Los luases Criminel( a la derecha ) y Togó ( a la izquierda ) en pleno trance, proce- diendo a traspasar un mal de una tercera persona, situada entre ambos. |
Ambas culturas, la cubana y la haitiana, descienden de la africana y por eso comparten el mismo gusto por el canto, los tambores, la danza y, desde luego, por la magia. El complejo musical haitiano que conocemos como "El Gagá", se enriqueció con el intercambio con la música tradicional cubana campesina. De igual forma, pero a la inversa, los cultos religiosos afrocubanos absorbieron muchos elementos del vodú haitiano. Esta influencia mágica se evidencia sobre todo en el linaje Kimbisa del Palo Monte cubano. Importantes casas, como Brillumba Kimbisa Boanda Francesa( tumba francesa ) y Palomonte Haitiano Palo Kimbisa, fueron fundadas por hounganes y mambos( sacerdotes del Vodú masculinos y femeninos, respectivamente ) haitianos residentes en Cuba, como Duli Dubois( Papá Duli ), Danli Dubois, Fifi Dubois, Nicolás el Haitiano y Jean Candeliu. Incluso se especula si Andrés Petit, el célebre fundador de la Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje, no sería descendiente de haitianos, dado su apellido Petit.
Debido a la difícil situación económica y política de Haití y a su revolución( 1791-1804, primera revolución de América Latina, que culminó con la abolición de la esclavitud en la colonia francesa de Saint-Domingue, y la proclamación de la república de Haití ), millones de haitianos emigraron a otros países cercanos, como Santo Domingo, Cuba y el sur de los Estados Unidos. El vodú, religión compleja, profunda y orgullosa( tengan en cuenta que la revolución haitiana fue inspirada y liderada por hounganes )no se dejó influenciar mucho por otros cultos caribeños pero, no obstante a eso, experimentó ciertas variaciones al irse adaptando a las nuevas condiciones socio culturales, económicas y políticas de los diferentes lugares donde se establecieron. Por esa razón, el vodú que se practica actualmente en Haití, Santo Domingo, Cuba y New Orleans, presenta grandes diferencias entre si. De hecho, el vodú cubano actual es más parecido al vodú haitiano de principios del siglo XX que el vodú que se practica en Santo Domingo, en New Orleans y en el propio Haití. Mientras que en esos países el vodú se ramificó y continuó evolucionando, la comparativamente pequeña presencia haitiana en Cuba se desarrolló en zonas aisladas de las provincias orientales, manteniendo prácticamente intacto el vodú que trajeron sus primeros pobladores.
El hungán Nicolás Cazal, hijo de un hungán haitiano de los que llegaron a Cuba a principios del siglo XX. |
Al haitiano no le resultaba difícil adaptar nuevos luases a su panteón, ni aplicar determinadas modalidades de sus ritos o ceremonias, según los había conocido en Haití, en las condiciones concretas de la vida corriente a que se enfrentaba en Cuba. De esto se deriva el surgimiento de un fenómeno que tendremos que tratar en otro artículo: el "Oggunismo", por el predominio de la familia de los luases vinculados al monte, dentro del panteón voduista.
Jerarquías Sacerdotales
El luá Togó posesionado de un caballo durante una ceremonia realizada en a población La Caridad, en la Sierra Maestra. |
Aparte del hungán y la mambó están también el hounguenikón( jefe del coro de una sociedad voduista ), que puede ser hombre o mujer y es el encargado de reemplazar al sacerdote principal del culto cuando este está poseído; el La-Place, que puede asumir la función de maestro de ceremonias si el hounguenikón se encarga de anunciar a los luases interpretando el canto ritual que le corresponde a cada uno. El es quien abre las procesiones y haciendo bailar su machete saluda a los espíritus que van apareciendo; y los hounsi( hunsí ), quienes pueden ser de uno u otro sexo y son aquellas personas que han pasado por los ritos de iniciación, lo que les permite poder asistir al hungán o a la mambó y encargarse del orden y limpieza del templo y de la preparación de ofrendas. Pero su tarea más destacada es la de formar el coro.
En ocasiones, pueden existir el confiance o administrador del templo y los papaloas y mamaloas, que son grandes sacerdotes, sumos dignatarios del culto vodú, que tienen en el badgigan a su principal ayudante.
El hungán está más próximo del brujo que del sacerdote a causa de la intríseca relación de la magia con la religión existente en el culto que practica. El brujo voudista _denominado boccor o bocó_ está dotado de poderes excepcionales que pueden ser utilizados en contra del prójimo o de sus bienes. Pero la palabra hungán designa genéricamente al oficiante, sea boccor o no. Este se distingue de aquél en que hace curaciones, pero practica la brujería. La diferencia entre ambos se establece a nivel de prácticas y obediencias, pero no de conocimientos.
Entre el hungán y el boccor se sitúa el divinor o divinó, que no sirve a ningún loa, ni practica la brujería; cura a los enfermos. Su ciencia es una herencia de los dioses de las aguas con quienes ha vivido durante siete años. Un collar de perlas que le entregan los dioses, simboliza sus relaciones con ellos y también su poder. A la mujer que ejerce de curandera se le llama divinel o diviné.
Sin embargo, la mayoría de los sacerdotes del vodú cubano se sitúan en el linde impreciso, entre el boccor y el divinor: lo mismo realizan cotidianamente curaciones, que esporádicamente actos de hechicería.
A a persona que influye dentro de los "seres" la designan con la palabra mambó faní, pero esta función sacerdotal también puede ser ejercida por un hombre, al que se denomina mambó gasón.
Esta parece ser la jerarquía sacerdotal en la actualidad, aunque parece haber existido otra por encima de ella: la de yeneral. Así se le llamaba al hungán más famoso de Cuba, cuya juridiscción abarcaba a las antiguas provincias de Oriente y Camagüey. De sitios lejanos venían a consultarlo otros prestes voudistas y él sancionaba la realización de sus fiestas, una vez que había discutido los pormenores de su realización con los solicitantes.
Poderes y Atributos
Para acceder a cada uno de los niveles antes mencionados se necesita cumplir con objetivos bien delimitados. Así, un hungán debe ser capaz de poseer una cantidad elevada de luases; algunos dicen que su número es 101. Esta aptitud les permitirá montar altares para atender a sus espíritus y trabajar con ellos, bien con fines espirituales o con fines curativos; además, dirigir las ceremonias, dado lo elevado de sus conocimientos y habilidades.
Tanto el hungán como la mambó podrán llevar la maraca( asson ) y la campanilla en los diferentes tipos de culto voduistas. Más solo el primero podrá "tener y otorgar cuchillo", es decir, las armas con que se realizan los sacrificios rituales. Uno y otro estarán facultados para iniciar en el culto a nuevos adeptos. Un hungán también puede, si fuese necesario, traspasar sus poderes a una segunda persona.
Los diferentes niveles, cargos y funciones muestran múltiples tipos de collares con cuentas de semillas y cuentas de colores. Entre las cuentas insertan otros objetos, como chapas de llaveros, lágrimas de cristal de lámparas de araña, carretes de hilo de cocer de diferentes colores, etc. No faltan tampoco medallas de oro con imágenes de Santa Bárbara o de la Virgen de la Caridad del Cobre.
En la mayoría de collares se inserta un silbato que deviene en instrumento musical. Los rítmicos chiflidos del pito de un hungán pueden ir marcando las situaciones climáticas de una ceremonia e indicar el momento en que la batería( de tambores ) debe aumentar la intensidad de sus toques para posibilitar que alguien poseído por un luá, por ejemplo, ejecute el sacrificio de algún animal. Después que éste se ha consumado, la divinidad, sentada sobre su ofrenda, suele emitir cortos e intensos chiflidos con el silbato en señal de júbilo.
A los mencionados atributos deben añadirse los pañuelos, cuyos colores más usados son el rojo, el blanco y el negro, y sus combinaciones. Estos emblemas se colocan en el torso, cruzandolo diagonalmente por encima del hombro y por debajo del brazo hasta hacer coincidir sus puntas de frente, a la altura del diafragma, donde se anudan. En ocasiones, en la superficie de los pañuelos aparecen dibujos, letras o el nombre de algún luá.
