El Palo Monte, al igual que el Vudú haitíano, es un culto de batalla y supervivencia. Su carácter, eminentemente práctico y guerrero y su liturgia, furtiva y recelosa, son reflejos directos de los tiempos difíciles que le han visto crecer, desde la esclavitud y las guerras de independencia, en el siglo XIX, pasando por las diversas tiranías y revoluciones del siglo XX, hasta nuestros días.
La Regla Conga nació de las penurias sufridas por orgullosos guerreros y cazadores bantues que fueron esclavizados por los españoles en Cuba y que, en la práctica de la brujería, hallaron el modo de defender su identidad ante al embate arrollador de la cultura europea; de combatir el miedo a un mundo nuevo y desconocido, al mayoral, a los rancheadores y a los soldados coloniales y de hacer acopio de fuerzas y esperanzas para luchar por su libertad y recuperar la dignidad herida.
No por gusto, de todos los mpungus del interminable panteón bantú, fueron NSASI, WATARIAMBA y NICUAGO LUANA los primeros en ser fundamentados en libertad y en pie de guerra por los kongos cimarrones en sus palenques y más tarde en los campamentos mambíses: los tres mpungus guerreros más bravos y temidos, a los cuales rebautizaron al montar sus nkisis como 7 RAYOS, VENCE BATALLA y CABO DE GUERRA, respectivamente, en memoria del bélico uso que les dieron, en aquellos tiempos de sangre y fuego, para hacerse invisibles en el Monte, invencibles en la lucha y fulminantes como el rayo.
Hoy en día,en el ámbito del Palo Monte, mucha gente piensa que los bantú eran pueblos salvajes y sanguinarios porque todos sus dioses son terribles guerreros, brujos y demonios. Se equivocan. La civilización bantú no solo era guerrera y cazadora, sus pueblos también cultivaban, criaban ganado y comerciaban y adoraban mpungus relacionados con esas pacíficas actividades, pero en Cuba tuvieron que olvidarlos porque su realidad era la esclavitud, la persecución y la guerra y sus prioridades la libertad y la supervivencia. Incluso mpungus que no están relacionados directamente con la guerra, como KALUNGA( la fuerza del mar ), TIEMBLA TIERRA( sabiduria y concordia ) Y MARIWANGA( los misterios de la muerte ) fueron adaptados en Cuba enfocando sus azpectos más violentos y tenebrosos, no porque los kongos que llegaron a la Isla fuesen malvados y asesinos, sino porque eran ellos las víctimas y precisaban la makumba más oscura y feroz para defenderse y hacerse temer.
Aquellos fueron los momentos más duros de la vida de los kongos en Cuba, pero no vayan a creer que tras la abolición de la esclavitud, en 1880, pudieron continuar practicando sus cultos ancestrales pacífica y libremente. Durante los últimos veinte años de gobierno colonial en la isla, las autoridades españolas prohibieron y persiguieron toda forma de brujería. Toleraban los aspectos folclóricos de los ritos africanos, como los bailes y toques de tambor, pero veían en su magia un comportamiento herético y antisocial, caldo de cultivo de rebeldía y criminalidad.
A los Yoruba les bastó con ocultar las otanes de sus oshas en soperas europeas y camuflar a los orishas tras las imágenes de santos católicos para disimular su culto o al menos hacerlo más potable a los ojos de los españoles y de los criollos blancos, pero los kongos lo tuvieron más difícil porque una kriyumba( cráneo humano ), aunque cupiera en una sopera, no es lo mismo que una piedra y optaron, como los Abakuá, por reunirse en secreto para realizar sus rituales, sin tambores que alertaran a la policía y amarrando bien las cuatro esquinas, como hacían en los palenques, para que ningún mundele( originalmente, Mayombe no aceptaba blancos ni mulatos en sus juegos; estos tuvieron que esperar a la aparición de la Regla Kimbisa y Malongo, después que Andrés Petit fundara la primera potencia Abakuá para blancos y mulatos. ) pudiera rastrear su paradero. Por eso todavía en el Palo Monte solo se toca cajón para celebrar y dar gracias, pero nunca mientras se trabaja.
También de esa época vienen los saludos secretos con las manos y los juramentos de lealtad al munanso, trucos que los paleros copiaron de los masones. Originalmente para rayarse no se usaba ningún juramento; el pacto con los muertos era una cuestión puramente espiritual, sin implicaciones socio-políticas. Los padres del Palo Monte llegaron a la conclusión de que compartir su sabiduría con extraños era tan peligroso como compartir las armas con el enemigo, por eso restringíeron la iniciación de blancos y mestizos y estructuraron los munansos como familias cerradas que para aceptar a un nuevo miembro tenían primero que probar su "hombría"( término que actualmente puede sonar machista pero que en esa época era sinónimo de valor e integridad ) y jurar por su vida lealtad a la familia y sus secretos. De ahí proviene la prohibición de iniciar a homosexuales, tabú que, curiosamente, solo se aplica a los hombres. Si el aspirante es una lesbiana bien machuna se hace la vista gorda y se le deja jurar, pero si es un hombre afeminado, "que se vaya a buscar un santero que le haga Obbatalá". En realidad no es un prejuicio contra los homosexuales, se trata de evitar a personas de carácter delicado, sin madera de guerreros, que se asusten con la sangre y con los muertos o que por debilidad puedan traicionar al munanso o no estar a la altura de lo que se les exige.
