuición, carisma, dones mágicos, capacidades extrasensoriales, etc. Pero únicamente se puede pedir un deseo en concreto por pacto.

Se pacta con karires cuando todo lo demás falla. Cuando, por ejemplo, los amarres no logran recuperar o dominar el corazón del ser amado, un pacto karire de amor conseguirá cumplir este deseo con rapidez y eficacia. Si los amuletos y obras de abrecaminos no atraen la prosperidad de una persona, un pacto karire de fortuna le abrirá nuevas relaciones y oportunidades que le conducirán con certeza hacia los éxitos y riquezas que tanto ansía. Si las obras de sanación no salvan al paciente, un pacto karire de salud lo hará, y si las makumbas no frenan al enemigo, un pacto karire de poder lo neutralizará para siempre. Y así sucesivamente.

Una vez aceptado el pacto en cuestión, el Tata preparará una mpaka o cuerno con los datos de la persona, la firma y nombre del karire, y una serie de ngandos (sustancias y elementos naturales, como ciertas tierras o rastros, piedras, huesos, plumas, semillas, palos, yerbas, etc.) en su interior, que empleará para sellar el pacto en nombre del solicitante, ya que presenciar este ritual secreto es tabú tanto para los profanos como para los neófitos del Palo Monte.

Concluido con éxito el ritual de sellado, el Tata entregará o hará llegar la mpaka al solicitante del pacto para que lo active derramando un poco de su propia menga (sangre) sobre el espejo que cierra la boca del cuerno, colocado sobre la firma del karire. La persona deberá repetir este ritual de activación todos los años en la misma fecha, hasta que dé por cumplido su deseo y avise al tata para finalizar el trato. Si incumple esta regla por cualquier razón e interrumpe el pacto por su cuenta, sin que el tata realice previamente el correspondiente ritual de cancelación, el karire tendrá derecho a cobrarse la deuda de sangre como estime conveniente.

Los karires son muchos y están por todo el universo dirigiendo las fuerzas que le dan forma y estabilidad a los planetas y galaxias, como la fuerza gravitatoria, la electromagnética y la nuclear, pero solo unos pocos han permanecido hasta nuestros días en la frágil y limitada memoria humana. Ellos son, en lo que al Palo Monte se refiere, Lugambé, Lukankasi, Kadiampembe y Ndoki. Estos karires no son malvados ni están interesados en el alma humana como los demonios judeocristianos, aunque son más poderosos y en ocasiones pueden resultar más terribles que estos, ya que su existencia es muy anterior a la de los dioses locales de nuestro planeta y trasciende el infantil concepto humano del bien y el mal. Poseen el poder de crear y destruir mundos, especies y civilizaciones enteras sin otro criterio que no sea el de llevar a cabo la gran Obra de Dios.

Para los karires, la muerte no existe como fin, sino como reciclaje de la vida, por lo que el bien y el mal tampoco existen para ellos. Todos los dramas humanos—nuestros miedos, ambiciones, deseos, frustraciones y calvarios—son tan intrascendentes para estas inconmensurables entidades como los sueños de los ácaros para nosotros. Sin embargo, los karires se privan por la sangre humana—hay quien dice que los vampiros descienden de ellos y que fueron los primeros dioses, en el tiempo en que los humanos apenas se distinguían de otros animales y ni el propio Nsambi se había dado cuenta de que estábamos desarrollando la consciencia—; manjar espiritual que no apareció en el universo hasta eones más tarde de su creación. La energía que contiene la menga humana es infinitamente más compleja y rica que la energía de los animales, plantas y minerales, pues la mortalidad unida a la consciencia constituye el motor de transmutación de la realidad más poderoso y original surgido de la evolución natural. La especie humana ha evolucionado más en los últimos 3000 años que todo el planeta en trillones de años. Ninguna otra criatura teme a la muerte y ambiciona la eternidad como nosotros, por lo que nuestra sangre sabe a desesperación y a esperanza a la vez; a amor por la vida y a pasión por lo desconocido, al mismo tiempo.

Y esa es—el sabor de nuestra sangre—la única razón por la que los karires acuden a nuestro llamado y sucumben a nuestras peticiones, pese a que las consideren patéticas en su mayoría. Concedernos el deseo de cosas inútiles que no podremos llevarnos a la próxima vida, como la abundancia material, el éxito social, el placer, el amor o la venganza, implica para ellos un esfuerzo mínimo, como el que nos cuesta a nosotros soplar para espantar una mosca; pero el sabor de nuestra menga recompensa con creces desviarse brevemente de su importante labor en el universo para satisfacer nuestras primitivas y egoístas pretensiones mortales.

 Pacto de Sabiduría

El pacto karire más ambicionado por los brujos paleros es el pacto de sabiduría, también conocido como tercer rayamiento. Si el primer rayamiento, el que te convierte en ngueyo, es un pacto con nfumbes, y el segundo rayamiento, el que te convierte en tata nganga, es un pacto con un nkisi, el tercer rayamiento viene a ser un pacto de sabiduría y poder espiritual con un karire que transmuta al tata nganga en tata nkisi, permitiéndole acceder a los secretos más profundos y poderosos del Palo Monte. Estos incluyen los tratados que sirven para montar los famosos muñecos brujos llamados kini-kines o chicherekús, que permiten fundar una nueva rama o potencia muertera, o realizar pactos con karires, entre otros dones y honores.

Un tata nganga normal puede ejercer el oficio congo, consultar, hacer trabajos, rayar, tener ahijados y montar y entregar prendas. Pero solo un tata nkisi posee el derecho y el poder suficiente para tratar y pactar con los karires, oficiar terceros rayamientos, crear nuevas prendas y firmas, y fundar nuevas ramas y liturgias paleras. Sin embargo, es importante advertir que, después de que alguien realiza el pacto de sabiduría, ya sea directamente o por mediación de su padrino, no puede hacer más tratos con karires para sí mismo. Tras el tercer rayamiento, un tata nkisi puede cerrar nuevos pactos para otras personas, ahijados o clientes, pero no para beneficio propio.

Y es que la sabiduría es el bien máximo, por encima de cualquier otro poder, riqueza, placer o triunfos terrenales, ya que constituye el conocimiento práctico de las leyes espirituales que rigen secretamente la realidad material que nos envuelve y limita, brindándonos la oportunidad de liberarnos de todos nuestros miedos y encontrar, por fin, más allá de la carne, el reino de Dios.

Quien hace el pacto de sabiduría ya no sueña con amores y glorias, ni ambiciona riquezas ni se preocupa por la suerte del mundo ni por su propia salud física, pues al enfocarse de lleno en conseguir que su consciencia acompañe a su espíritu cuando este abandone su cuerpo y el mundo para, de esa manera, trascender conscientemente la muerte y conservar los recuerdos de su ego en el más allá, la cantidad de energía que se ahorra y se concentra en su ser, habitualmente desperdiciada en satisfacer o resolver instintos viscerales, conflictos emocionales y deseos egoístas, es tan grande e intensa que su salud siempre es buena y el amor, el dinero y el reconocimiento social llegan por sí solos a su vida, atraídos como las olas a la orilla por su inmenso poder.

Saludos a todos y que Nsambi acutare!

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