Plazas del Culto
Cuando un practicante voudista alcanza la experiencia y condiciones exigidas para ejercer el oficio de modo independiente, tiene que empezar por construir una casita( denominada en Haití caye-mystère[ cai-misté ] ) destinada exclusivamente a los luases y separada de la casa de vivienda. En las casas de misterio no es usual que habite ninguna persona.
Es frecuente encontrar en las casas de vivienda de los haitianos y sus descendientes, pequeños altares suspendidos en un lugar poco visible de un dormitorio; en ellos colocan imágenes de santos católicos, arbustos y otros objetos propios del vodú. En el suelo de esa habitación, cuando se trata de un oficiante, pueden observarse también sobre una "alfombra" de saco de yute o directamente en la superficie del suelo, objetos tales como carreteles de hilo de cocer, monedas fraccionarias, etc, y tal vez una mesita con otros objetos rituales.
En otra habitación está emplazado el altar principal. Consiste en una mesa de madera encima de la cual se colocan las piedras o fundamentos de los luases que posee el sacerdote, recipientes y los atributos de los misterios, entre otros objetos rituales. A un lado de este puede haber un altar más pequeño cuyos componentes denuncian las creencias espiritistas o santeras de sus dueños. Pero este segundo altar más bien es común entre los descendientes de haitianos y sus esposas.
En todos los altares se observa un plato con agua o bebida alcohólica en que permanecen sumergidas la o las piedras que representan a las divinidades voduistas. Tampoco debe faltar la botella con el conocido tifei.
A modo de ejemplo, describiremos un altar voduista, en ocasión de un manyé-luá, en la comunidad haitiano-cubana de Pilón de Cauto, ubicada en el firme de la Maestra, que pertenece al municipio de Palma Soriano. En la entrada y parte superior del templo nos dan la bienvenida varias calaveras de chivos. El altar ocupa el lugar central del hunfó y se aprecian los siguientes objetos: en su parte superior, banderas rojas, blancas y negras; en orden descendente, cadenas colgadas; varios pomitos de cristal con perfume y otras sustancias; una botella gigantesca de las antiguas "Pepsi-cola familiar" a la que se denomina por la bebida casera que contiene butei-gasine; varias velas encendidas; machetes y cuchillos dispuestos según un orden ritual y, en el piso de tierra apisonada, un plato con piedras "chinas" de río sumergidas en agua. También en la tierra, al pie del altar, han colocado varias fuentes con alimentos frescos( carne de chivo, ñame blanco y amarillo cocidos y diversos tipos de dulce de harina. Por último, se aprecian imágenes de varios santos, como Santa Bárbara, la Virgen de la Caridad del Cobre y San Lázaro. El saludo ritual entre los practicantes se realiza primero con la mano derecha y luego con la izquierda.
La casa vivienda y la casa de los misterios, independiente o anexa a la primera, son construidas de modo que quede un amplio espacio con el cual se comunican orgánicamente, como si los tres integrasen un mismo conjunto. En ese espacio se levantará una construcción hecha en ocasión de la realización de los manyé luá o ceremonias de cumplimientos dedicadas a los luases. Es el lugar donde se desarrolla la parte fundamental del culto público del vodú: los toques e invocaciones destinadas a llamar a los luases, las danzas y la mayoría de los sacrificios rituales. Esta enramada o peristilo, se trata de un espacio rectangular techado con pencas de coco o de palma y abierto completamente por todos los lados, que se suele desarmar y guardar al concluir las fiestas.
Invariablemente, en el centro de la enramada se levanta el poste central, "camino de los espíritus", objeto eminentemente sagrado que se llama Poteau-Mitan( Potó Mitán, en Cuba ). Alrededor suyo, en la tierra, se trazan los vevés, dibujos que simbolizan a los luases y que sirven para invocarlos, parecidos a las patipembas o firmas mágicas que se utilizan, con fines similares, en el Palo Monte. Es a través de este palo que descienden los luases para hacer posesión de sus caballos en el transcurso de los cultos en que se les invoca mediante cantos y toques de tambores.
En la parte superior del potó mitán se coloca el vaso preparado en el rito previo de "amarre de los cuatro caminos" y, un poco más abajo, las banderas con los colores simbólicos de las divinidades cuya presencia se reclama y, en ocasiones, los pañuelos que les identifican. También suelen recostarse a él los instrumentos de una determinada batería _radá o petró_, el recipiente con los materiales empleados para trazar los vevés, calderos con centavos quemados o jícaras con otros ingredientes, todos estos, objetos que intervienen en el culto.
Encima del vevé trazado alrededor de su base depositan los animales que se sacrifican en las ceremonias, como parte de las ofrendas destinadas a los loas o espíritus.
Determinadas divinidades exigen que su manyé se les realice en el monte. Son los luases o espíritus que comen al pie del árbol en que viven y allí se les realizan los ritos; que incluyen las invocaciones y depósitos de las ofrendas. También cabe mencionar las porterías, las encrucijadas o "cuatro caminos", el buá de la famí y las corrientes de agua, como lugares en los que se realizan actos mágico-religiosos.
Aspectos del Ritual Voduista
Uno de los aspectos más importantes de la práctica voduista es la realización de las ceremonias conocidas como manger-loa( manyé-luá ). Esto es, los cultos de nutrición de los santos en los que se sacrifican animales y se depositan otros alimentos y bebidas en días o períodos determinados del año. Estas comidas sagradas son ofrecidas por los miembros de una cofradía o por las personas de las cuales los espíritus se han posesionado, habiéndolas convertido así en sus caballos. Son estos los organizadores de estas fiestas a las que asisten, por lo general, los luases invocados mediante actos de posesión pública. A estas festividades acude una cantidad enorme de personas, muchas de las cuales no son iniciados, ni religiosos, atraídos sobre todo por la espectacularidad de estos rituales que tienen lugar a rostro descubierto. Los habitantes cubanos de estas zonas llaman "bembé" a estas fiestas o ceremonias haitianas.
Las ofrendas son depositadas, en ocasiones, en los lugares del monte donde habita la divinidad, pero lo más frecuente es que se coloquen en un altar rústicamente improvisado debajo de la enramada o en una mesa levantada o simplemente puesta en un rincón de una habitación de la casa de vivienda. En todos los casos, este acto se rodea de toda una atmósfera cuyos componentes esenciales son las invocaciones, cantos y toques, así como danzas rituales mediante las cuales se "expresan" los luases o misterios, una vez que se adueñan de la cabeza de sus servidores.
Por último, debemos mencionar a las divinidades que reciben los obsequios en el agua y los terribles diablos, que lo hacen debajo de la tierra o al pie de determinados árboles.
Los obsequios se les ofrecen a los luases porque han cumplido bien con uno, trayendo mejorías físicas o espirituales, o para obtener ciertos frutos de su acción futura, o simplemente en pago de un compromiso contraído con uno o varios de estos seres protectores.
Aunque han pasado casi cien años desde que aquellos haitianos llegaron a Cuba, entre las ofrendas de sus manyé nunca faltan los platos típicos de la cocina haitiana, como el arroz hecho a base de maíz molido o "maíz de cabacilla", o los dulces caseros, como el bombón, y bebidas aromatizadas, como el liké y el tifei.
Lo fundamental de las ofrendas son el o los animales que se le sacrifican a los luases y, de esas víctimas, algunas de sus partes. Los animales deben ser del color que la divinidad prefiere o exige. El sacrificio requiere de una preparación ritual previa que comprende presentación de la ofrenda al fundamento del luá que se encuentra en el altar, invocaciones y oraciones dirigidas a ésta y toques, como es natural; también danzas, con o sin el cuerpo de la ofrenda( animal ) encima del ejecutante.
En el caso de los animales hastados, como el chivo, se les coloca una vela encendida en uno de los tarros o en los dos y se le "da de comer" parte de los alimentos que descansan en la mesa o en algún lugar del altar: El acto de nutrición pre-sacrificial incluye también el ofrecimiento a la víctima del tipo de bebida preferida por la divinidad.