Los kongos que llegaron como esclavos a Cuba usaban collares, pulsos y todo tipo de prendas y adornos emblemáticos de sus tribus y mpungus tutelares, pero sus descendientes, para no levantar sospechas en las ciudades y poblados donde empezaron a establecerse, a partir de 1880, sustituyeron los collares por cadenas y anillos de oro y plata consagrados sobre la nganga, dejando solo el llamado collar de bandera para usar exclusivamente en los rituales, a salvo de ojos profanos. En los últimos años, desde que el gobierno cubano tolera la práctica de las religiones afrocubanas y hasta las anima con fines turísticos, algunas casas han empezado a entregar collares y pulsos de Palo Monte, fenómeno que ha motivado mucha polémica entre paleros modernos y conservadores. Estos últimos tachan este aporte de "invento", olvidando que también es un "invento" Sarabanda, Briyumba, Malongo y la Regla Kimbisa. Ya no hay razón para seguir escondiendo que somos paleros. Los collares anuncian la religión a que se pertenece, una ventaja que hasta ahora han aprovechado santeros y babalawos para atraer clientes y seguidores.
Pero aunque los paleros de este siglo puedan asociarse libremente, sacrificar animales, editar libros, dar conferencias, anunciar sus servicios y actvidades públicamente y hasta llevar collares, todavía hay cosas, esenciales de su culto, que tienen que llevar a cabo con suma discreción, como abrir una tumba para llevarse un nfumbe y sus huesos del cementerio o ejecutar un trabajo para provocar la muerte de una persona, por ejemplo, que mantienen vivo ese espíritu furtivo y marginal que siempre ha caracterizado al Palo Monte.
En el sigo XX, durante la república y gran parte del gobierno de Castro, el Palo Monte fué sinónimo en Cuba de marginalidad, delincuencia y criminalidad. Se decía que sus seguidores adoraban al diablo, que sacrificaban niños, que protegían a prostitutas, ladrones, traficantes y asesinos y peor aún, que eran contrarevolucionarios. La mayoría de esos rumores, mezcla de un poco de verdad con mucha calumnia y exageración, fueron iniciados por los propios gobiernos de turno para excusar la represión y persecución de los negros. De ahí que las cárceles siempre estuvieran llenas de paleros y abakuas, desde tiempos de la colonia, hasta el punto de crearse un nuevo tipo de nkuyo que no existía en África, LUCERO MUNDO NUEVO, el que vive en las cárceles, para proteger a los ngueyos condenados. Recordemos que Andrés Petit utlizó el dinero que pagaron los primeros blancos criollos por ser admitidos en la sociedad secreta Abakuá para comprar la libertad de los ecobios que cumplían condena en La Habana y en Melilla.
Es cierto que la regla Conga floreció en los barrios más pobres y pendencieros donde pudieron asentarse los kongos libres y sus descendientes y es cierto que la pobreza engendra marginalidad y delincuencia y que saca del alma humana las más bajas pasiones y terribles instintos y que las personas de ese tipo de ambientes eran clientes potenciales de aquellos tatas; pero también es verdad que las causas principales de dicha marginalidad eran la pobreza, la discriminación racial y la persecución religiosa y que, pese a ello, en aquellos solares y cuarterías cristalizaron gran parte de los ritmos musicales, bailes, vocabularios, artes y costumbres que distinguen la idiosincracia y la cultura cubanas en todo el mundo y también es verdad que en todas las épocas han existido paleros ilustres, como Quintín Bandera, Andrés Petit o Celia Sanchez y que mientras más pasa el tiempo son más los paleros médicos, artistas, intelectuales, empresarios, etc, que los paleros de malos pasos. Aunque nos duela, hay que agradecerle a la dictadura de Castro el haber permitido que los negros, y con ellos los paleros, pudieran estudiar e ir a la universidad e integrarse laboral y socialmente en profesiones y actividades que antes le estaban vedadas.
Pero aún volviendose culto y civilizado, el Palo Monte continúa envuelto por su espíritu jíbaro, porque mientras no exista igualdad, justicia, libertad y prosperidad, en Cuba o donde quiera que haya paleros, seguirán habiendo colas de gente ante la puerta del Tata para pedirle protección, escape, venganza, sueños y deseos prohibidos. Solo él puede contemplar sin juzgar los demonios más profundos de las personas. El Palo Monte sigue siendo jíbaro porque cumple una función social, como la prostitución, que aunque la sociedad no lo admita, es de vital importancia para la cordura de la gente; es la válvula de escape de las frustraciones, insatisfacciones, el dolor y las carencias provocados por la injusticia y la desigualdad social. Acude a la policía si te roban, a los bomberos si arde tu casa, al médico si te duele y al palero si todo lo demás falla. Allí donde la sociedad no tiene respuesta o no quiere responder, en sus cada vez más abundantes puntos ciegos, es donde el palero actúa, en la frontera entre lo que la sociedad reconoce y aprueba y lo que el pueblo realmente padece y necesita. Los paleros crean su propia justicia cuando la Ley falla y resuelven a su manera los problemas cuando el gobierno y las instituciones son parte del conflicto y no ofrecen soluciones o cuando los santos y orishas se niegan o no pueden ayudar; eso les mantiene siempre en el filo de la marginalidad, ya sean los kongos analfabetos del pasado o los respetables doctores del presente, adaptando su espíritu gíbaro a las circunstancias de cada época y contexto.