La sangre del animal constituye el principal elemento de la ofrenda. Hay luases a los que se les deposita la sangre del animal en una cazuela, jigüera, o en un plato; y el recipiente se le coloca en un lugar específico: en él es donde ellos la ingieren cuando se sienten débiles y necesitan fortalecerse. Hay otros que prefieren tomarla directamente en la herida del animal, en el momento justo en que se produce el corte. El caballo, poseído por el luá, sostiene al animal con las manos e ingiere la sangre directamente de la herida, con la boca. Estos luases suelen ser miembros de la familia de los Oggún y de los Ibbó.
Además de la sangre, otras partes ofrendables del animal son la cabeza, las cuatro patas, el rabo, las tripas y los genitales. El resto del cuerpo puede ser enterrado _es el caso de algunos diablos_ o cocinado para ser comido después por todos los participantes de la fiesta. La elección de esas partes está muy relacionada con la clase de divinidad de que se trata.
A algunos luases o santos muy fuertes, como los petró, se les sacrifican chivos y cerdos "enteros" y viejos, denominados verracos, de los cuales se les ofrendan, además de los elementos mencionados, especialmente los genitales. El que estos animales se prefieran viejos, se corresponde con el grado de ancestralidad o poder descomunal de algunos luases a los que se les consagran. Se trata, por lo general, de aquellos que pertenecen al panteón africano.
Hay luases que sacrifican cabalgando al animal, al cual deguellan en una especie de danza ejecutada a horcajadas sobre la víctima. En ocasiones, el acto anterior está precedido por una especie de de juego lúdico entre el ejecutante y el objeto del sacrificio: como una lucha, ruedan por tierra, se embisten, hasta que, por lo general, el dios sale victorioso, llegando a dominar al animal.
Algunos luases, por el contrario, matan de un solo y muy preciso tajo de machete. Otros establecen un "diálogo" con el tambor principal de la orquesta antes de entregarse de lleno a la matanza.´
Las posiciones, por ejemplo, las asumidas al danzar con la ofrenda viva encima o a horcajadas; los toques; el tajo; los objetos rituales con que se mata _cuchillo o machete_, en fin, el conjunto de todos estos elementos puestos en escena en medio de una atmósfera de ritmo in crescendo, a veces con una celeridad que impide a los ojos percatarse de los detalles más imprevistos, conceden al sacrificio uno de los lugares más prominentes del culto vodú, tanto en Cuba como en cualquiera de sus ricas expresiones o variantes que se cultivan en otros países.
Para hacer una gran comida de santos, el orden que debe seguirse puede ser el siguiente:
1. Puen-ié o comida de muertos;
2. Manyé-Lesans o comida de los ángeles;
3. Manyé-Masá o comida de los jimaguas y
4. La "comida grande", de los santos completos, en la que se le rinde culto primero a Legbá, luego a Calfú, Ogún y a los Guedé, etc.
El Manyé-Lesans se hace un domingo y se le ofrenda a los ángeles con café, huevos fritos, café con leche, etc. Por la tarde se produce la reunión alrededor de la mesa, donde se reza y se reparte la comida entre los asistentes. Le siguen la ceremonia al luá blanche, los Masá y por último el manyé-Luá o comida de santo. Con esta termina el ciclo de los luá radá y se da paso a los de la familia petró, entre los que se encuentran Criminel, Ibó, Gran Buá y Zaú Pemba, entre otros.
Los domingos nunca se hace ningún culto voduista porque es el día consagrado por excelencia a las actividades católicas, como misas, etc. Los santos del monte, del río y de caminos que son los luá no comulgan con esas formas de culto católicas. El lunes puede dedicarse a la ceremonia de los muertos o a Legbá; el martes a Ibó; el miércoles a los Masá; el jueves al luá blanch, etc.
En general, en el fondo de las ceremonias que se ofrecen a los luases subyace el objetivo de fortalecer los lazos que unen al "caballo" o practicante con su santo. La tradición haitiana en Cuba ha consagrado algunas "grandes fechas" para realizar ceremonias especiales de fortalecimiento, entre las que destacan el 4 y 25 de diciembre. En estas fiestas se toca, se baila, se sacrifican animales y se consumen comidas y bebidas especialmente confeccionadas para la ocasión. La sangre de los animales _pollo, paloma, chivo, cerdo y ovejo_ se derrama sobre las prendas de los luases: digamos, un hierro, si se trata de un Oggún, o una piedra, etc. Encima se les vierte además ron y alrededor del lugar donde están depositadas se esparce el humo de un tabaco, que se enciende con ese propósito particular.
El Corte del Vévé
En toda ceremonia a el luá se le invocará empleando diversidad de medios, entre los que destacan el dibujo simbólico que lo identifica y representa: los vévé. Estos contienen sus atributos y se trazan en el suelo con harina de maíz, cenizas, borra de café o polvo de ladrillo. Los vévé se realizan alrededor del potó-mitán. En Cuba, los vévé no poseen tanta riqueza plástica como en Haití y se emplean otros ingredientes para trazarlos, como harina de castilla y ajonjolí; además, se "corta" en otros lugares, como al pie de los árboles donde se le ofrecen los manyé a algunos luases.
Empleando estos ingredientes, más cenizas de fogón( farín guinée ), se atrae a todos los luases, lo mismo buenos que malos. Esas sustancias se van superponiendo una sobre otra, hasta completar los rasgos fundamentales del dibujo, aunque las líneas en determinadas ocasiones suelen hacerse empleando sólo uno de estos ingredientes. En la ceremonia del arbre reposoir( arbe reposuá ), por ejemplo, se hace un círculo y dentro de él se traza una cruz alrededor del hueco donde se enterrará el palo. La operación se repite con cenizas, harina de maíz, ajonjolí y luego cada miembro de la familia derrama al pie tres sorbos de agua.
Como en los cultos congos de origen bantú practicados en Cuba, el vévé puede emplearse además para realizar trabajos de hechicería. Estas firmas mágicas, como las patipembas del Palo Monte, sirven para invocar a las fuerzas y guiarlas hacia los diferentes trabajos que el sacerdote les encomienda, ya sean para bien o para mal.
Rito del Amarre de los Cuatro Caminos
Después del baño de purificación de los animales, previo a los sacrificos, se procede a "asegurar" el poste central o potó-mitán y, con él, a envolver todos los eventos que se realizarán a su alrededor mediante un "misterio" o acto mágico conocido como el "amarre de los cuatro caminos" o también como el "misterio del vaso".
La mambó dirige este rito: coloca un jibe en el suelo, al lado del poste central y lo recubre con un paño blanco. Encima de su centro coloca un vaso de cristal vacío y, a continuación, un recipiente metálico con agua, una botella con ajonjolí macerado y latas con cenizas y harina, comúnmente empleadas para cortar los vévé. Después llama a todos los miembros de la familia y la cofradía para que reproduzcan, por turno, las operaciones que ella hizo primero: echar en el vaso un poquito de agua, luego tres porciones de cenizas y otras tantas de harina.
Cuando todos los "hijos del altar" lo han hecho, la mambó levanta el vaso sin derramar ni una gota, lo tapa con un paño y lo va envolviendo, tratando de que el "vestido" quede lo más ceñido posible al recipiente, y con un cordel, hecho de un fleco de penca de cocotero, lo amarra. Entonces, cruza las puntas del paño en forma de un tejido y después coloca el vaso boca abajo, sin que tampoco se derrame nada de su contenido. Alguien amarra el primer extremo del paño que da al fondo del vaso y con el mismo cordel amarra el otro extremo, en la misma posición invertida y finalmente atan dicho recipiente en el travesaño del techo de la enramada, justo en el lugar más próximo al potó mitán. Exactamente en ese lugar y posición permanece el vaso mientras duran los demás ritos y ceremonias que se realizan durante esa jornada. Así todo queda asegurado ante cualquier contingencia enemiga.
Estoy seguro de que todos los paleros que lean sobre esta ceremonia, recordarán el "amarre de las cuatro esquinas" que se realiza en los cultos de Palo Monte, con idénticos objetivos.
Mecanismos Adivinatorios
Aparte de las posesiones, que sirven para que los luases y otros espíritus manifiesten sus vaticinios y consejos para las personas que se consultan o que participan de alguna fiesta o ritual, en el vodú que se practica en Cuba se suelen utilizar barajas españolas para adivinar. El hungán se sienta cerca del potó mitán y se coloca encima de las piernas un jibe de yarey tejido sobre el que realiza las tiradas.
Además de las cartas, pueden emplearse hojas de naranjas, caracoles, piedras y el fuego. Parece haber determinada predilección de las familias de luases por unos y otros mecanismos adivinatorios: Ogún y Obbá Lomí, por ejemplo, son expertos en el uso de las cartas o las hojas de plantas, y Lacruá trabaja con el fuego.
También el sueño desempeña un papel relevante en la relación luá/caballo: es mediante el sueño que, en muchas ocasiones, el santo se le presenta al iniciado y le dice, "tú eres mi caballo" o le previene de algo malo que le puede ocurrir.
Ritos de Iniciación y Bautizo
Cuando un luá se posesiona de una persona puede emitir señales que evidencian su deseo de que ela se convierta en su caballo. Se procede entonces a identificar a la divinidad por su carácter y comportamiento, para luego "fijarlo" a la cabeza de la persona elegida a fin de que, cuando la divinidad "llegue", lo haga con firmeza.
El rito de iniciación es más bien sencillo. Es conducido por un hungán y una mambó, quienes interpretan los signos manifestados por el luá y los dan por ciertos. Solo participan ellos y el aspirante pues, de hacerlo otras personas iniciadas, sus luases podrían posesionarse de éste.
Los oficiantes sientan al aspirante en una mesa y le ordenan vestirse con la ropa ritual del luá; preparan una palangana blanca, que tiene que ser nueva, y la colocan delante: su contenido está compuesto de agua, perfume, albahaca y azúcar. El azúcar "dulcifica" al santo y la albahaca sirve para "abracar", esto es, darle firmeza a la unión. El hungán suena la campanita ritual y la mambó una maraca, para dar inicio al acto; a continuación ambos proceden a emplear otros recursos para invocar a la divinidad, como las plegarias y rezos correspondientes. El trance evidenciado en el candidato no se hace esperar y el luá acude así al llamado.
Se traen las prendas distintivas de la divinidad y se las presentan, conjuntamente con los animales y la bebida. Los oficiantes conversan con el luá( las comunicaciones verbales con los luases se realizan siempre en creole, aunque los oficiantes sean nacidos en Cuba ) y le muestran sus símbolos sagrados; el santo manifestará qué tiene que hacerse para solicitar su servicio cuando lo necesiten. El iniciado aprenderá allí mismo qué utilizará para llamarlo y qué hacer a su llegada.
Después que el luá llega, es que se procede a bautizarlo: se le apacigua mostrandole una jarra con agua azucarada para indicarle que su conducta futura deberá ser siempre buena; se le lava la cabeza con el líquido de la palangana y, acto seguido, mojado se le ponen los atributos o las prendas, símbolos que lo identifican y representan.
Si al final el luá acepta al recién iniciado, éste deberá someterse a un retiro, en un lugar tranquilo y silencioso. Allí procurará no establecer relaciones con nadie, ni con sus familiares. La duración del encierro es relativa, pero siempre son varios días. A partir de entonces el santo puede ser llamado al trabajo.
Traspaso de Luases
Cuando existe una persona "débil" se le puede "fortalecer" traspasándole un luá. Este tiene que estar posesionado de su caballo. Se procederá a entregarle los atributos de la divinidad, empezando por el pañuelo, a la persona que se quiere favorecer. El espíritu entiende que su anterior caballo ya no lo quiere y se alojará en la persona que ahora tiene su prenda.
También se da el caso de un caballo interesado en conversar con la divinidad que acostumbra a montarlo. Debe esperar el momento que el santo lo haya posesionado y ponerle a otra persona cualquiera de los atributos que lleva consigo para que el santo se posesione de ella. De ese modo se logra que el caballo sostenga con el loa la conversación deseada.
También hay luases que se heredan; que pasan de padres a hijos, si es la voluntad del luá.
Relación luá/muerto
Existe una clara distinción entre los santos y los muertos: cuando estos últimos hacen acto de presencia no despliegan la vitalidad de los luases, sino que, por el contrario, se les nota muy débiles. Por lo general piden ver a su familia, agua y luz, pero también puede darles por santiguarse o por llorar.
Retirar un luá
Hay varios modos de hacer que un santo sea retirado de una persona que, por cualquier razón, no debe ser objeto de posesión. El primero de ellos consiste en echarle agua en las manos y de sacudirle fuertemente los brazos. También se le puede dar vueltas, muy parecidas a las del espiritismo de cordón que se practica en las provincias orientales de Cuba; colocar la espalda del caballo sobre a del oficiante; acostarle en el suelo; darle con el cuenco de las manos en las orejas; y echándole aire en los oídos con la boca.
Luases localizados en Cuba
1- Aborí. 2- Agida Queddó. 3- Awé. 4- Ayama. 5- Barón Samed. 6- Barón Lacruá. 7- Baró Cimiter. 8- Ciclón. 9- Cemitié. 10- Clemel. 11- Colé Cord. 12- Colé Cord. 13- Caler. 14- Chal Ogún. 15- Dambalá. 16- Dian Montain. 17- División. 18- Dosú. 19- Erzili. 20- Erzili-cié-uch. 21- Ercilí Fredá. 22- Fam Dambalá. 23- Guásimé. 24- Gran Buá. 25- Ibó-la-famí. 26- Iyondel o Diyondel. 27- Lacruá. 28- Legbá. 29- Lenglesú. 30- Lenglesú Damá. 31- Lenglesú Guayá. 32- Lenglesú Vasensá. 33- Loa Ayisán. 34- Loa Atizó. 35- Loa Blanch. 36- Loa Calfú. 37- Loa Clemel. 38- Loa Congó. 39- Kulev. 40- Loa Chemín. 41- Loa Dahomey. 42- Loa Ibó. 43- Loa Nagó. 44- Loa Petró. 45- Loa Simbá. 46- Loa Masá. 47- Loa Zaká. 48- Luá Chimín. 49- Macuto. 50- Man Festé. 51- Mondongue. 52- Ogún. 53- Ogún Buá. 54- Ogún Chal. 55- Ogún del Monte. 56- Ogún del río. 57- Ogún Ferrai. 58- Ogún guerrero. 59- Ogún San Paz. 60- Omofegai. 61- Osin. 62- Reine Agua. 63- Tío Má. 64- Togó. 65- Tres Caminos. 66- Zacate, 67- Zombí. 68- Guedé. 69- Ibó. 70- Ibó Buá. 71- Ibó Cai.
Nótese como, al igual que en las reglas Briyumba y Kimbisa del palo monte cubano, en el vodú se confiere una importancia protagónica a la divinidad de origen bantú, Ogún.
Los Diablos
La naturaleza benigna de los luases, creados por el Gran Maestro para ayudar a los hombres, no impide que existan criaturas cuya crueldad y gusto por el mal les haya ganado el calificativo de diablos. Estos pertenecen a la nanchón de los petró y "las gentes de bien se abstienen de todo trato con éstos y si ellos son las víctimas se esforzarán en apaciguarlos sin rebajarse hasta el crimen". Esta actitud está avalada por la imprecisión de la frontera entre el bien y el mal existente en la conducta de esta clase de espíritus petró: se desconoce cuándo hacen el bien o traerán la desgracia.
Así, los baká _especie de demonios perversos_ tienen formas humanas, ojos rojos y piernas o brazos cubiertos con una piel, pero sin carne. Además de ser notables hechiceros, tienen fama de "comer gente" y de realizar sólo actos malévolos. Se aclara, o obstante, que el "devorar a seres humanos" más bien se refiere a su destrucción. Los baká son, sin embargo, figuras intermedias.
En efecto, estos establecen pactos con otra suerte de criaturas: los djab o demonios, análogos en más de un rasgo a un hombre, pero sobrehumanos, feroces y terribles. Sus dimensiones van desde las más pequeñas hasta las más descomunales. También los diablos son hechiceros formidables y por eso algunas personas acuden a los djab para pedirles algún favor. Incluso, aquellos que de repente se enriquecen, se les declara sospechosos de haber establecido un compromiso con algún djab poderoso. pero los djab son insaciables y traicioneros y a menudo exigen demasiado en recompensa por sus servicios.
Existe una variedad mayor de seres diabólicos: el lutin es el espíritu de un niño muerto sin haber sido bautizado; el revenant es un espíritu de una persona muerta que regresa al mundo de los vivos para importunar a su familia o enemigos. El lú-garú( loup-garoup ) es un vampiro, de forma humana, pero abandona su piel y se transforma en animal por la noche y ronda buscando una víctima. Si se encuentra su piel humana, no pude volver a ponérsela y así puede ser destruido.
Una forma especial del lup-garú es el bizango, un enorme perro que ronda toda la noche en busca de gente a quien comerse. También relacionado con aquél está el demon, una criatura masculina, de personalidad y carácter amorfos, que puede convertirse en animal cuando lo desea. Todas estas criaturas se reúnen en torno a un árbol gigantesco y misterioso, llamado mapou( mapú ), que en Cuba se sustituye por la ceiba, para plantear sus asuntos diabólicos.
Se trata de seres asociados a la vegetación _más exactamente a árbol_ que probablemente sean expresiones de los cultos congos de origen bantú, en los que encontramos al árbol como fuente inagotable de magia y hechicería. Estas formas demoníacas tienen como animal de sacrificio a uno que está muy próximo a la tierra: el cerdo, y como color simbólico, el rojo. Casi todas habitan en sitios abismales, inaccesibles o duros, como las rocas.
Conclusiones
En efecto, el vodú en su expresión cubana conserva los componentes fundamentales que definen al mismo como religión nacional de Haití. La expresión cubana está más próxima, en consecuencia, de éste, que la variante que se practica en República Dominicana o en otros lugares y, aún así, posee su toque propio. Me atrevería a decir que la variante cubana constituye un sistema de fuerzas centrífugas que ha sabido preservar, en sus rasgos esenciales, las creencias, formas y prácticas traídas por los inmigrantes en las primeras décadas del presente siglo. Asimismo, posee un poder integrador tal, que ha permitido que los elementos análogos de los sistemas mágico-religiosos cubanos con los cuales ha convivido, se hayan incorporado a ella, evitando con ello el lógico proceso de asimilación.
Personalmente, no puedo evitar percibir una gran similitud entre el vodú cubano y la Regla Kimbiza del Santo Cristo del Buen Viaje, pues ambos cultos integran y armonizan dentro de sus liturgias, tanto a santos de origen yoruba, como a fuerzas de origen bantú, santos católicos y espíritus de muertos en un solo cuerpo mágico-religioso. Pero, sin duda, muchos santeros, nganguleros y espiritistas encontrarán también otros parecidos y relaciones entre el vodú y sus propias reglas, ya que tanto el vodú, como todas las demás religiones mágicas de América Latina, constituyen distintas combinaciones de iguales ingredientes; diferentes modos de mezclar las mismas influencias africanas, europeas e indígenas, aunque unos hablemos en español, otros en portugués y otros en francés, para llamar a nuestros aliados del mundo invisible.
Espero que me disculpen la calidad de las imágenes, pero son fotos y dibujos de auténticos practicantes del vodú en Cuba y creo que vale la pena verlos, pese a estar sacadas de una edición cubana, muy mal impresa y en blanco y negro, del libro "El Vodu en Cuba" escrito por los investigadores cubanos Joel James, José Millet y Alexis Alarcón y publicado por el centro Dominicano de Estudios de la Educación y de la Casa del Caribe de Santiago de Cuba, en 1992.
El hungán está más próximo del brujo que del sacerdote a causa de la intríseca relación de la magia con la religión existente en el culto que practica. El brujo voudista _denominado boccor o bocó_ está dotado de poderes excepcionales que pueden ser utilizados en contra del prójimo o de sus bienes. Pero la palabra hungán designa genéricamente al oficiante, sea boccor o no. Este se distingue de aquél en que hace curaciones, pero practica la brujería. La diferencia entre ambos se establece a nivel de prácticas y obediencias, pero no de conocimientos.
Entre el hungán y el boccor se sitúa el divinor o divinó, que no sirve a ningún loa, ni practica la brujería; cura a los enfermos. Su ciencia es una herencia de los dioses de las aguas con quienes ha vivido durante siete años. Un collar de perlas que le entregan los dioses, simboliza sus relaciones con ellos y también su poder. A la mujer que ejerce de curandera se le llama divinel o diviné.
Sin embargo, la mayoría de los sacerdotes del vodú cubano se sitúan en el linde impreciso, entre el boccor y el divinor: lo mismo realizan cotidianamente curaciones, que esporádicamente actos de hechicería.
A a persona que influye dentro de los "seres" la designan con la palabra mambó faní, pero esta función sacerdotal también puede ser ejercida por un hombre, al que se denomina mambó gasón.
Esta parece ser la jerarquía sacerdotal en la actualidad, aunque parece haber existido otra por encima de ella: la de yeneral. Así se le llamaba al hungán más famoso de Cuba, cuya juridiscción abarcaba a las antiguas provincias de Oriente y Camagüey. De sitios lejanos venían a consultarlo otros prestes voudistas y él sancionaba la realización de sus fiestas, una vez que había discutido los pormenores de su realización con los solicitantes.
Poderes y Atributos
Objetos empleados en el culto voduista cubano. |
Tanto el hungán como la mambó podrán llevar la maraca( asson ) y la campanilla en los diferentes tipos de culto voduistas. Más solo el primero podrá "tener y otorgar cuchillo", es decir, las armas con que se realizan los sacrificios rituales. Uno y otro estarán facultados para iniciar en el culto a nuevos adeptos. Un hungán también puede, si fuese necesario, traspasar sus poderes a una segunda persona.
Los diferentes niveles, cargos y funciones muestran múltiples tipos de collares con cuentas de semillas y cuentas de colores. Entre las cuentas insertan otros objetos, como chapas de llaveros, lágrimas de cristal de lámparas de araña, carretes de hilo de cocer de diferentes colores, etc. No faltan tampoco medallas de oro con imágenes de Santa Bárbara o de la Virgen de la Caridad del Cobre.
En la mayoría de collares se inserta un silbato que deviene en instrumento musical. Los rítmicos chiflidos del pito de un hungán pueden ir marcando las situaciones climáticas de una ceremonia e indicar el momento en que la batería( de tambores ) debe aumentar la intensidad de sus toques para posibilitar que alguien poseído por un luá, por ejemplo, ejecute el sacrificio de algún animal. Después que éste se ha consumado, la divinidad, sentada sobre su ofrenda, suele emitir cortos e intensos chiflidos con el silbato en señal de júbilo.
A los mencionados atributos deben añadirse los pañuelos, cuyos colores más usados son el rojo, el blanco y el negro, y sus combinaciones. Estos emblemas se colocan en el torso, cruzandolo diagonalmente por encima del hombro y por debajo del brazo hasta hacer coincidir sus puntas de frente, a la altura del diafragma, donde se anudan. En ocasiones, en la superficie de los pañuelos aparecen dibujos, letras o el nombre de algún luá.
Plazas del Culto
El potó mitán y las ofrendas dedicadas a varios luases. |
Es frecuente encontrar en las casas de vivienda de los haitianos y sus descendientes, pequeños altares suspendidos en un lugar poco visible de un dormitorio; en ellos colocan imágenes de santos católicos, arbustos y otros objetos propios del vodú. En el suelo de esa habitación, cuando se trata de un oficiante, pueden observarse también sobre una "alfombra" de saco de yute o directamente en la superficie del suelo, objetos tales como carreteles de hilo de cocer, monedas fraccionarias, etc, y tal vez una mesita con otros objetos rituales.
En otra habitación está emplazado el altar principal. Consiste en una mesa de madera encima de la cual se colocan las piedras o fundamentos de los luases que posee el sacerdote, recipientes y los atributos de los misterios, entre otros objetos rituales. A un lado de este puede haber un altar más pequeño cuyos componentes denuncian las creencias espiritistas o santeras de sus dueños. Pero este segundo altar más bien es común entre los descendientes de haitianos y sus esposas.
En todos los altares se observa un plato con agua o bebida alcohólica en que permanecen sumergidas la o las piedras que representan a las divinidades voduistas. Tampoco debe faltar la botella con el conocido tifei.
A modo de ejemplo, describiremos un altar voduista, en ocasión de un manyé-luá, en la comunidad haitiano-cubana de Pilón de Cauto, ubicada en el firme de la Maestra, que pertenece al municipio de Palma Soriano. En la entrada y parte superior del templo nos dan la bienvenida varias calaveras de chivos. El altar ocupa el lugar central del hunfó y se aprecian los siguientes objetos: en su parte superior, banderas rojas, blancas y negras; en orden descendente, cadenas colgadas; varios pomitos de cristal con perfume y otras sustancias; una botella gigantesca de las antiguas "Pepsi-cola familiar" a la que se denomina por la bebida casera que contiene butei-gasine; varias velas encendidas; machetes y cuchillos dispuestos según un orden ritual y, en el piso de tierra apisonada, un plato con piedras "chinas" de río sumergidas en agua. También en la tierra, al pie del altar, han colocado varias fuentes con alimentos frescos( carne de chivo, ñame blanco y amarillo cocidos y diversos tipos de dulce de harina. Por último, se aprecian imágenes de varios santos, como Santa Bárbara, la Virgen de la Caridad del Cobre y San Lázaro. El saludo ritual entre los practicantes se realiza primero con la mano derecha y luego con la izquierda.
Invariablemente, en el centro de la enramada se levanta el poste central, "camino de los espíritus", objeto eminentemente sagrado que se llama Poteau-Mitan( Potó Mitán, en Cuba ). Alrededor suyo, en la tierra, se trazan los vevés, dibujos que simbolizan a los luases y que sirven para invocarlos, parecidos a las patipembas o firmas mágicas que se utilizan, con fines similares, en el Palo Monte. Es a través de este palo que descienden los luases para hacer posesión de sus caballos en el transcurso de los cultos en que se les invoca mediante cantos y toques de tambores.
En la parte superior del potó mitán se coloca el vaso preparado en el rito previo de "amarre de los cuatro caminos" y, un poco más abajo, las banderas con los colores simbólicos de las divinidades cuya presencia se reclama y, en ocasiones, los pañuelos que les identifican. También suelen recostarse a él los instrumentos de una determinada batería _radá o petró_, el recipiente con los materiales empleados para trazar los vevés, calderos con centavos quemados o jícaras con otros ingredientes, todos estos, objetos que intervienen en el culto.
Encima del vevé trazado alrededor de su base depositan los animales que se sacrifican en las ceremonias, como parte de las ofrendas destinadas a los loas o espíritus.
Determinadas divinidades exigen que su manyé se les realice en el monte. Son los luases o espíritus que comen al pie del árbol en que viven y allí se les realizan los ritos; que incluyen las invocaciones y depósitos de las ofrendas. También cabe mencionar las porterías, las encrucijadas o "cuatro caminos", el buá de la famí y las corrientes de agua, como lugares en los que se realizan actos mágico-religiosos.
Aspectos del Ritual Voduista
Uno de los aspectos más importantes de la práctica voduista es la realización de las ceremonias conocidas como manger-loa( manyé-luá ). Esto es, los cultos de nutrición de los santos en los que se sacrifican animales y se depositan otros alimentos y bebidas en días o períodos determinados del año. Estas comidas sagradas son ofrecidas por los miembros de una cofradía o por las personas de las cuales los espíritus se han posesionado, habiéndolas convertido así en sus caballos. Son estos los organizadores de estas fiestas a las que asisten, por lo general, los luases invocados mediante actos de posesión pública. A estas festividades acude una cantidad enorme de personas, muchas de las cuales no son iniciados, ni religiosos, atraídos sobre todo por la espectacularidad de estos rituales que tienen lugar a rostro descubierto. Los habitantes cubanos de estas zonas llaman "bembé" a estas fiestas o ceremonias haitianas.
Las ofrendas son depositadas, en ocasiones, en los lugares del monte donde habita la divinidad, pero lo más frecuente es que se coloquen en un altar rústicamente improvisado debajo de la enramada o en una mesa levantada o simplemente puesta en un rincón de una habitación de la casa de vivienda. En todos los casos, este acto se rodea de toda una atmósfera cuyos componentes esenciales son las invocaciones, cantos y toques, así como danzas rituales mediante las cuales se "expresan" los luases o misterios, una vez que se adueñan de la cabeza de sus servidores.
Por último, debemos mencionar a las divinidades que reciben los obsequios en el agua y los terribles diablos, que lo hacen debajo de la tierra o al pie de determinados árboles.
Los obsequios se les ofrecen a los luases porque han cumplido bien con uno, trayendo mejorías físicas o espirituales, o para obtener ciertos frutos de su acción futura, o simplemente en pago de un compromiso contraído con uno o varios de estos seres protectores.
Aunque han pasado casi cien años desde que aquellos haitianos llegaron a Cuba, entre las ofrendas de sus manyé nunca faltan los platos típicos de la cocina haitiana, como el arroz hecho a base de maíz molido o "maíz de cabacilla", o los dulces caseros, como el bombón, y bebidas aromatizadas, como el liké y el tifei.
Lo fundamental de las ofrendas son el o los animales que se le sacrifican a los luases y, de esas víctimas, algunas de sus partes. Los animales deben ser del color que la divinidad prefiere o exige. El sacrificio requiere de una preparación ritual previa que comprende presentación de la ofrenda al fundamento del luá que se encuentra en el altar, invocaciones y oraciones dirigidas a ésta y toques, como es natural; también danzas, con o sin el cuerpo de la ofrenda( animal ) encima del ejecutante.
En el caso de los animales hastados, como el chivo, se les coloca una vela encendida en uno de los tarros o en los dos y se le "da de comer" parte de los alimentos que descansan en la mesa o en algún lugar del altar: El acto de nutrición pre-sacrificial incluye también el ofrecimiento a la víctima del tipo de bebida preferida por la divinidad.
La sangre del animal constituye el principal elemento de la ofrenda. Hay luases a los que se les deposita la sangre del animal en una cazuela, jigüera, o en un plato; y el recipiente se le coloca en un lugar específico: en él es donde ellos la ingieren cuando se sienten débiles y necesitan fortalecerse. Hay otros que prefieren tomarla directamente en la herida del animal, en el momento justo en que se produce el corte. El caballo, poseído por el luá, sostiene al animal con las manos e ingiere la sangre directamente de la herida, con la boca. Estos luases suelen ser miembros de la familia de los Oggún y de los Ibbó.
Un oficiante en trance lava su rostro con vidrios recién triturados públicamente, |
A algunos luases o santos muy fuertes, como los petró, se les sacrifican chivos y cerdos "enteros" y viejos, denominados verracos, de los cuales se les ofrendan, además de los elementos mencionados, especialmente los genitales. El que estos animales se prefieran viejos, se corresponde con el grado de ancestralidad o poder descomunal de algunos luases a los que se les consagran. Se trata, por lo general, de aquellos que pertenecen al panteón africano.
Hay luases que sacrifican cabalgando al animal, al cual deguellan en una especie de danza ejecutada a horcajadas sobre la víctima. En ocasiones, el acto anterior está precedido por una especie de de juego lúdico entre el ejecutante y el objeto del sacrificio: como una lucha, ruedan por tierra, se embisten, hasta que, por lo general, el dios sale victorioso, llegando a dominar al animal.
Las posiciones, por ejemplo, las asumidas al danzar con la ofrenda viva encima o a horcajadas; los toques; el tajo; los objetos rituales con que se mata _cuchillo o machete_, en fin, el conjunto de todos estos elementos puestos en escena en medio de una atmósfera de ritmo in crescendo, a veces con una celeridad que impide a los ojos percatarse de los detalles más imprevistos, conceden al sacrificio uno de los lugares más prominentes del culto vodú, tanto en Cuba como en cualquiera de sus ricas expresiones o variantes que se cultivan en otros países.
Para hacer una gran comida de santos, el orden que debe seguirse puede ser el siguiente:
1. Puen-ié o comida de muertos;
2. Manyé-Lesans o comida de los ángeles;
3. Manyé-Masá o comida de los jimaguas y
4. La "comida grande", de los santos completos, en la que se le rinde culto primero a Legbá, luego a Calfú, Ogún y a los Guedé, etc.
El Manyé-Lesans se hace un domingo y se le ofrenda a los ángeles con café, huevos fritos, café con leche, etc. Por la tarde se produce la reunión alrededor de la mesa, donde se reza y se reparte la comida entre los asistentes. Le siguen la ceremonia al luá blanche, los Masá y por último el manyé-Luá o comida de santo. Con esta termina el ciclo de los luá radá y se da paso a los de la familia petró, entre los que se encuentran Criminel, Ibó, Gran Buá y Zaú Pemba, entre otros.
Los domingos nunca se hace ningún culto voduista porque es el día consagrado por excelencia a las actividades católicas, como misas, etc. Los santos del monte, del río y de caminos que son los luá no comulgan con esas formas de culto católicas. El lunes puede dedicarse a la ceremonia de los muertos o a Legbá; el martes a Ibó; el miércoles a los Masá; el jueves al luá blanch, etc.
En general, en el fondo de las ceremonias que se ofrecen a los luases subyace el objetivo de fortalecer los lazos que unen al "caballo" o practicante con su santo. La tradición haitiana en Cuba ha consagrado algunas "grandes fechas" para realizar ceremonias especiales de fortalecimiento, entre las que destacan el 4 y 25 de diciembre. En estas fiestas se toca, se baila, se sacrifican animales y se consumen comidas y bebidas especialmente confeccionadas para la ocasión. La sangre de los animales _pollo, paloma, chivo, cerdo y ovejo_ se derrama sobre las prendas de los luases: digamos, un hierro, si se trata de un Oggún, o una piedra, etc. Encima se les vierte además ron y alrededor del lugar donde están depositadas se esparce el humo de un tabaco, que se enciende con ese propósito particular.
El Corte del Vévé
El vévé situado en la parte superior pertenece a Dourbalach y el situado debajo en el pañuelo dedicado a Gran Buá. |
Empleando estos ingredientes, más cenizas de fogón( farín guinée ), se atrae a todos los luases, lo mismo buenos que malos. Esas sustancias se van superponiendo una sobre otra, hasta completar los rasgos fundamentales del dibujo, aunque las líneas en determinadas ocasiones suelen hacerse empleando sólo uno de estos ingredientes. En la ceremonia del arbre reposoir( arbe reposuá ), por ejemplo, se hace un círculo y dentro de él se traza una cruz alrededor del hueco donde se enterrará el palo. La operación se repite con cenizas, harina de maíz, ajonjolí y luego cada miembro de la familia derrama al pie tres sorbos de agua.
Como en los cultos congos de origen bantú practicados en Cuba, el vévé puede emplearse además para realizar trabajos de hechicería. Estas firmas mágicas, como las patipembas del Palo Monte, sirven para invocar a las fuerzas y guiarlas hacia los diferentes trabajos que el sacerdote les encomienda, ya sean para bien o para mal.
Rito del Amarre de los Cuatro Caminos
Después del baño de purificación de los animales, previo a los sacrificos, se procede a "asegurar" el poste central o potó-mitán y, con él, a envolver todos los eventos que se realizarán a su alrededor mediante un "misterio" o acto mágico conocido como el "amarre de los cuatro caminos" o también como el "misterio del vaso".
La mambó dirige este rito: coloca un jibe en el suelo, al lado del poste central y lo recubre con un paño blanco. Encima de su centro coloca un vaso de cristal vacío y, a continuación, un recipiente metálico con agua, una botella con ajonjolí macerado y latas con cenizas y harina, comúnmente empleadas para cortar los vévé. Después llama a todos los miembros de la familia y la cofradía para que reproduzcan, por turno, las operaciones que ella hizo primero: echar en el vaso un poquito de agua, luego tres porciones de cenizas y otras tantas de harina.
Cuando todos los "hijos del altar" lo han hecho, la mambó levanta el vaso sin derramar ni una gota, lo tapa con un paño y lo va envolviendo, tratando de que el "vestido" quede lo más ceñido posible al recipiente, y con un cordel, hecho de un fleco de penca de cocotero, lo amarra. Entonces, cruza las puntas del paño en forma de un tejido y después coloca el vaso boca abajo, sin que tampoco se derrame nada de su contenido. Alguien amarra el primer extremo del paño que da al fondo del vaso y con el mismo cordel amarra el otro extremo, en la misma posición invertida y finalmente atan dicho recipiente en el travesaño del techo de la enramada, justo en el lugar más próximo al potó mitán. Exactamente en ese lugar y posición permanece el vaso mientras duran los demás ritos y ceremonias que se realizan durante esa jornada. Así todo queda asegurado ante cualquier contingencia enemiga.
Estoy seguro de que todos los paleros que lean sobre esta ceremonia, recordarán el "amarre de las cuatro esquinas" que se realiza en los cultos de Palo Monte, con idénticos objetivos.
Mecanismos Adivinatorios
El hungán Pablo Milanés con el biché empleado en los actos de adivinación. |
Además de las cartas, pueden emplearse hojas de naranjas, caracoles, piedras y el fuego. Parece haber determinada predilección de las familias de luases por unos y otros mecanismos adivinatorios: Ogún y Obbá Lomí, por ejemplo, son expertos en el uso de las cartas o las hojas de plantas, y Lacruá trabaja con el fuego.
También el sueño desempeña un papel relevante en la relación luá/caballo: es mediante el sueño que, en muchas ocasiones, el santo se le presenta al iniciado y le dice, "tú eres mi caballo" o le previene de algo malo que le puede ocurrir.
Ritos de Iniciación y Bautizo
Cuando un luá se posesiona de una persona puede emitir señales que evidencian su deseo de que ela se convierta en su caballo. Se procede entonces a identificar a la divinidad por su carácter y comportamiento, para luego "fijarlo" a la cabeza de la persona elegida a fin de que, cuando la divinidad "llegue", lo haga con firmeza.
El rito de iniciación es más bien sencillo. Es conducido por un hungán y una mambó, quienes interpretan los signos manifestados por el luá y los dan por ciertos. Solo participan ellos y el aspirante pues, de hacerlo otras personas iniciadas, sus luases podrían posesionarse de éste.
Los oficiantes sientan al aspirante en una mesa y le ordenan vestirse con la ropa ritual del luá; preparan una palangana blanca, que tiene que ser nueva, y la colocan delante: su contenido está compuesto de agua, perfume, albahaca y azúcar. El azúcar "dulcifica" al santo y la albahaca sirve para "abracar", esto es, darle firmeza a la unión. El hungán suena la campanita ritual y la mambó una maraca, para dar inicio al acto; a continuación ambos proceden a emplear otros recursos para invocar a la divinidad, como las plegarias y rezos correspondientes. El trance evidenciado en el candidato no se hace esperar y el luá acude así al llamado.
Se traen las prendas distintivas de la divinidad y se las presentan, conjuntamente con los animales y la bebida. Los oficiantes conversan con el luá( las comunicaciones verbales con los luases se realizan siempre en creole, aunque los oficiantes sean nacidos en Cuba ) y le muestran sus símbolos sagrados; el santo manifestará qué tiene que hacerse para solicitar su servicio cuando lo necesiten. El iniciado aprenderá allí mismo qué utilizará para llamarlo y qué hacer a su llegada.
Después que el luá llega, es que se procede a bautizarlo: se le apacigua mostrandole una jarra con agua azucarada para indicarle que su conducta futura deberá ser siempre buena; se le lava la cabeza con el líquido de la palangana y, acto seguido, mojado se le ponen los atributos o las prendas, símbolos que lo identifican y representan.
Si al final el luá acepta al recién iniciado, éste deberá someterse a un retiro, en un lugar tranquilo y silencioso. Allí procurará no establecer relaciones con nadie, ni con sus familiares. La duración del encierro es relativa, pero siempre son varios días. A partir de entonces el santo puede ser llamado al trabajo.
Traspaso de Luases
Tambores de la batería radá. |
También se da el caso de un caballo interesado en conversar con la divinidad que acostumbra a montarlo. Debe esperar el momento que el santo lo haya posesionado y ponerle a otra persona cualquiera de los atributos que lleva consigo para que el santo se posesione de ella. De ese modo se logra que el caballo sostenga con el loa la conversación deseada.
También hay luases que se heredan; que pasan de padres a hijos, si es la voluntad del luá.
Relación luá/muerto
Existe una clara distinción entre los santos y los muertos: cuando estos últimos hacen acto de presencia no despliegan la vitalidad de los luases, sino que, por el contrario, se les nota muy débiles. Por lo general piden ver a su familia, agua y luz, pero también puede darles por santiguarse o por llorar.
Retirar un luá
Hay varios modos de hacer que un santo sea retirado de una persona que, por cualquier razón, no debe ser objeto de posesión. El primero de ellos consiste en echarle agua en las manos y de sacudirle fuertemente los brazos. También se le puede dar vueltas, muy parecidas a las del espiritismo de cordón que se practica en las provincias orientales de Cuba; colocar la espalda del caballo sobre a del oficiante; acostarle en el suelo; darle con el cuenco de las manos en las orejas; y echándole aire en los oídos con la boca.
Luases localizados en Cuba
1- Aborí. 2- Agida Queddó. 3- Awé. 4- Ayama. 5- Barón Samed. 6- Barón Lacruá. 7- Baró Cimiter. 8- Ciclón. 9- Cemitié. 10- Clemel. 11- Colé Cord. 12- Colé Cord. 13- Caler. 14- Chal Ogún. 15- Dambalá. 16- Dian Montain. 17- División. 18- Dosú. 19- Erzili. 20- Erzili-cié-uch. 21- Ercilí Fredá. 22- Fam Dambalá. 23- Guásimé. 24- Gran Buá. 25- Ibó-la-famí. 26- Iyondel o Diyondel. 27- Lacruá. 28- Legbá. 29- Lenglesú. 30- Lenglesú Damá. 31- Lenglesú Guayá. 32- Lenglesú Vasensá. 33- Loa Ayisán. 34- Loa Atizó. 35- Loa Blanch. 36- Loa Calfú. 37- Loa Clemel. 38- Loa Congó. 39- Kulev. 40- Loa Chemín. 41- Loa Dahomey. 42- Loa Ibó. 43- Loa Nagó. 44- Loa Petró. 45- Loa Simbá. 46- Loa Masá. 47- Loa Zaká. 48- Luá Chimín. 49- Macuto. 50- Man Festé. 51- Mondongue. 52- Ogún. 53- Ogún Buá. 54- Ogún Chal. 55- Ogún del Monte. 56- Ogún del río. 57- Ogún Ferrai. 58- Ogún guerrero. 59- Ogún San Paz. 60- Omofegai. 61- Osin. 62- Reine Agua. 63- Tío Má. 64- Togó. 65- Tres Caminos. 66- Zacate, 67- Zombí. 68- Guedé. 69- Ibó. 70- Ibó Buá. 71- Ibó Cai.
Nótese como, al igual que en las reglas Briyumba y Kimbisa del palo monte cubano, en el vodú se confiere una importancia protagónica a la divinidad de origen bantú, Ogún.
Los Diablos
La naturaleza benigna de los luases, creados por el Gran Maestro para ayudar a los hombres, no impide que existan criaturas cuya crueldad y gusto por el mal les haya ganado el calificativo de diablos. Estos pertenecen a la nanchón de los petró y "las gentes de bien se abstienen de todo trato con éstos y si ellos son las víctimas se esforzarán en apaciguarlos sin rebajarse hasta el crimen". Esta actitud está avalada por la imprecisión de la frontera entre el bien y el mal existente en la conducta de esta clase de espíritus petró: se desconoce cuándo hacen el bien o traerán la desgracia.
Así, los baká _especie de demonios perversos_ tienen formas humanas, ojos rojos y piernas o brazos cubiertos con una piel, pero sin carne. Además de ser notables hechiceros, tienen fama de "comer gente" y de realizar sólo actos malévolos. Se aclara, o obstante, que el "devorar a seres humanos" más bien se refiere a su destrucción. Los baká son, sin embargo, figuras intermedias.
En efecto, estos establecen pactos con otra suerte de criaturas: los djab o demonios, análogos en más de un rasgo a un hombre, pero sobrehumanos, feroces y terribles. Sus dimensiones van desde las más pequeñas hasta las más descomunales. También los diablos son hechiceros formidables y por eso algunas personas acuden a los djab para pedirles algún favor. Incluso, aquellos que de repente se enriquecen, se les declara sospechosos de haber establecido un compromiso con algún djab poderoso. pero los djab son insaciables y traicioneros y a menudo exigen demasiado en recompensa por sus servicios.
Existe una variedad mayor de seres diabólicos: el lutin es el espíritu de un niño muerto sin haber sido bautizado; el revenant es un espíritu de una persona muerta que regresa al mundo de los vivos para importunar a su familia o enemigos. El lú-garú( loup-garoup ) es un vampiro, de forma humana, pero abandona su piel y se transforma en animal por la noche y ronda buscando una víctima. Si se encuentra su piel humana, no pude volver a ponérsela y así puede ser destruido.
Una forma especial del lup-garú es el bizango, un enorme perro que ronda toda la noche en busca de gente a quien comerse. También relacionado con aquél está el demon, una criatura masculina, de personalidad y carácter amorfos, que puede convertirse en animal cuando lo desea. Todas estas criaturas se reúnen en torno a un árbol gigantesco y misterioso, llamado mapou( mapú ), que en Cuba se sustituye por la ceiba, para plantear sus asuntos diabólicos.
Se trata de seres asociados a la vegetación _más exactamente a árbol_ que probablemente sean expresiones de los cultos congos de origen bantú, en los que encontramos al árbol como fuente inagotable de magia y hechicería. Estas formas demoníacas tienen como animal de sacrificio a uno que está muy próximo a la tierra: el cerdo, y como color simbólico, el rojo. Casi todas habitan en sitios abismales, inaccesibles o duros, como las rocas.
Caballo en pleno acto de posesión del luá Criminel, en una ceremonia en La Caridad, Sierra Maestra. |
Conclusiones
En efecto, el vodú en su expresión cubana conserva los componentes fundamentales que definen al mismo como religión nacional de Haití. La expresión cubana está más próxima, en consecuencia, de éste, que la variante que se practica en República Dominicana o en otros lugares y, aún así, posee su toque propio. Me atrevería a decir que la variante cubana constituye un sistema de fuerzas centrífugas que ha sabido preservar, en sus rasgos esenciales, las creencias, formas y prácticas traídas por los inmigrantes en las primeras décadas del presente siglo. Asimismo, posee un poder integrador tal, que ha permitido que los elementos análogos de los sistemas mágico-religiosos cubanos con los cuales ha convivido, se hayan incorporado a ella, evitando con ello el lógico proceso de asimilación.
Vévé perteneciente al luá Reine Agua( similar a la Madre de Agua del palo monte cubano ). |
Espero que me disculpen la calidad de las imágenes, pero son fotos y dibujos de auténticos practicantes del vodú en Cuba y creo que vale la pena verlos, pese a estar sacadas de una edición cubana, muy mal impresa y en blanco y negro, del libro "El Vodu en Cuba" escrito por los investigadores cubanos Joel James, José Millet y Alexis Alarcón y publicado por el centro Dominicano de Estudios de la Educación y de la Casa del Caribe de Santiago de Cuba, en 1992.